Capitulo IV.
La asamblea. Desamor. La fuga. Los moteros.
Resignado aceptaba Manuel a tener que pasar otra mañana encerrado en el local del sindicato.
Envuelto en el ambiente tedioso de las asambleas donde se empieza hablando en voz baja, pidiendo la vez, y se acababa hablando todos a la hora sin orden ni consenso.
Es ciertamente el mejor sistema inventado para evitar las motivaciones de poder de los humanos, la única forma de participación de cada individuo en un grupo; pero puede resultar estridente utilizado de cualquier manera.
No deseaba ir por sabida la lección allí aguardada, pero como hizo promesa a Raquel, no podía dejar de acudir.
La situación económica no paraba de empeorar en el país.
Aumentaba la armada del derrotismo, actitud típica del pueblo español.
Los pobres se agolpaban en los contenedores, en los mercados, para llevarse algo a la boca. Los pobres como siempre paganos olvidados.
Preocupados los miembros de la asamblea de parados de una realidad adversa deseaban hacer algo.
Estaban firmemente decididos a constituirse como cooperativa.
Los pilares donde se apoyaban los proyectos eran rumores elevados a revelaciones mesiánicas.
Un proyecto pródigo entre tantos fue de estas maneras presentado:
“Compañeros, nos han cedido unas tierras, bueno hay que esperar un poco y concretar cuatro actuaciones, pero tenemos algo, dentro de poco estaremos plantando y comiendo los frutos de nuestro esfuerzo”
Todos aplaudieron y lo celebraron, la salvaciones de las hambres del 2009 estaba servida.
Era hora de tomarse un respiro para no sufrir estrés tras tan importante anuncio.
Y al séptimo mes el plan se fraguo en sus mentes, y descansaron.
Durante mucho tiempo y muchas asambleas no se paraba de hablar de este rumor.
-¡las tierras, las tierras!- se decían unos a otros con miradas cómplices- pronto vendrán como el mana del cielo.
Lo daban por la mayor de las realidades, incluso fuera de esta asamblea, a muchos kilómetros de distancia, desde los confines más alejados de la provincia se atendían peticiones de gente interesada en integrar en las filas de dicho proyecto emancipador.
Lo describían como un tren que no había que perder.
Durante meses nadie se preocupo de saber por donde paraba el tren para subir y conducirlo.
En la estación aguardaban los compañeros y compañeras con fe ciega. Pasaban días y más días.
Sufrían un poco de estreches, pero como el que más o el que menos, de una forma u otra comía por lo menos una vez al día, y era verano, tiempo de alegría y felicidad, esperaban con paciencia resignada la gran ofensiva para el otoño. Entonces ajustarían las cuentas, bien ajustadas, a los judeo-burgueses.
Al fin y al cabo la experiencia de vivir bajo una dictadura capitalista les hizo resistentes a la pobreza.
De vez en cuando algún insensato se tiraba a las vías arriesgándose a que le cogiera el tren de las oportunidades. Sobre los raíles colocaba el oído como los indios para anticipar su venida.
¿Escuchas algo compañero? Le preguntaban.
No, contestaba, pero no padezcáis que vendrá.
Cuando la imaginación es el poder tampoco es necesario puntualizar y concretar, establecer objetivos, elaborar planes.
Más de uno ya había saboreado los dulces frutos de los tomates imaginarios; por ser artificio del cerebro no son menos sabrosos que los que crecen del trabajo real.
En las mentes de los asamblearios se veían como grandes agricultores con paraeta en el mercado.
¡Que hermosura de vida!
Uno para todos y todos para uno.
Unos compañeros trabajarían tranquilamente las tierras sonriendo, bromeando entre ellos, sin presión, sin el estrés, ni discriminación, ni acoso. Harían de la tierra el paraíso.
Otros se encargarían de vender las cosechas con la misma paz de espíritu.
Una cuestión importante a discutir era el nombre de las tierras. Seria el nombre más bello jamás puesto a un torrezno.
Entre tanto bautismos y amor por la tierra, las cedidas en arriendo se hacían yermas de puro abandono, cuna de las malas hierbas. Las instalaciones de transporte de agua cada día estaban peor.
Las asambleas monótonamente se sucedían pudiendo adivinarse el tema.
-Compañeros de aquí no nos vamos hasta constituirnos como cooperativa, necesitamos dinero.
Todas las asambleas acaban solicitando la recaudación, pero por mucho que pasaban la boina, allí no caía nada.
Y vuelta a empezar.
Otra asamblea, los mismos rumores llamados proyectos, alguna que otra novedad. La boina.
- Pues veréis compañeros….hemos hablado con una persona que conoce a otra que le han dicho de hacer algunas faena y aprovechando la ocasión haremos algo… Luego esta lo de las tierras, además la granja escuela. No, si por proyectos no será, ya veis el mundo tiene mucha riqueza, la pobreza es totalmente erradicable, es cuestión de hacer.
- Pero hacerlo ya, ostia, a ver cuando de verdad nos ponemos-se oía alguna que otra voz díscola-yo ya no cobro paro, ni nada, y no hay trabajo… mis hijos tiene que comer.
-Tranquilos, hay que esperar. Esa será la consigna que nos mantendrá siempre unidos, esperar, ya vendrá la buena.
Ese día Manuel tenía un mal presentimiento. Estaba convocado a una asamblea como otras.
Estaba el tema de Raquel.
La amaba apasionadamente, se había enamorado demasiado deprisa, característico de las pasiones.
El amor requiere al igual que las cooperativas, las asambleas de parados, o los vinos añejos, dejarlos reposar años.
Se juntaba en el amor de Manuel la precipitación, su poca voluntad hacia la vida, y la irresistible tentación de abandonar todo cuando las cosas salían mal. El esfuerzo característico de su juventud dio paso con los años al escepticismo y al cinismo, amén de una gran pasión por tumbarse a esperar.
No estaba exento Manuel de inseguridades: el amor no era una excepción. De lo que estaba firmemente convencido es en que todo le saldría mal, y siempre atinaba.
Raquel le demostraba afecto! pero parecía tan fría !
No era una frialdad que notara especialmente dirigida a él.
Sino era una frialdad nacida del desencanto por el mundo y con el mundo.
Con el tiempo las decepciones debieron conducirle a ese estado.
Había sufrido mucho, se le notaba en su hermosa mirada de intensos ojos verdes en los que la esperanza palidecía con el cerrar de los parpados para volver a brotar con su despertar.
Su condición de mujer de buen ver debió de provocarle muchos problemas con los hombres.
Hacia gala de una gran sabiduría para anticipar peligros, eso confirmaba la gran experiencia que de la vida traía consigo.
Y como nadie por muy fuerte que sea puede soportar la vida, sobre todo cuando a sido dura, busco un refugio. El elegido de Raquel eran las matemáticas, como para otros era la religión, el humanismo, los Rolling Stones, buda, la cultura… Buscaba una formula como Spinoza para encontrar el sentido de la vida. Estaba completamente segura de estar escritos los misterios de la vida en una formula matemática. La buscaba como Percival el Santo Grial.
Realmente Manuel se veía poca cosa para ella.
Manuel arrastraba una vida de apretureces con toda su pedagogía. De desaguisados y celadas existenciales, mordeduras de otros hombres estaba curtido, pero con las mujeres no estaba muy despierto.
Aun conservaba una visión romántica e infantil del otro sexo.
Creía que la gente era noble en cuestiones amorosas y no cambiaba como una veleta.
Aunque la realidad se mostraba con toda su cruel crudeza. Las veletas, a modo de pendones en la tormenta huracanada apuntaban en todas las direcciones. Algunos salían precipitadamente despedidos, arrancados del mástil para estrellarse contra el suelo. Empezaba a pensar que eso del amor, era como la mayoría de las cosas de la vida, otra porquería.
Raquel era muy aventurera, había viajando por varios continentes dependiendo únicamente de ella, en un mundo de gente violenta y dominada por las pulsaciones de sus deseos. No debió ser sencillo sobrevivir.
Manuel tenía enorme ganas de verla, pero a la vez tenía el presentimiento de que Raquel le haría sufrir.
Esa mezcla de sentimientos contrapuesto le hacia estar inseguro.
Llego con el coche.
Subió a casa de Raquel que ya se iba a la reunión. Le dio dos besos rápidos.
Ella permaneció impasible a sus lobeznas miradas.
Estaba bellísima. Iba con una túnica corta del tipo de las vestales griegas. Con su tipo delgado, sus abultados pechos redondos y su gran melena, parecía más que nunca diosa castigada por enamorar o encelar a algún dios. Debió hacer algo terrible en su anterior vida para acabar en el mundo sindical.
Apenas se dijeron nada. Llegaron al local.
Lo primero saludar a los compañeros. Las asamblearios hablaban entre sí, bromeaban, era todo muy jovial.
Esperaban a la gente de Valencia, Melena y sus amigos. Llegaron, saludaron brevemente y se sentaron.
Tomando sus rostros gravedad dieron comienzo al acta de la asamblea, se comento brevemente los puntos a tratar.
- 1º La necesidad de capitalizarse.
Lo sabia- dijo Manuel para sus adentros.
Empezó hablando un compañero de Melena:
-Nos hemos constituido ya como cooperativa, ahora nos faltan los 3000 euros, y ya podremos pedir las subvenciones, tenemos diversos proyectos, pero sigue faltándonos dinero. Cuando tengamos los últimos requisitos para que este todo correcto podremos pedir las subvenciones y repartirlas. Salimos a 150 euros por cabeza, eso lo podéis conseguir de cualquiera, de un amigo, de un familiar, o bueno ¿Quién no tiene 150 euros? Una vez estemos constituidos pedimos la subvenciones y con ellas se reparte los 150 euros. Lo que es importante es que la gente se apunte a la cooperativa.
Un asambleario pregunto- las subvenciones ¿de cuanto son?
-Depende del colectivo-contesto- por ejemplo, mujer y mayor como entra en riesgo de exclusión 10000 euros, parados de larga duración mayores de 45 años 5000, parados de larga duración y menos edad, 25000. Cuando peor esta la persona más dan.
- Ah pues por mi os darían muchísimo yo soy mujer y mayor-dijo una asistente.
-Esas son las que interesan-comento otro haciendo cálculos mentales.
La conversación empezó a girar por esos derroteros hasta que alguien puso un poco de orden.
–Silencio compañeros se va a dar entrada a otro orden del día, se comentará lo de las tierras.
-Es que lo sabia- se dijo Manuel. Miro a Raquel que le esquivo la mirada. La notaba extraña, distante, atendía a la asamblea con fe ciega. Le extrañaba que estuviera tan interesada ya que Manuel la consideraba inteligente y había indicios de que esa asamblea sería igual que la del mes pasado, de la de Castellón de la semana pasada, la de Valencia de hacia tres días, de la del casal popular de hacia 8… seria como siempre, pasarían la boina, hablarían de las bondades de la vida del campo y la hermandad de los hombres, luego de las tierras y después de los trabajos del diversos, ninguno en concreto, divagaciones que podían ser o no ser. Tramulladas verbales al fin y al cabo de funambulitas que jugaban a ratos a anarquista y a ratos al circo sin red del marketing.
Era totalmente predecible: declaraciones de una nueva oferta de trabajo acabada en un pero…para decir que lo dejaban hasta la próxima reunión que seria después del verano, en septiembre. Igual que en esa época se retoman los estudios de ingles, las clases de guitarra o karate aquí se retomaría lo de la tierra, las reuniones con los políticos, la lucha social…
Manuel quería irse y se lo indico a Raquel. No era únicamente su inseguridad hacia ella, sino que se le estaban agolpando emociones que le oprimían el corazón. Con todo aquel jaleo las atendía mal. Necesitaba irse, alejarse de todo, abandonar.
-Vámonos no ves que es lo de siempre, van a decir lo mismo que la otra vez.
-Yo no me voy-le contesto-si quieres irte tu vete, estamos en una asamblea y se están decidiendo cosas ¿no lo ves?
Manuel, estuvo a punto de levantarse e irse, no comprendía porque era tan importante para ella estar ahí pudiendo estar en la playa, sabiendo el resultado de la reunión. Pero hizo un esfuerzo y aguanto. No paraba de pensar lo bella que era, lo que le gustaba estar en su compañía, aunque también analizaba que ese vitalismo crédulo de Raquel era un problema para que prosperaran sus expectativas de amor hacia ella. Si le confesará que a ratos la vida le era indiferente, y no tenía ganas de hacer nada se sentiría muy decepcionada. Pero era algo que siendo ella bastante inteligente no tardaría en deducir. Se sentía culpable de no tener vitalidad.
¿Dónde la perdió? antes no era así. Tenia ilusiones, sueños, ahora no quedaba nada, más que un enorme bostezo. Pasaba los días somnoliento. ¿Y su espíritu?
¿Se lo quitarían en las horribles fábricas? ¿En los malos entendidos cotidianos? ¿Seria culpa del sistema, de la sociedad? Quizás fuera por culpa de la decadencia moral expresada magistralmente por Dostoievski anunciador de nuestra calamitosa existencia “Sin Dios no hay nada” O quizás de una mala infancia, la televisión, de su fisiología cerebral, de los genes ¿de quien era la culpa?
Manuel mato a Dios hacia años, pero como ese inocente crimen le supo a poco, también mato su deseo de vivir, su derecho a la Felicidad, incluso su ilusión de amar y ser amado.
Era muy evidente que no estaban en sintonía. No obstante durante unos días Raquel hizo sentir a Manuel algo no sentido desde hacia tiempo, amor.
La volvió a mirar intentando adivinar que pensaba, le extrañaba sabiendo que ella era una persona muy inteligente, ser tan crédula en las historias descerébrales de Melena y compañía.
Estaba juzgando Raquel aquello muy mal, Manuel no la podía comprender. Iban totalmente perdidos Melena y compañía, no tenían ningún proyecto, apostar por ellos era jugar a la ruleta rusa con un revolver apuntando a la sien. Y ella parecía creerlo, incluso quería ser socia.
Raquel era la más dispuesta a trabajar de todos ellos. A parte de guapa e inteligente era muy trabajadora. Hacia un año tenia no un trabajo, sino cuatro. Asumía el significado regeneracionista trabajo, para ella dignificaba. No como a Manuel que le molestaba. La chica siempre estaba buscando alguna faena y daba con ella, un día hablaba con el teniente alcalde, otro con los sindicatos, otro con empresarios. Le iban dando algunas faenitas con lo que pasaba el mes, a parte de su prodigio para vivir con poco, su meritoria capacidad de sacrificio y ahorro. De todas formas, todos los asamblearios con más o menos ganas de trabajar. Por sus padecimientos pasados, por los dolores de espalda, por los intentos hechos de minarles su autoestima y dignidad los empresarios, las disecciones a sus personalidades llevabas a cabo en el nombre del beneficio. En comparación con otros trabajadores alienados, los asamblearios eran plenamente consciente de su realidad: eran carnaza de segunda en el mundo burgués, así que no les quedaba otra. La gran diferencia de Manuel respecto a sus compañeros de infortunio era que no establecía en los asuntos la Fe, ya que carecía de esta.
Manuel era un enamorado de las formas y métodos, aunque el no practicara ninguno, conocía de la grandeza de estos y su capacidad de levantar montañas, cosa que con Fe no se consigue nada.
Consideraba poco pragmáticos a sus compañeros, pensaba que actuaban así porque estarían como él, hartos de todo, carentes voluntad y esperanzas. A ratos se opinaba que el objetivo era posible conseguirlo. Podemos, para decir al momento que eso era demagogia tipo Obama. We can, we change, y caer rendidos en el sopor de un vida terrible de poderosos contra débiles. Ese sueño duraba hasta que como un bipolar cambiaban de extremo y atacaban a cualquier gigante entrados en fiebres revolucionarias. Estos los derribaban una y otra vez y a dormir que también regenera.
¡Pobres miopes! no vieron que el gigante era un simple e inofensivo molino, su terrible espada eran ligeras aspas.
Los métodos brillaban por sus carencias. Las asambleas se repetían casi calcadas y el trabajo que se hacia, por mal hecho no prosperaba, esto exasperaba y frustraba. Pero allí no se cambiaba las formas de hacer las cosas. Esperaban que a lo burro saliera todo. Se encabezonaron en llegar hasta donde querían sumando dos y dos y que les diera 5, por más que alguien les dijera que eso era un error y sumaran de otra manera no se les podría convencer de lo contrario. Su cabezonería patria tenia tintes épicos y consecuencias sociales, ya que todos caerían por el camino, ninguno se salvaría.
Por mucha Fe que se tuviera, por mucha brujería que se hiciera invocando a los poderes del agua, la tierra, el aire, el sol, la luna, el mar, las estrellas, los celestiales e infernales.
Si no se ponían a hacer algo de manera inmediata, racional y de forma ordenada no conseguirían nada, Manuel lo tenía claro.
La reunión seguía:
-Os comento- siguió el compañero- tenemos unas reformas, al estar dados de alta podemos hacerlas, lo que pasa es lo siguiente: las personas contratadoras no están, se han ido de vacaciones, hay que concretar cosas, ya veremos…. En septiembre seguiremos averiguando esto.
-Pero-dijo Manuel-les habréis hecho un presupuesto, sabréis de que se trata.
-Bueno, no hay nada concreto hay que hacer otras reuniones…seguramente nos darán la reforma ahora al ser cooperativa… bueno la verdad, debemos esperar.
-Bueno dijo Manuel- miro a Raquel, volvió a apartarle la mirada, aquello le estaba molestando. Manuel estaba a punto de levantarse e irse. Pensaba para sí: seguramente estará pensando Raquel que soy energía negativa y encima un descarado que no paraba de mirarla. Frío como el hielo, su indiferencia me traspasa la carne. Y estos recuerdos que me llenan de angustia. Ahora no, aguanta, aguanta. Un poco más y estarás con ella.
Durante un rato estuvieron presentando diversos proyectos. Se volvió a hacer una ronda de preguntas:
-Me llamo Rosa, quería comentar una cuestión que no os gustara oír. Creyendo en otro mundo posible, de todos estos proyectos, me dais poca seguridad. Si invierto me gustaría saber en que.
Se hizo un comentario de desaprobación general, incluso varias personas la miraron con desagrado, un miembro se fue indignado.
Manuel estaba decidido a irse, deseaba quedarse con Raquel pero el convencimiento metacognitivo que tenía de la mente de Raquel de que él era energía negativa y destructiva armonizo su decisión de abandonar la asamblea. Junto con unos sentimientos que se agolpaban en las dentritas y axones de sus vísceras desbarajustándole todo el sistema nervioso. Estaba condenado a abandonar. A Manuel le era imposible ejercer otra alternativa.
Mientras se iba le llamo la atención de la actitud hacia la compañera por cuestionar la poca seguridad que trasmitía aquella gente. Manuel coincidía con ella.
Acalorada, por todas partes la criticaban. Ya llegaban a la fase de hablar vez.
Le recriminaban su incredibilidad.
El que más ladraba era melena defendiendo su gran trabajo.
-llevamos meses trabajando en esto, el proyecto esta muy avanzado. Lo que es vergonzoso es que nadie haya puesto un euro. Haber en cuantas reuniones has estado ¿en tres o cuatro? yo llevo más de 14 y aun estamos igual, hay que formalizar la cooperativa y luego ya veremos lo que hacemos. Haremos lo que nos de la gana, nos dedicaremos a lo que queramos. Mira lo que te digo, en todos los negocios se pierde, si pierdes ¿que pierdes? 150 euros, eso no es nada.
-No, si yo no digo que no crea, dijo la mujer atribulada, pero es que me dais pocas garantías, no se que vais hacer.
-Hacer, hacer- le contesto Melena. Haremos lo que nos de la gana.
Manuel no espero, le dijo a Raquel:
-Me voy, no lo aguanto más.
Ella se quedo con la boca abierta sorprendida.
La expresión a Manuel le horrorizo, era ese tipo de expresión que se queda gravada para siempre.
Raquel no se esperaba que se fuera así, estaba totalmente desprevenida.
¿Para que había ido e insistido tanto que deseaba verla? ¿Para eso?
El se sintió como si se estuviera despidiendo definitivamente de alguien al que se ama.
El dolor tan intimo por una perdida muy querida se le clavo dentro de la entrañas.
Una hoja de cuchillo cruzándole la garganta dolería menos y respiraría entre los borbotones de sangre con más alegría.
Salio confuso, con pensamientos y sentimientos mezclados, girando en la orbita de la vergüenza y la culpa. Recordando con gran dolor su expresión de asombro. Ese recuerdo lo hizo el símbolo de la inmoralidad a la que llegaba.
La vergüenza le invadía. Odiaba su poco aguante ante la vida. Podría haber estado con una muchacha preciosa, inteligente, culta, con cosas que contar interesantes. Podría a haber encontrado otra vez a su lado el gran sentido de la justicia y la moral, antaño su máximo orgullo, su única posesión importante en la vida. Incluso ella le podía ayudar a perdonarse. Debería estar con ella ayudándola, intentando luchar a su lado por un proyecto común. Sin embargo se fue por qué le asusto sentir y volver a tener Fe. La que le pedían los asamblearios. ¿Es que no veían que no tenían racionalmente ninguna posibilidad tal y como lo formulaban, que estaban arrojados al fracaso? ¿Entonces, para que escuchar aquel discurso, decidir, votar? Se veía ante ella como un ser inmoral. Notaba una gran mancha interna que le desprendía un hedor insoportable. La angustia y el asco de vivir le dominaban. Raquel era demasiado bella e inmaculada para mezclarse con él. Luego se conmovió pensando en ella y en él. La vida le volvía a fallar por su culpa, por su falta de determinación, lo lamento odiándose, pero sin arreglar nada. Todas sus equivocaciones pasaron por su mente. ¿Cómo vivía? Casi en la miseria. Cerró los puños con rabia homicida. En la vida no le quedaba nada, ni nada le aguardaba, y eso le tranquilizaba. Al conocer a Raquel dejo de sentir complacencia por su abandono. Recordó tiempos mejores cuando era una persona integra e inocente. Ahora no tenía honor, incluso había cometido pequeños robos para salir adelante. Él ya no era él. No creía merecer la dicha de alguien tan hermosa prestándole atención. Manuel solo era un espectro que respiraba, comía, dormía y odiaba. Nadie perdona al que ha pretendido ser más que los demás y fracasa en su intento. Intentó que su voz se oyera sobre la de los demás, pero no para sí, ya que jamás pensó en él, sino para luchar por los pobres, y como acabo: siendo pobre. La justicia que quería aplicar sobre los ricos, todos los días se la aplicaba a él.
Manuel empezó a deambular. El día era muy caluroso, sin darse cuenta llego a la playa. Allí observo las olas morir en la arena y desaparecer. Las envidio, intento tocar una y su blancura sucumbió devorada por la arena.
Que suerte, le dijo, ya no tienes que sentir.
Entro en un pequeño bar, tenia el aspecto de local de trabajadores, poco iluminado, viejo, sin glamour. Son estos lugares donde se traga humo, las conversaciones son violentas y casi siempre hay algún borracho lamentando un desamor que le ha arruinado. Son lugares que reconfortaban a Manuel en momentos así.
Buenos días ¿podría ser un cortado?
-Que si podría ser- dijo el barman, un ser de corta estatura, huesudo, de ojos brillantes como una rata hambrienta, incluso sus movimientos rápidos y ágiles le asemejaban a ella- Pues claro que puede ser, marchando muchacho.
Que me voy, que me voy-comentaba el camarero dirigiendo a otro hombre más joven- ya estoy harto de trabajar, tengo 16 años cotizados, porque lo demás he estado de autónomo. Ya estoy harto, voy a empezar a coger bajas. Trabajo un poco y más, y bajas, así hasta jubilarme.
Eso es lo que hay que hacer-le dijo el hombre joven tenia una gran melena, en un principio le pareció a Manuel una persona progresista, por su aspecto de pelo largo, ropa tipo hippies de los años 60, pero pronto se dio cuenta que no, la conversación que empezaron y a Manuel le tocaba escuchar le repugnaba.
- Tendrás tu huchita preparada, es lo que hay que hacer en la vida, ahora mira, el gobierno lo esta haciendo. Nada de cómo antes que la gente se jubilaba y sin tener lo necesario para hacerlo cobraban todos de la hucha común y se las arreglaban. Ahora eso se va, todos con su huchita como en Estados Unidos, la gente que se lo pague poco a poco en la vida y el que no llegue, que muera.
Pero en estados Unidos hay muchas hambres-le dijo el camarero.
Quien pasa hambre es por que se lo merece, que se joda, ahora veras con Obama que quiere cambiar el sistema sanitario a peor, el actual es un éxito y los Norte Americanos lógicamente se niegan al cambio del negro. Quiere sanidad para todos, eso es un error. Normal que se nieguen. imagínate que van a operar a una persona del corazón que tiene 80 años y dinero, enseguida la operan. Si entra la sanidad publica ¿que pasaría? Si uno es joven y necesita el corazón, le operan antes, aunque no tenga dinero, el rico muere.
El cortado le estaba sabiendo mal a Manuel, pago y se fue.
Arranco el coche, por un momento pensó en ir a ver a Raquel, disculparse e invitar a comer e ir a alguna parte, después pensó que seguramente le despreciaría, le habría etiquetado como una persona insensible y negativa. Alguien destruido y destructor. Ella tenía cosas que hacer en la vida, tenia voluntad firme de luchar, de la que él carecía.
Arranco con rabia por haber llegado a esa verdad de la que era prisionero y todo por su culpa, la vida le puso en esa situación cuando había tenido medios para evitarlo.
Durante años Manuel intento mantener unos principios morales estrictos, pero no pudo conseguir mantenerlos puros. Lo atribuía a sus debilidades, intento corregir su falta de espíritu pero no lo consiguió, cada vez estaba más aplastado.
Llego a casa de su amigo Andrés. No estaba, contrariado se fue a la playa a bañarse. Donde aparco estaba lleno de motos grandes, música y gente contemplando las maquinas con envidia y adoración.
La policía custodiaba las motos.
En un chiringuito lleno de moteros, exhibían los brazos repletos de tatuajes, gafas y barbas a lo zztop, gorras de Harley, esvásticas, alcohol. Las chicas ligeras de ropa también tenían la oportunidad de desfilar como un objeto de consumo. Eran brutas e insoportables escucharles hablar, no sabían.
Manuel se tiro en el mar y empezó a nadar olvidándose de todo.
Salio, se seco. Se disponía a irse cuando vio a un amigo que iba al chiringuito. Era José con su moto, la adoraba más que a las personas de verdad. Tenía un grado de amistad con ella preocupante. Veía en ese montón de hierro, en ese amasijo de chatarra veloz un amigo. Era fácil de adivinar que era su refugio contra las calamidades de la vida.
En un ambiente desestructurado, individualista y de consumo estableció una extraña relación con ese objeto móvil.
Cuando le vio le saludo y le hizo la señal de que cruzara a la acera, ya que iba al chiringuito.
-¿Cómo esta Manuel? Se dieron la mano.
-No muy bien.
-Espera, vente que te invito ¿Qué quieres tomar?
No se – le dijo Manuel, no me encuentro muy bien.
-¿Qué te pasa? ¿Qué tal? Le interrumpió para saludar a otro motero.
-Has visto que tubo de escape lleva ese, seguro que vale más de 1000 euros y hace un ruido atronador, tengo que comprarme uno igual.
-Bueno me decías que no te encuentras bien o algo así, venga vamos a tomar algo ¿Qué quieres? Haber dime.
-José -dijo un hombre de la mesa, toma la pulsera para no tener que pagar nada por ser de la asociación, ves, te darán el ticket para la comida.
-Manuel ¿quieres quedar a comer?
-No, creo que no me voy.
-¿Cómo estas José?-se acerco una chica a saludarle. Después de esto fiesta y más fiesta como me gusta la fiesta, nos haremos algo por ahí ¿traes pasta?
-Alguna vez salgo yo sin pasta o carezco de la misma, princesa, me educaron para amar únicamente a eso, a el dinero, no hay otro dios, no hay otro camino más que el dinero, eso lo arregla todo, y no dios.
Conforme pasaban por la terraza del chiringuito del bar iban saludando a José los del club motero.
Su saludo era de tipo ritual como si retuvieran en una hermandad. Tenían todos aspecto de fascistas, la bandera de España no faltaba. En su actitud hacían gala de una gran violencia, incluso jugaba a pegarse. Colocados frente a frente hacían como si se pegaran en los brazos, para delicia de las muchachas que de la excitación se mordían los labios. Las alusiones a Hitler y la necesidad de un IV Reich eran constantes, como referencias a Franco el salvador de la inmoralidad.
Una rubia casi desnuda y drogada hablaba de la responsabilidad que recaía sobre los moteros de limpiar el país de inmigrantes.
La culpa de la crisis- comentaba- es por esas ratas asquerosas, incivilizadas e inferiores Los moteros aplaudían la gracia. Uno se la llevo, la tiro igual que a un saco en lugar oscuro del bar, saco alguna sustancia y la agarro del pecho…
La policía custodia el bar para que nadie les molestara, esa exhibición de forma de vida estaba pagada con dinero público por el ayuntamiento y la asociación de moteros. El consumo de alcohol en el bar no paraba, los establecimientos de la zona, sobre todo los que vendieran alcohol, vicio y ocio tendrían enormes beneficios.
El alarde de consumo y diversión barata no pararía hasta el día siguiente.
Me voy, le dijo Manuel a José.
Ese ambiente era repugnante a la sensibilidad de Manuel. José y él eran amigos de antaño, pero cada uno se distancio en su forma de entender la vida, se saludaban pero sus mundos eran contrapuestos.
Manuel se fue, no quería estar solo en esos momento pero ¿con quien ir?
Cuando estaba a punto de llegar a casa recordó que no tenía alimentos. Lo único abierto era un supermercado. Llego a un semáforo, se puso en rojo paro. A su lado se puso otro coche con música ensordecedora, de esa que exalta el individualismo, la violencia y el descontrol, se puso en verde, salio el otro coche a toda velocidad. El conductor de repente lanzo desde la ventana al medio de la carretera un paquete repleto de galletas que iba comiendo mientras conducía. Pararon en el siguiente semáforo.
A Manuel la estética de tirarlas de esa forma tan despectiva, ensuciando la calle por su capricho, y encima comida, habiendo tanta gente pasando hambre; le encolerizo. No tenia costumbre de decir nada a la gente por este tipo de acciones por ser aquí de uso diario.
En el otro semáforo lo pillo Manuel. Le pito, el chaval miro.
-¿Te habrás quedado a gusto, no?
-¿Qué dices?
-Nada, que eres un poco cerdo ¿Te parece bien tirar la bolsa de galletas?
-¿Eres jilipollas o qué? Yo hago lo que me da la gana.
-Vete a tomar por culo payaso-
Se puso en verde y Manuel se fue, no por miedo sino porque no era cuestión de ponerse a su altura.
Los chavales no hicieron tras estas palabras nada, ni siquiera salieron tras él para hacerle parar. Se quedaron atrás, no tuvieron ganas de pelea. Manuel era muy corpulento, destacaba en altura a la mayoría así que imponía respeto por eso no le hicieron nada.
Paró Manuel en el supermercado. Estaba a rebosar de gente, iba por las inagotables estanterías comprando mientras sonaba la música más ordinaria del mundo.
Las cajas registradoras no paraban de abrirse. Las automáticas androides de las dependientas ancladas a las cajas deslizaban la mercancía por las cintas de forma monótona. Ningún cliente les saludaba, nadie agradecía su trabajo.
A fuerza de ser tan automáticas no parecían mujeres, no poseían ningún tipo de belleza, se la robaron al pasar por la cinta para firmar el contrato.
Con repugnancia y por necesidad compro. Alguna vez pasó por allí para comprar, también sentía curiosidad de las marcianadas de los grandes supermercados.
La alienación de las personas a Manuel le aterraba, pero le fascinaba los métodos con los cuales lo habían conseguido. Era para felicitar a los capitalistas. Tres millones de años de evolución humana para el advenimiento en los últimos 30 años del perfecto imbecil.
Llego a casa, abrazo con cariño a sus perros. La casa estaba sucia, debía limpiarla pero decidió dejar la limpieza para el día siguiente, así llevaba toda la semana.
Toda la casa estaba llena de libros, papeles, polvo, pelos de perro…
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