Capitulo IV.
La asamblea. Desamor. La fuga. Los moteros.
Resignado aceptaba Manuel a tener que pasar otra mañana encerrado en el local del sindicato.
Envuelto en el ambiente tedioso de las asambleas donde se empieza hablando en voz baja, pidiendo la vez, y se acababa hablando todos a la hora sin orden ni consenso.
Es ciertamente el mejor sistema inventado para evitar las motivaciones de poder de los humanos, la única forma de participación de cada individuo en un grupo; pero puede resultar estridente utilizado de cualquier manera.
No deseaba ir por sabida la lección allí aguardada, pero como hizo promesa a Raquel, no podía dejar de acudir.
La situación económica no paraba de empeorar en el país.
Aumentaba la armada del derrotismo, actitud típica del pueblo español.
Los pobres se agolpaban en los contenedores, en los mercados, para llevarse algo a la boca. Los pobres como siempre paganos olvidados.
Preocupados los miembros de la asamblea de parados de una realidad adversa deseaban hacer algo.
Estaban firmemente decididos a constituirse como cooperativa.
Los pilares donde se apoyaban los proyectos eran rumores elevados a revelaciones mesiánicas.
Un proyecto pródigo entre tantos fue de estas maneras presentado:
“Compañeros, nos han cedido unas tierras, bueno hay que esperar un poco y concretar cuatro actuaciones, pero tenemos algo, dentro de poco estaremos plantando y comiendo los frutos de nuestro esfuerzo”
Todos aplaudieron y lo celebraron, la salvaciones de las hambres del 2009 estaba servida.
Era hora de tomarse un respiro para no sufrir estrés tras tan importante anuncio.
Y al séptimo mes el plan se fraguo en sus mentes, y descansaron.
Durante mucho tiempo y muchas asambleas no se paraba de hablar de este rumor.
-¡las tierras, las tierras!- se decían unos a otros con miradas cómplices- pronto vendrán como el mana del cielo.
Lo daban por la mayor de las realidades, incluso fuera de esta asamblea, a muchos kilómetros de distancia, desde los confines más alejados de la provincia se atendían peticiones de gente interesada en integrar en las filas de dicho proyecto emancipador.
Lo describían como un tren que no había que perder.
Durante meses nadie se preocupo de saber por donde paraba el tren para subir y conducirlo.
En la estación aguardaban los compañeros y compañeras con fe ciega. Pasaban días y más días.
Sufrían un poco de estreches, pero como el que más o el que menos, de una forma u otra comía por lo menos una vez al día, y era verano, tiempo de alegría y felicidad, esperaban con paciencia resignada la gran ofensiva para el otoño. Entonces ajustarían las cuentas, bien ajustadas, a los judeo-burgueses.
Al fin y al cabo la experiencia de vivir bajo una dictadura capitalista les hizo resistentes a la pobreza.
De vez en cuando algún insensato se tiraba a las vías arriesgándose a que le cogiera el tren de las oportunidades. Sobre los raíles colocaba el oído como los indios para anticipar su venida.
¿Escuchas algo compañero? Le preguntaban.
No, contestaba, pero no padezcáis que vendrá.
Cuando la imaginación es el poder tampoco es necesario puntualizar y concretar, establecer objetivos, elaborar planes.
Más de uno ya había saboreado los dulces frutos de los tomates imaginarios; por ser artificio del cerebro no son menos sabrosos que los que crecen del trabajo real.
En las mentes de los asamblearios se veían como grandes agricultores con paraeta en el mercado.
¡Que hermosura de vida!
Uno para todos y todos para uno.
Unos compañeros trabajarían tranquilamente las tierras sonriendo, bromeando entre ellos, sin presión, sin el estrés, ni discriminación, ni acoso. Harían de la tierra el paraíso.
Otros se encargarían de vender las cosechas con la misma paz de espíritu.
Una cuestión importante a discutir era el nombre de las tierras. Seria el nombre más bello jamás puesto a un torrezno.
Entre tanto bautismos y amor por la tierra, las cedidas en arriendo se hacían yermas de puro abandono, cuna de las malas hierbas. Las instalaciones de transporte de agua cada día estaban peor.
Las asambleas monótonamente se sucedían pudiendo adivinarse el tema.
-Compañeros de aquí no nos vamos hasta constituirnos como cooperativa, necesitamos dinero.
Todas las asambleas acaban solicitando la recaudación, pero por mucho que pasaban la boina, allí no caía nada.
Y vuelta a empezar.
Otra asamblea, los mismos rumores llamados proyectos, alguna que otra novedad. La boina.
- Pues veréis compañeros….hemos hablado con una persona que conoce a otra que le han dicho de hacer algunas faena y aprovechando la ocasión haremos algo… Luego esta lo de las tierras, además la granja escuela. No, si por proyectos no será, ya veis el mundo tiene mucha riqueza, la pobreza es totalmente erradicable, es cuestión de hacer.
- Pero hacerlo ya, ostia, a ver cuando de verdad nos ponemos-se oía alguna que otra voz díscola-yo ya no cobro paro, ni nada, y no hay trabajo… mis hijos tiene que comer.
-Tranquilos, hay que esperar. Esa será la consigna que nos mantendrá siempre unidos, esperar, ya vendrá la buena.
Ese día Manuel tenía un mal presentimiento. Estaba convocado a una asamblea como otras.
Estaba el tema de Raquel.
La amaba apasionadamente, se había enamorado demasiado deprisa, característico de las pasiones.
El amor requiere al igual que las cooperativas, las asambleas de parados, o los vinos añejos, dejarlos reposar años.
Se juntaba en el amor de Manuel la precipitación, su poca voluntad hacia la vida, y la irresistible tentación de abandonar todo cuando las cosas salían mal. El esfuerzo característico de su juventud dio paso con los años al escepticismo y al cinismo, amén de una gran pasión por tumbarse a esperar.
No estaba exento Manuel de inseguridades: el amor no era una excepción. De lo que estaba firmemente convencido es en que todo le saldría mal, y siempre atinaba.
Raquel le demostraba afecto! pero parecía tan fría !
No era una frialdad que notara especialmente dirigida a él.
Sino era una frialdad nacida del desencanto por el mundo y con el mundo.
Con el tiempo las decepciones debieron conducirle a ese estado.
Había sufrido mucho, se le notaba en su hermosa mirada de intensos ojos verdes en los que la esperanza palidecía con el cerrar de los parpados para volver a brotar con su despertar.
Su condición de mujer de buen ver debió de provocarle muchos problemas con los hombres.
Hacia gala de una gran sabiduría para anticipar peligros, eso confirmaba la gran experiencia que de la vida traía consigo.
Y como nadie por muy fuerte que sea puede soportar la vida, sobre todo cuando a sido dura, busco un refugio. El elegido de Raquel eran las matemáticas, como para otros era la religión, el humanismo, los Rolling Stones, buda, la cultura… Buscaba una formula como Spinoza para encontrar el sentido de la vida. Estaba completamente segura de estar escritos los misterios de la vida en una formula matemática. La buscaba como Percival el Santo Grial.
Realmente Manuel se veía poca cosa para ella.
Manuel arrastraba una vida de apretureces con toda su pedagogía. De desaguisados y celadas existenciales, mordeduras de otros hombres estaba curtido, pero con las mujeres no estaba muy despierto.
Aun conservaba una visión romántica e infantil del otro sexo.
Creía que la gente era noble en cuestiones amorosas y no cambiaba como una veleta.
Aunque la realidad se mostraba con toda su cruel crudeza. Las veletas, a modo de pendones en la tormenta huracanada apuntaban en todas las direcciones. Algunos salían precipitadamente despedidos, arrancados del mástil para estrellarse contra el suelo. Empezaba a pensar que eso del amor, era como la mayoría de las cosas de la vida, otra porquería.
Raquel era muy aventurera, había viajando por varios continentes dependiendo únicamente de ella, en un mundo de gente violenta y dominada por las pulsaciones de sus deseos. No debió ser sencillo sobrevivir.
Manuel tenía enorme ganas de verla, pero a la vez tenía el presentimiento de que Raquel le haría sufrir.
Esa mezcla de sentimientos contrapuesto le hacia estar inseguro.
Llego con el coche.
Subió a casa de Raquel que ya se iba a la reunión. Le dio dos besos rápidos.
Ella permaneció impasible a sus lobeznas miradas.
Estaba bellísima. Iba con una túnica corta del tipo de las vestales griegas. Con su tipo delgado, sus abultados pechos redondos y su gran melena, parecía más que nunca diosa castigada por enamorar o encelar a algún dios. Debió hacer algo terrible en su anterior vida para acabar en el mundo sindical.
Apenas se dijeron nada. Llegaron al local.
Lo primero saludar a los compañeros. Las asamblearios hablaban entre sí, bromeaban, era todo muy jovial.
Esperaban a la gente de Valencia, Melena y sus amigos. Llegaron, saludaron brevemente y se sentaron.
Tomando sus rostros gravedad dieron comienzo al acta de la asamblea, se comento brevemente los puntos a tratar.
- 1º La necesidad de capitalizarse.
Lo sabia- dijo Manuel para sus adentros.
Empezó hablando un compañero de Melena:
-Nos hemos constituido ya como cooperativa, ahora nos faltan los 3000 euros, y ya podremos pedir las subvenciones, tenemos diversos proyectos, pero sigue faltándonos dinero. Cuando tengamos los últimos requisitos para que este todo correcto podremos pedir las subvenciones y repartirlas. Salimos a 150 euros por cabeza, eso lo podéis conseguir de cualquiera, de un amigo, de un familiar, o bueno ¿Quién no tiene 150 euros? Una vez estemos constituidos pedimos la subvenciones y con ellas se reparte los 150 euros. Lo que es importante es que la gente se apunte a la cooperativa.
Un asambleario pregunto- las subvenciones ¿de cuanto son?
-Depende del colectivo-contesto- por ejemplo, mujer y mayor como entra en riesgo de exclusión 10000 euros, parados de larga duración mayores de 45 años 5000, parados de larga duración y menos edad, 25000. Cuando peor esta la persona más dan.
- Ah pues por mi os darían muchísimo yo soy mujer y mayor-dijo una asistente.
-Esas son las que interesan-comento otro haciendo cálculos mentales.
La conversación empezó a girar por esos derroteros hasta que alguien puso un poco de orden.
–Silencio compañeros se va a dar entrada a otro orden del día, se comentará lo de las tierras.
-Es que lo sabia- se dijo Manuel. Miro a Raquel que le esquivo la mirada. La notaba extraña, distante, atendía a la asamblea con fe ciega. Le extrañaba que estuviera tan interesada ya que Manuel la consideraba inteligente y había indicios de que esa asamblea sería igual que la del mes pasado, de la de Castellón de la semana pasada, la de Valencia de hacia tres días, de la del casal popular de hacia 8… seria como siempre, pasarían la boina, hablarían de las bondades de la vida del campo y la hermandad de los hombres, luego de las tierras y después de los trabajos del diversos, ninguno en concreto, divagaciones que podían ser o no ser. Tramulladas verbales al fin y al cabo de funambulitas que jugaban a ratos a anarquista y a ratos al circo sin red del marketing.
Era totalmente predecible: declaraciones de una nueva oferta de trabajo acabada en un pero…para decir que lo dejaban hasta la próxima reunión que seria después del verano, en septiembre. Igual que en esa época se retoman los estudios de ingles, las clases de guitarra o karate aquí se retomaría lo de la tierra, las reuniones con los políticos, la lucha social…
Manuel quería irse y se lo indico a Raquel. No era únicamente su inseguridad hacia ella, sino que se le estaban agolpando emociones que le oprimían el corazón. Con todo aquel jaleo las atendía mal. Necesitaba irse, alejarse de todo, abandonar.
-Vámonos no ves que es lo de siempre, van a decir lo mismo que la otra vez.
-Yo no me voy-le contesto-si quieres irte tu vete, estamos en una asamblea y se están decidiendo cosas ¿no lo ves?
Manuel, estuvo a punto de levantarse e irse, no comprendía porque era tan importante para ella estar ahí pudiendo estar en la playa, sabiendo el resultado de la reunión. Pero hizo un esfuerzo y aguanto. No paraba de pensar lo bella que era, lo que le gustaba estar en su compañía, aunque también analizaba que ese vitalismo crédulo de Raquel era un problema para que prosperaran sus expectativas de amor hacia ella. Si le confesará que a ratos la vida le era indiferente, y no tenía ganas de hacer nada se sentiría muy decepcionada. Pero era algo que siendo ella bastante inteligente no tardaría en deducir. Se sentía culpable de no tener vitalidad.
¿Dónde la perdió? antes no era así. Tenia ilusiones, sueños, ahora no quedaba nada, más que un enorme bostezo. Pasaba los días somnoliento. ¿Y su espíritu?
¿Se lo quitarían en las horribles fábricas? ¿En los malos entendidos cotidianos? ¿Seria culpa del sistema, de la sociedad? Quizás fuera por culpa de la decadencia moral expresada magistralmente por Dostoievski anunciador de nuestra calamitosa existencia “Sin Dios no hay nada” O quizás de una mala infancia, la televisión, de su fisiología cerebral, de los genes ¿de quien era la culpa?
Manuel mato a Dios hacia años, pero como ese inocente crimen le supo a poco, también mato su deseo de vivir, su derecho a la Felicidad, incluso su ilusión de amar y ser amado.
Era muy evidente que no estaban en sintonía. No obstante durante unos días Raquel hizo sentir a Manuel algo no sentido desde hacia tiempo, amor.
La volvió a mirar intentando adivinar que pensaba, le extrañaba sabiendo que ella era una persona muy inteligente, ser tan crédula en las historias descerébrales de Melena y compañía.
Estaba juzgando Raquel aquello muy mal, Manuel no la podía comprender. Iban totalmente perdidos Melena y compañía, no tenían ningún proyecto, apostar por ellos era jugar a la ruleta rusa con un revolver apuntando a la sien. Y ella parecía creerlo, incluso quería ser socia.
Raquel era la más dispuesta a trabajar de todos ellos. A parte de guapa e inteligente era muy trabajadora. Hacia un año tenia no un trabajo, sino cuatro. Asumía el significado regeneracionista trabajo, para ella dignificaba. No como a Manuel que le molestaba. La chica siempre estaba buscando alguna faena y daba con ella, un día hablaba con el teniente alcalde, otro con los sindicatos, otro con empresarios. Le iban dando algunas faenitas con lo que pasaba el mes, a parte de su prodigio para vivir con poco, su meritoria capacidad de sacrificio y ahorro. De todas formas, todos los asamblearios con más o menos ganas de trabajar. Por sus padecimientos pasados, por los dolores de espalda, por los intentos hechos de minarles su autoestima y dignidad los empresarios, las disecciones a sus personalidades llevabas a cabo en el nombre del beneficio. En comparación con otros trabajadores alienados, los asamblearios eran plenamente consciente de su realidad: eran carnaza de segunda en el mundo burgués, así que no les quedaba otra. La gran diferencia de Manuel respecto a sus compañeros de infortunio era que no establecía en los asuntos la Fe, ya que carecía de esta.
Manuel era un enamorado de las formas y métodos, aunque el no practicara ninguno, conocía de la grandeza de estos y su capacidad de levantar montañas, cosa que con Fe no se consigue nada.
Consideraba poco pragmáticos a sus compañeros, pensaba que actuaban así porque estarían como él, hartos de todo, carentes voluntad y esperanzas. A ratos se opinaba que el objetivo era posible conseguirlo. Podemos, para decir al momento que eso era demagogia tipo Obama. We can, we change, y caer rendidos en el sopor de un vida terrible de poderosos contra débiles. Ese sueño duraba hasta que como un bipolar cambiaban de extremo y atacaban a cualquier gigante entrados en fiebres revolucionarias. Estos los derribaban una y otra vez y a dormir que también regenera.
¡Pobres miopes! no vieron que el gigante era un simple e inofensivo molino, su terrible espada eran ligeras aspas.
Los métodos brillaban por sus carencias. Las asambleas se repetían casi calcadas y el trabajo que se hacia, por mal hecho no prosperaba, esto exasperaba y frustraba. Pero allí no se cambiaba las formas de hacer las cosas. Esperaban que a lo burro saliera todo. Se encabezonaron en llegar hasta donde querían sumando dos y dos y que les diera 5, por más que alguien les dijera que eso era un error y sumaran de otra manera no se les podría convencer de lo contrario. Su cabezonería patria tenia tintes épicos y consecuencias sociales, ya que todos caerían por el camino, ninguno se salvaría.
Por mucha Fe que se tuviera, por mucha brujería que se hiciera invocando a los poderes del agua, la tierra, el aire, el sol, la luna, el mar, las estrellas, los celestiales e infernales.
Si no se ponían a hacer algo de manera inmediata, racional y de forma ordenada no conseguirían nada, Manuel lo tenía claro.
La reunión seguía:
-Os comento- siguió el compañero- tenemos unas reformas, al estar dados de alta podemos hacerlas, lo que pasa es lo siguiente: las personas contratadoras no están, se han ido de vacaciones, hay que concretar cosas, ya veremos…. En septiembre seguiremos averiguando esto.
-Pero-dijo Manuel-les habréis hecho un presupuesto, sabréis de que se trata.
-Bueno, no hay nada concreto hay que hacer otras reuniones…seguramente nos darán la reforma ahora al ser cooperativa… bueno la verdad, debemos esperar.
-Bueno dijo Manuel- miro a Raquel, volvió a apartarle la mirada, aquello le estaba molestando. Manuel estaba a punto de levantarse e irse. Pensaba para sí: seguramente estará pensando Raquel que soy energía negativa y encima un descarado que no paraba de mirarla. Frío como el hielo, su indiferencia me traspasa la carne. Y estos recuerdos que me llenan de angustia. Ahora no, aguanta, aguanta. Un poco más y estarás con ella.
Durante un rato estuvieron presentando diversos proyectos. Se volvió a hacer una ronda de preguntas:
-Me llamo Rosa, quería comentar una cuestión que no os gustara oír. Creyendo en otro mundo posible, de todos estos proyectos, me dais poca seguridad. Si invierto me gustaría saber en que.
Se hizo un comentario de desaprobación general, incluso varias personas la miraron con desagrado, un miembro se fue indignado.
Manuel estaba decidido a irse, deseaba quedarse con Raquel pero el convencimiento metacognitivo que tenía de la mente de Raquel de que él era energía negativa y destructiva armonizo su decisión de abandonar la asamblea. Junto con unos sentimientos que se agolpaban en las dentritas y axones de sus vísceras desbarajustándole todo el sistema nervioso. Estaba condenado a abandonar. A Manuel le era imposible ejercer otra alternativa.
Mientras se iba le llamo la atención de la actitud hacia la compañera por cuestionar la poca seguridad que trasmitía aquella gente. Manuel coincidía con ella.
Acalorada, por todas partes la criticaban. Ya llegaban a la fase de hablar vez.
Le recriminaban su incredibilidad.
El que más ladraba era melena defendiendo su gran trabajo.
-llevamos meses trabajando en esto, el proyecto esta muy avanzado. Lo que es vergonzoso es que nadie haya puesto un euro. Haber en cuantas reuniones has estado ¿en tres o cuatro? yo llevo más de 14 y aun estamos igual, hay que formalizar la cooperativa y luego ya veremos lo que hacemos. Haremos lo que nos de la gana, nos dedicaremos a lo que queramos. Mira lo que te digo, en todos los negocios se pierde, si pierdes ¿que pierdes? 150 euros, eso no es nada.
-No, si yo no digo que no crea, dijo la mujer atribulada, pero es que me dais pocas garantías, no se que vais hacer.
-Hacer, hacer- le contesto Melena. Haremos lo que nos de la gana.
Manuel no espero, le dijo a Raquel:
-Me voy, no lo aguanto más.
Ella se quedo con la boca abierta sorprendida.
La expresión a Manuel le horrorizo, era ese tipo de expresión que se queda gravada para siempre.
Raquel no se esperaba que se fuera así, estaba totalmente desprevenida.
¿Para que había ido e insistido tanto que deseaba verla? ¿Para eso?
El se sintió como si se estuviera despidiendo definitivamente de alguien al que se ama.
El dolor tan intimo por una perdida muy querida se le clavo dentro de la entrañas.
Una hoja de cuchillo cruzándole la garganta dolería menos y respiraría entre los borbotones de sangre con más alegría.
Salio confuso, con pensamientos y sentimientos mezclados, girando en la orbita de la vergüenza y la culpa. Recordando con gran dolor su expresión de asombro. Ese recuerdo lo hizo el símbolo de la inmoralidad a la que llegaba.
La vergüenza le invadía. Odiaba su poco aguante ante la vida. Podría haber estado con una muchacha preciosa, inteligente, culta, con cosas que contar interesantes. Podría a haber encontrado otra vez a su lado el gran sentido de la justicia y la moral, antaño su máximo orgullo, su única posesión importante en la vida. Incluso ella le podía ayudar a perdonarse. Debería estar con ella ayudándola, intentando luchar a su lado por un proyecto común. Sin embargo se fue por qué le asusto sentir y volver a tener Fe. La que le pedían los asamblearios. ¿Es que no veían que no tenían racionalmente ninguna posibilidad tal y como lo formulaban, que estaban arrojados al fracaso? ¿Entonces, para que escuchar aquel discurso, decidir, votar? Se veía ante ella como un ser inmoral. Notaba una gran mancha interna que le desprendía un hedor insoportable. La angustia y el asco de vivir le dominaban. Raquel era demasiado bella e inmaculada para mezclarse con él. Luego se conmovió pensando en ella y en él. La vida le volvía a fallar por su culpa, por su falta de determinación, lo lamento odiándose, pero sin arreglar nada. Todas sus equivocaciones pasaron por su mente. ¿Cómo vivía? Casi en la miseria. Cerró los puños con rabia homicida. En la vida no le quedaba nada, ni nada le aguardaba, y eso le tranquilizaba. Al conocer a Raquel dejo de sentir complacencia por su abandono. Recordó tiempos mejores cuando era una persona integra e inocente. Ahora no tenía honor, incluso había cometido pequeños robos para salir adelante. Él ya no era él. No creía merecer la dicha de alguien tan hermosa prestándole atención. Manuel solo era un espectro que respiraba, comía, dormía y odiaba. Nadie perdona al que ha pretendido ser más que los demás y fracasa en su intento. Intentó que su voz se oyera sobre la de los demás, pero no para sí, ya que jamás pensó en él, sino para luchar por los pobres, y como acabo: siendo pobre. La justicia que quería aplicar sobre los ricos, todos los días se la aplicaba a él.
Manuel empezó a deambular. El día era muy caluroso, sin darse cuenta llego a la playa. Allí observo las olas morir en la arena y desaparecer. Las envidio, intento tocar una y su blancura sucumbió devorada por la arena.
Que suerte, le dijo, ya no tienes que sentir.
Entro en un pequeño bar, tenia el aspecto de local de trabajadores, poco iluminado, viejo, sin glamour. Son estos lugares donde se traga humo, las conversaciones son violentas y casi siempre hay algún borracho lamentando un desamor que le ha arruinado. Son lugares que reconfortaban a Manuel en momentos así.
Buenos días ¿podría ser un cortado?
-Que si podría ser- dijo el barman, un ser de corta estatura, huesudo, de ojos brillantes como una rata hambrienta, incluso sus movimientos rápidos y ágiles le asemejaban a ella- Pues claro que puede ser, marchando muchacho.
Que me voy, que me voy-comentaba el camarero dirigiendo a otro hombre más joven- ya estoy harto de trabajar, tengo 16 años cotizados, porque lo demás he estado de autónomo. Ya estoy harto, voy a empezar a coger bajas. Trabajo un poco y más, y bajas, así hasta jubilarme.
Eso es lo que hay que hacer-le dijo el hombre joven tenia una gran melena, en un principio le pareció a Manuel una persona progresista, por su aspecto de pelo largo, ropa tipo hippies de los años 60, pero pronto se dio cuenta que no, la conversación que empezaron y a Manuel le tocaba escuchar le repugnaba.
- Tendrás tu huchita preparada, es lo que hay que hacer en la vida, ahora mira, el gobierno lo esta haciendo. Nada de cómo antes que la gente se jubilaba y sin tener lo necesario para hacerlo cobraban todos de la hucha común y se las arreglaban. Ahora eso se va, todos con su huchita como en Estados Unidos, la gente que se lo pague poco a poco en la vida y el que no llegue, que muera.
Pero en estados Unidos hay muchas hambres-le dijo el camarero.
Quien pasa hambre es por que se lo merece, que se joda, ahora veras con Obama que quiere cambiar el sistema sanitario a peor, el actual es un éxito y los Norte Americanos lógicamente se niegan al cambio del negro. Quiere sanidad para todos, eso es un error. Normal que se nieguen. imagínate que van a operar a una persona del corazón que tiene 80 años y dinero, enseguida la operan. Si entra la sanidad publica ¿que pasaría? Si uno es joven y necesita el corazón, le operan antes, aunque no tenga dinero, el rico muere.
El cortado le estaba sabiendo mal a Manuel, pago y se fue.
Arranco el coche, por un momento pensó en ir a ver a Raquel, disculparse e invitar a comer e ir a alguna parte, después pensó que seguramente le despreciaría, le habría etiquetado como una persona insensible y negativa. Alguien destruido y destructor. Ella tenía cosas que hacer en la vida, tenia voluntad firme de luchar, de la que él carecía.
Arranco con rabia por haber llegado a esa verdad de la que era prisionero y todo por su culpa, la vida le puso en esa situación cuando había tenido medios para evitarlo.
Durante años Manuel intento mantener unos principios morales estrictos, pero no pudo conseguir mantenerlos puros. Lo atribuía a sus debilidades, intento corregir su falta de espíritu pero no lo consiguió, cada vez estaba más aplastado.
Llego a casa de su amigo Andrés. No estaba, contrariado se fue a la playa a bañarse. Donde aparco estaba lleno de motos grandes, música y gente contemplando las maquinas con envidia y adoración.
La policía custodiaba las motos.
En un chiringuito lleno de moteros, exhibían los brazos repletos de tatuajes, gafas y barbas a lo zztop, gorras de Harley, esvásticas, alcohol. Las chicas ligeras de ropa también tenían la oportunidad de desfilar como un objeto de consumo. Eran brutas e insoportables escucharles hablar, no sabían.
Manuel se tiro en el mar y empezó a nadar olvidándose de todo.
Salio, se seco. Se disponía a irse cuando vio a un amigo que iba al chiringuito. Era José con su moto, la adoraba más que a las personas de verdad. Tenía un grado de amistad con ella preocupante. Veía en ese montón de hierro, en ese amasijo de chatarra veloz un amigo. Era fácil de adivinar que era su refugio contra las calamidades de la vida.
En un ambiente desestructurado, individualista y de consumo estableció una extraña relación con ese objeto móvil.
Cuando le vio le saludo y le hizo la señal de que cruzara a la acera, ya que iba al chiringuito.
-¿Cómo esta Manuel? Se dieron la mano.
-No muy bien.
-Espera, vente que te invito ¿Qué quieres tomar?
No se – le dijo Manuel, no me encuentro muy bien.
-¿Qué te pasa? ¿Qué tal? Le interrumpió para saludar a otro motero.
-Has visto que tubo de escape lleva ese, seguro que vale más de 1000 euros y hace un ruido atronador, tengo que comprarme uno igual.
-Bueno me decías que no te encuentras bien o algo así, venga vamos a tomar algo ¿Qué quieres? Haber dime.
-José -dijo un hombre de la mesa, toma la pulsera para no tener que pagar nada por ser de la asociación, ves, te darán el ticket para la comida.
-Manuel ¿quieres quedar a comer?
-No, creo que no me voy.
-¿Cómo estas José?-se acerco una chica a saludarle. Después de esto fiesta y más fiesta como me gusta la fiesta, nos haremos algo por ahí ¿traes pasta?
-Alguna vez salgo yo sin pasta o carezco de la misma, princesa, me educaron para amar únicamente a eso, a el dinero, no hay otro dios, no hay otro camino más que el dinero, eso lo arregla todo, y no dios.
Conforme pasaban por la terraza del chiringuito del bar iban saludando a José los del club motero.
Su saludo era de tipo ritual como si retuvieran en una hermandad. Tenían todos aspecto de fascistas, la bandera de España no faltaba. En su actitud hacían gala de una gran violencia, incluso jugaba a pegarse. Colocados frente a frente hacían como si se pegaran en los brazos, para delicia de las muchachas que de la excitación se mordían los labios. Las alusiones a Hitler y la necesidad de un IV Reich eran constantes, como referencias a Franco el salvador de la inmoralidad.
Una rubia casi desnuda y drogada hablaba de la responsabilidad que recaía sobre los moteros de limpiar el país de inmigrantes.
La culpa de la crisis- comentaba- es por esas ratas asquerosas, incivilizadas e inferiores Los moteros aplaudían la gracia. Uno se la llevo, la tiro igual que a un saco en lugar oscuro del bar, saco alguna sustancia y la agarro del pecho…
La policía custodia el bar para que nadie les molestara, esa exhibición de forma de vida estaba pagada con dinero público por el ayuntamiento y la asociación de moteros. El consumo de alcohol en el bar no paraba, los establecimientos de la zona, sobre todo los que vendieran alcohol, vicio y ocio tendrían enormes beneficios.
El alarde de consumo y diversión barata no pararía hasta el día siguiente.
Me voy, le dijo Manuel a José.
Ese ambiente era repugnante a la sensibilidad de Manuel. José y él eran amigos de antaño, pero cada uno se distancio en su forma de entender la vida, se saludaban pero sus mundos eran contrapuestos.
Manuel se fue, no quería estar solo en esos momento pero ¿con quien ir?
Cuando estaba a punto de llegar a casa recordó que no tenía alimentos. Lo único abierto era un supermercado. Llego a un semáforo, se puso en rojo paro. A su lado se puso otro coche con música ensordecedora, de esa que exalta el individualismo, la violencia y el descontrol, se puso en verde, salio el otro coche a toda velocidad. El conductor de repente lanzo desde la ventana al medio de la carretera un paquete repleto de galletas que iba comiendo mientras conducía. Pararon en el siguiente semáforo.
A Manuel la estética de tirarlas de esa forma tan despectiva, ensuciando la calle por su capricho, y encima comida, habiendo tanta gente pasando hambre; le encolerizo. No tenia costumbre de decir nada a la gente por este tipo de acciones por ser aquí de uso diario.
En el otro semáforo lo pillo Manuel. Le pito, el chaval miro.
-¿Te habrás quedado a gusto, no?
-¿Qué dices?
-Nada, que eres un poco cerdo ¿Te parece bien tirar la bolsa de galletas?
-¿Eres jilipollas o qué? Yo hago lo que me da la gana.
-Vete a tomar por culo payaso-
Se puso en verde y Manuel se fue, no por miedo sino porque no era cuestión de ponerse a su altura.
Los chavales no hicieron tras estas palabras nada, ni siquiera salieron tras él para hacerle parar. Se quedaron atrás, no tuvieron ganas de pelea. Manuel era muy corpulento, destacaba en altura a la mayoría así que imponía respeto por eso no le hicieron nada.
Paró Manuel en el supermercado. Estaba a rebosar de gente, iba por las inagotables estanterías comprando mientras sonaba la música más ordinaria del mundo.
Las cajas registradoras no paraban de abrirse. Las automáticas androides de las dependientas ancladas a las cajas deslizaban la mercancía por las cintas de forma monótona. Ningún cliente les saludaba, nadie agradecía su trabajo.
A fuerza de ser tan automáticas no parecían mujeres, no poseían ningún tipo de belleza, se la robaron al pasar por la cinta para firmar el contrato.
Con repugnancia y por necesidad compro. Alguna vez pasó por allí para comprar, también sentía curiosidad de las marcianadas de los grandes supermercados.
La alienación de las personas a Manuel le aterraba, pero le fascinaba los métodos con los cuales lo habían conseguido. Era para felicitar a los capitalistas. Tres millones de años de evolución humana para el advenimiento en los últimos 30 años del perfecto imbecil.
Llego a casa, abrazo con cariño a sus perros. La casa estaba sucia, debía limpiarla pero decidió dejar la limpieza para el día siguiente, así llevaba toda la semana.
Toda la casa estaba llena de libros, papeles, polvo, pelos de perro…
sábado, 14 de noviembre de 2009
capitulo III
Capitulo III.
Las tierras de Ademuz. La gente de la ecoaldea. Los perros. Amor.
En silencio sentado en el suelo a semioscuras Manuel acaricia a sus perros.
Luna le mira brillándole los ojos mientras escala por sus piernas para caer mecida en sus brazos. Sus ojos marrones oscuros parecían una balsa tranquila de chocolate. Brillantes resplandecen emocionada y reconfortada por las caricias.
No paraba monótona e inagotable de lamer los brazos de Manuel. En esa posición estaba abstraído pensando ¿cual era su sitio en el mundo?
Tras 29 años todavía no lo tenía claro.
Empezaba la vida a serle demasiado cansada, un oscuro círculo homeostático sin alcanzar nunca un estado optimo.
Las ilusiones pasaron no hacia todavía demasiado, dejando en su lugar un agujero negro de desesperanza al que iba.
Sus tres perros abandonados eran su principal vínculo afectivo, quizás por eso, por perros y por abandonados.
De perros y gatos a los que la gente daba su único y leal amor, el mundo se estaba llenando. Tras la renuncia por desesperación y depresión de muchas personas al hombre. ¿Qué les queda tras darle muerte a este?- El perro.
En Manuel su zoofilia no había llegado a este extremo de refugiarse en ellos y humanizarlos, aunque los quería y aprendía de ellos. Seguía viéndolos como seres de otra especie con su propia personalidad y peculiaridades propias de su naturaleza.
Su forma de vida, por converger con la suya, pudiendo denominarse de estilo perruno, hizo que estuvieran los cuatros muy avenidos. Más que un refugio emocional- afectivo, aquello era a veces una camada de tres perros y un homínido. Y en vez de ser como acostumbran los perros a ser hominizados, fue el homínido perrunizado.
Ellos no querían otra cosa que un plato de comida una vez al día, alguna que otra caricia, grandes paseos, tiempo libre para tumbados al sol convertirse en campo de aterrizaje para las moscas. Esa si era noble faena- pensaba Manuel.
En eso se debía trasformase la vida de las personas: En poco trabajo, ninguna ambición, paseos, largas horas bajo el sol durmiendo y quizás soñando, dormir, dormir, no más. Una de sus muchas preguntas no resueltas era como conseguir ese simple plato de comida. No deseaba como sus perros nada más, pero por la desventaja de ser hombre con sus cargas de ansiedad y cobardía que arrastra en su contrahecha naturaleza temía y se preocupaba, a diferencia de los canes, de carecer de yantar.
Más valía pasar necesidad racionando la comida desde el último trabajo y tener días de asueto, que trabajar de forma seguida aunque tuviera abundancia alimentaria al precio del sufrimiento de la carencia de libertad y el peligro para la vida que impone el burgués en sus galeras imperiales.
-Hare lo mínimo, no más de lo que necesite- se juro- seré como ellos.
Hasta ahora en la vida de Manuel su juramento lo había cumplido a mitad. Siempre que pudo huyo de las bárbaras cadenas del trabajo mecánico que impone el empresario a la carne humana, en base a las necesidades y miseria moral de los embrutecidos empleados de las fábricas de azulejos de Castellón.
Muchas veces le toco sacrificarse. Recordaba uno de los tantos trabajos humillantes hecho en ese infierno dentro de la vida, llamado por el funcionario vida laboral.
En una fábrica de Onda de azulejos trabajo hacia tres años, aguanto unos meses. Hasta que tuvo lo necesario para comprar arroz y patatas para bastante tiempo, y algo para combustible y luz, siendo estas sus únicas necesidades.
Lo contrato una empresa temporal donde personas sin cualificación, los llamados trabajadores de tercera, eran reclutadas para servir de carnaza en centros de trabajo. Allí trabajaba cambiándole los turnos: día, noche, tarde según conviniera a la producción fluctuante, o por puro capricho para ver los estragos de alterar los circadianos.
Un día trabajaba de noche, al día siguiente le decían:
eh tú, el de la temporal ven mañana por la tarde.
Si trabajaba por la tarde al día siguiente iba por la mañana.
Trabajaba seguidos 26 días, libraba 4 al mes, pero no consecutivos, algún martes o miércoles generalmente. La ilustre faena era como los horarios: llevadera.
Medio zombis se dedicaban a empaquetar azulejos recién salidos del horno abrasándose los dedos al romperse del calor, del trabajo, los guantes que les daban cuando los habían.
Tenían 5 segundos entre caja y caja para empaquetar más de 25 azulejos que pesaban bastante.
El derecho a media hora de descanso en un acuerdo sindical se lo quitaron. Muy satisfechos quedaron del trato dado a los trabajadores, tanto patronal y sindicatos. Todos salieron ganando gracias al dialogo y a la empatia que proporciona ponerse en el lugar del otro. El empresario ganaba por no parar las máquinas, los trabajadores cobrarían de su esfuerzo 5 euros al día más que sus compañeros de bombos, molinos, hornos al celebrar estos el descanso. A muchos hormeros el almuerzo se le atragantaba de haber perdido semejante oportunidad.
-Malditos sindicatos y gentuza inútil de las temporales- decían desde la ventana de los comedores donde se les podía ver trabajar a los e.t.ts cargando azulejos y soplándose en los dedos.
Estos les envidiaban tanto, que cuando los cargadores- empaquetadores de cajas levantaban la mano como les indico el capataz debían hacer para ir al lavabo, al no poder dejar” jamás” desatendida la máquina infatigable en su vomitera de azulejos. Estaban confinados en la salida del horno donde cocidos miles de azulejos salían para caer en sus manos. No acudía nadie a su llamada.
-Ese no es mi trabajo, a mi no me pagan por empaquetar azulejos- les contestaban riendo.
Los desgraciados estos, al rato de no ser atendidos por nadie, estando todo el mundo muy ocupado en sus sacras labores muy definidas, bajaban el brazo y seguían recogiendo azulejos para empaquetar.
Alguno que otro se orino encima, o con suerte lo hacia como podía bajo las cintas del horno rápidamente para que no cayeran demasiados azulejos al suelo y les gritaran humillándoles tratándoles de inútiles incontenciosos delante de todos. O el terrible despido por meones.
Repasando todos los trabajos sufridos y evaluando la gente que en ellos había conocido llego a una conclusión evidente: debía salir de todo eso. ¿Cómo?
Esa era la clave. No consumiendo gano tiempo en su condición de carne de cañón, pero era una solución temporal.
Manuel deseaba una vida como la de sus perros o la de los pájaros que volaban por encima de su casa. Mucho más libres que cualquier trabajador de Castellón. Esos animales bajaban del cielo y obtenían el grano necesario para alimentarles, no se lo entregaban a otro de su misma especie para convertir su regalo en servidumbre perpetua.
-Me he esclavizado a cambio de nada. He sufrido la afronta del opresor burgués en silencio, resignado. ¿Qué me ha obligo a estar obedeciendo contra mi voluntad sin dar rienda suelta a mi cólera con su sangre? Será mi naturaleza cobarde, mi debilidad. ¿Qué hubiera sacado haciendo justicia? La justicia la habría hecho el poderosos conmigo haciéndome pasar media vida en prisiones, y aun ganarían dinero conmigo haciendo hacer trabajos forzados. ¿Habrá alguna solución a toda esta violencia y barbarie? Parece todo el mundo interesado dejar las cosas así. Incluso los oradores del cambio firman acuerdos que nos llenan de ignonimia y estupor. Me alejan de ellos con su falta de moral y de principios. ¿Será su ideología un producto de su disonancia cognitiva? ni siquiera en su cinismo, les acarrea la más minima tensión moral sus mentiras. Vedlos con que naturalidad se comportan los hipócritas colocados en cualquier manifestación de poder, sindicatos, ong, o asociación a defender a los pobres; y los pobres ¡imbeciles! resignándose pacientemente a serlo, viendo estúpidamente como hablan de ellos sin hacer nada. Algunos de soportar tantos discursos, intrusiones mentales, y buenas intenciones hasta la rabia y el odio les han capado. Sus amados protectores, freno de las aspiraciones de los desposeídos, una vez han convencidos a estos de las bondades de la paz social y de aguantar la pobreza sin violencia.
No conduce a nada la sangre- gritan desde las tribunas.
Tras el discurso van a cobrar su talón, asegurando tranquilidad a los cuellos burgueses de su única pandemia posible, la Guillotina.
Para salir de esa situación Manuel buscaba gente de principios semejantes. Unidos entre todos podrían emanciparse, solo con el colectivo podría salir adelante, de forma individual estaban destinados inexorablemente a la esclavitud.
La pobreza moral y física de las fábricas: nido de gente viciosa, mala, cruel, codiciosa, alienada. Sucios, llenos de violencia contra todos, contra la vida, contra sí mismos, pero sumisos e influenciables al poder, en esos centros de internamiento o de trabajo pululaba la llamada clase trabajadora. Merecidamente tenían ganado su último peldaño en la existencia humana.
Para desilusión de Manuel entre los libertarios no le fue mucho mejor que entre los fascistas de las fábricas.
Reinaba la apatía y la resignación de saberse perdedores. Escollados y residuales, sin dar un enfoque vigoroso a la ideología del s XIX, o con la praxis poner en marcha proyectos colectivos y hacer frente al zarpazo dado por el capital a millones de heridas existencias. Sus miembros habían caído en la depresión del negativismos y del derrotismo, hasta esta palabra la transformaron para que significara lucha social.
El enemigo era un gigante que no paraba de crecer, en ellos las fuerzas menguaban por abandono en sus filas. Era una hidra el burgués: le cortas una cabeza y le salen dos. ¿Contra eso, como luchar? Algunos se preguntaban si no sería mejor aceptar el individualismo y empezar a hacer la revolución interior.
Los había que desertaban de sus filas o no ingresaban por tener pareceres diferentes mostrados en algún comentario de opinión sin mucha importancia pero elevado a motivo para irse o vivir sus principios de forma individualista. Esos eran los anarco- singel.
-¿He de ir yo con esos? para mi esos no son anarquista ni nada, yo no pienso como ellos, así que me voy, yo pensaré por mi y haré la revolución desde dentro de mí, yo soy mejor que ellos.
La discusión podía deberse a que un compañero se indignara por la incultura sindical de otro al no saber quien era Malatesta u Owen.
Los había que se iban por motivos más coherentes, donde la soberbia individualista del saber o los motivos emocionales de las discusiones no eran el componente del abandono, y si la falta de iniciativa.
Manuel, llegado a estos extremos en unos tiempos de relativismo incoherente, volvió a mirar a sus perros: luna, Blaqui, Boira.
Dependían en cierto modo de él y eso le aterraba. Pedían poco: un plato de arroz con algún hueso viejo, o una ligera ración de pienso imposible de empacharles.
-Si la crisis sigue así no se que será se vosotros- le decía a luna, mientras continuaba con el aseo de su brazo.
La observaba tratando de divinar a través de inferencias que vida pasada arrastraría ella y los otros.
Recogió a luna en una cuneta hacia un par de años.
Una calida primavera del mes de Abril, la brisa embriagadora llenaba de aromas el monte. La vida discurría marcada por el reloj biológico del deseo del celo en hombre y animales.
Aparco el coche Manuel para cargar agua de una fuente cuyas gotas manaban ya escasas, anunciando sequía en estas tierras deshidratadas. Aburrido de ver como no terminaba de llenarse las garrafas, mientras la lenta procesión caía se acerco atraído por el amarillo de la avena salvaje reseca y polvorienta a un bancal.
Escucho un lamento, se acerco, vio una sombra retorcerse de dolor.
Con más detenimiento exploro entre la hierba, y encontró una perrita jadeando medio inconsciente. De estampa cazadora, parecía una podenca andaluz. Tenía una piel cubierta de pelo corto, de hermosa figura con los colores de la más regia fauna silvestre. Blanco salpicado de manchas marrones. Su tamaño era pequeño, muy utilizado este animal sufrido y trabajador en la caza de la perdiz. El animal no se entero del observador ocupada en el dolor. Emitía un ligero gemido, apenas perceptible, lleno de resignación y dolor ya abandonada toda esperanza de salvación, siendo ese su sordo consuelo, su adiós sin contestación y sin importarle a un mundo silencioso.
Su cuerpo, más pequeño de su tamaño real, estaba como la uva cuando tras secarse se convierte en pasa, aun así era hermosa su heroica silueta.
La causa de sus desdicha, es la natural tras ser abandonada. Desconcertado el animal deambularía vagabundeando por la carreteras hasta que paso lo inevitable, un coche la atropello. Tras acariciar Manuel al animal, le miro con cara de extrañeza para volver a caer la cabeza al suelo y seguir gimiendo. Intento levantarlo para examinar las heridas, no podía caminar tenía las dos piernas traseras inútiles y el vientre inflamado como un enorme balón de futbol apunto de reventar, seguramente el coche debió impactarle o pasar por ese lugar de su cuerpo.
Manuel se fue rápido al agua, con una navaja corto una garrafa de plástico donde puso agua. Fue hacia el animal, lo reanimo y le dio de beber.
Se desesperaba por beber.
Manuel le quito el agua para que no le sentara mal, desconociendo cuantos días llevaría sin hacerlo. Su cuerpo inerte estaba lleno de pulgas y garrapatas. La estaban devorando viva. Al no poder rascarse para quitárselas por estar impedida de la patas de atrás, y tampoco tener la movilidad necesaria para salir de allí, estas hicieron de su cuerpo un banquete. Acudieron invitados a tan generoso menú todas las pulgas, ácaros, garrapatas del lugar. Por su cuerpo invadido hacían tal procesión, llegando a ser difícil distinguir que era perro, o que era conjunto de pulgas.
Manuel la recogió y la llevo a casa. Le volvió a dar de beber y algo de comer suave, luego la limpio de pulgas y garrapatas, al día siguiente fue al veterinario y la curaron.
Luna la llamo. Las muestras de gratitud de Luna por su resucitador eran observables en un abanico de muestras de cariño.
Blaqui se acerco a olfatear a Manuel en busca se su caricia, acerco su enorme cabeza de pastor alemán y recibió unos cariñosos golpecitos en su frente, una ligera caricia descendió hasta bajo de su barbilla mientras estiraba el cuello para que lo acariciaran en esa posición. Era extraño encontrar a un perro de tanto valor abandonado, pero ni los animales, ni las personas considerados bellos se libran de pesares. Manuel siempre hizo conjeturas acerca del destino de este animal. La que más le gustaba era la hipótesis de un divorcio y su venganza. Estos animales son caros de comprar. Blaqui era de un tamaño impresionante con sus más de 50 kilos y en altura con casi 1, 70, era un macho grande, sano, fuerte, regio en figura y carácter. De ladrido agudo que intimidaba. Un animal con estas característica para cuidar una finca son cotizados y requeridos. Manuel solía pensar en Blaqui convertido en regalo de alguna pareja, o al hijo de un joven matrimonio. Debieron de separarse, al hacerlo seguramente el varón decidió vengar su desamor como lo hizo.
Lo encontró Manuel paseando con Luna a medio kilómetro de un vertedero, oculto entre unos garroferos. Un aullido lastimero lanzo a Luna hacia la victima indefensa de alguna venganza. Manuel siguió a Luna.
Lo encontraron frente a ellos atado. Su pena consistía en morir de hambre, sed y soledad. No llevaría más de un par de días, se le notaba algo desgastado, pero fuerte. Era noble de carácter, les recibió con simpatía a sus dominios menores de un metro, lo que daba la cadena, justo para tumbarse y sin poder evitar hacerlo sobre sus excrementos. Inclino la pata delantera en señal de paz y amistad.
Al principio Manuel no podía creer ver a un animal semejante con ese destino. Lo observo, le dio la poca de agua que llevaba, la engullo de forma inmediata. Lo soltó y empozo a correr alrededor de ellos jugando con Luna. Manuel aprovecho para inspeccionar el lugar. Sin ninguna construcción alrededor, ni persona ¿Qué hacia en medio de la nada ese animal atado de esas maneras? ¿Quién, y por qué hizo eso? Sin aclararse en sus explicaciones, decidió volver a atarlo, para pasar al día siguiente, por si tenía dueño y mientras estaba trabajando lo hubiera atado, aunque por el lugar no se veía a nadie. Presintiendo que mañana el animal estaría en el mismo lugar, sin agua ni comida. Manuel llamo a una protectora animales del pueblo. La protectora de San Antonio.
Conocía a Adela una de las coordinadoras otorgándose el titulo de presidenta. Era funcionaria de hacienda de profesión, y casada con un alto ejecutivo. Pasaba su tiempo libre, por ser funcionaria abundante, delicada a la causa de los animales. Habitual de los periódicos locales y la televisión local, donde promocionaba la responsabilidad hacia los animales, comentaba sucintamente los éxito de la protectora junto con fotos muy tiernas del antes y después de recoger aun animal. Se mostraba perros, gatos, cacatúas y demás fauna rescatada.
Quedaron para ir a ver al perro, como el camino a recorrer era un poco largo y no se podía ir en coche, Adela delegó en Pepin un maestro jubilado de gran fortuna, poseedor de varias fincas del pueblo. Fueron Manuel, luna y Pepin.
El animal seguía igual, nada indicaba que nadie pasó a soltarle o a darle agua y comida.
Lo soltaron inmediatamente, dándole de beber y comer, que hizo de buena gana.
Bueno-dijo Pepin-parece abandonado. ¿Qué haremos con el? Yo la verdad es que no puedo tenerlo, estoy muy estresado ya que tengo uno pequeñito que recogí el otro día.
Llamare a Adela a ver que nos dice. Marco en su móvil, no con mucha precisión se podía escuchar la voz de Adela.
-Oye Adela, el animal esta aquí, es un pastor alemán magnifico, sin duda esta abandonado seguramente querían matarlo ¿Que hacemos con el? Yo no puedo tenerlo, tengo al pequeño Ivanhoe y mi mujer esta harta de perros.
-Ponme con Manuel- le dijo esta.
-Manuel, ¿a ti como te vendría mientras le encontramos un hogar tenerlo una temporada?
-Yo como sabes no tengo dinero apenas, preferiría que lo tuviera otro, pero si es imposible no voy a dejarlo en esas condiciones ¿Seguro de tantos como sois nadie puede tenerlo?
-Ya sabes como es la gente, y con la cantidad de perros que andan abandonados por el pueblo… si puedes tenerlo una temporadita nosotros te daríamos pienso, un veterinario lo miraría gratis, por medios tú no padezcas que tenemos de sobra.
Finalmente se lo quedo Manuel.
Adela y Pepin se pusieron otra medalla en su revista de perro salvado de una muerte atroz y dejaron que Manuel repartiera su poca comida con los perros. Las autoridades contentas con el voluntariado del pueblo evitaban de esta forma la ilegalidad en la que se encontraban de por ley deber de tener un servicio de protección y recogida de animales. Los animales deambulaban sueltos por todos los barrancos y casetas cercanas a la población, amen de por las carreteras. Los voluntarios poco propensos a ser subversivos y dóciles al poder, alguna vez algún díscolo aguijoneados por sed de justicia, protestaban ante las autoridades exigiendo alguna solución a tanta tragedia perruna. Amenazaban con denunciar la falta de interés y de infraestructuras obligadas a proporcionar el Ayuntamiento. Pero las autoridades, mayores conocedores del arte de la amenaza y del uso de la fuerza, acababan rápidamente anunciándoles que si les denunciaban estarían obligados a cumplir la ley, y lo harían con toda su sádica violencia realizando una perrera donde animal recogido, sería animal sacrificado. Los amantes de los animales callaban y aceptaban un chantaje que duraba años.
Observando la caricia a los otros dos perros llego la última a los brazos de Manuel buscando también atenciones. Era una perra muy vieja, tenia tantas mezclas que no se sabia lo que era, largo como uno salchicha pero lanudo. De las patas a la cabeza, no levantaba tres palmos. Hacia cuatro meses que la recogió. El veterinario cuando se la llevo Manuel le comento de la brevedad de su vida. Le faltaban la mayoría de dientes. Apenas veía, ni oía.
El animal no daba muchas molestias, con los otros no discutía, pasábase el día durmiendo. La despertaba Manuel a la hora de comer porque de lo contrario no se enteraba. Comía y se volvía a tumbar para dormir. No le gustaba salir de casa, se pasaba todo el día enroscada durmiendo. Boira fue el nombre que le puso. Era este animal vecino suyo, venía de Texas, barrio llamado así por recordar a la ciudad sin ley Norteamericana.
Este barrio se encontraba en las laderas de montañeta de San Antonio y Peña Creus. Formado por un conjunto de fincas destartaladas, uniformes, sin gusto. Cedidas por el estado a colectivos gitanos, donde al llegar lo primero que hicieron fue sacar el cobre para venderlo, el plomo de las tuberías de agua para lo mismo. Los pisos eran un autentico arca de Noe. Entre las numerosas familias en perfecta sintonía vivían subiendo y bajando escaleras: burros, pollos, patos, perros destartalados, que traía de sus antiguas moradas en los campamentos de los alrededores del pueblo.
Desfilaba por las calles sucias, llenas de aceras rotas y con las juntas negras de la porquería podrida, entre casas a medio pintar, con las fachas para restaurar, una tropa de 10 chiquillos de menos de doce años, semidesnudos desfilaban en calzoncillos entre las fincas. Sus padres les regalaron varias carabinas de aire comprimido pensando que la buena puntería sería cosa importante en su educación. Disponían de 4 carabinas se las pasaban en entre ellos. Primero disparaban a botes, cosa que les aburría, luego a la chapa de los coches, a las farolas, para después pasar a las lagartijas y pájaros causando con la buena puntería proporcionada por la práctica una gran baja en esta fauna. Probaron con la literatura, hicieron la representación de Guillermo tell, pero en vez de con ballesta y manzana, con rifle y una naranja.
Aburridos de estas prácticas decidieron hacer un juicio sumarísimo a una perrita. El animal ajeno a su destino iba contenta al lado de los gitanillos moviendo el rabo. Le pusieron un lazo y la llevaron a un algarrobo donde la ataron. Ella, toda pagada con la atención recibida les seguía alegre. Frente a ella se coloco el pelotón de fusilamiento, apuntaron e hicieron fuego. El animal empezó a ladrar despavorido, giro detrás del algarrobo pero no podía huir de las descargas ya que los gitanos giraban en torno a ella. Una anciana salio a su auxilio, pero estos chiquillos de sangre caliente excitados por el espectáculo no querían cesar la diversión, incluso una voz comento de cambiar al perro por la anciana. Al empezar a poblarse de gente y temiendo que viniera la policía se dispersaron, varios padre de las criaturas estando por allí increparon también a la anciana. La anciana rescato al animal, llamo a la protectora de San Antonio, pero como sus miembros estaban en un acto público con las autoridades no pudieron ir, la anciana volvió a dejar al dolorido animal en la calle.
Al cabo de los días volvieron a repetir la operación los gitanillos, nuevamente un vecino tras mucho rogar y amenazar con la policía consiguió liberar al animal. Huyo de allí subiendo despavorido a San Antonio donde Manuel la recogió y la curo.
Poco a poco oscureció del todo, y Manuel, Boira, Blaqui, Luna durmieron sin preocupaciones excepto Manuel.
Pasaron varios días de una monotonía aterradora, dando vueltas sin saber donde ir. Yendo y viniendo al paro en busca trabajo, a las fatídicas empresas temporales. En todos los sitios donde dejaba el curriculum le decían: Ya le llamaremos. Pero nadie llamaba.
Se escuchaba el rumor de que el estado tratando de evitar una sublevación daría a ese ejército de parados de casi millón y medio sin ningún tipo de cobertura social. Vividores de la caridad familiar o las amistades, una paga miserable, prácticamente alimentaria, evitando subversiones y la guillotina al burgués. Era esta la paga en la que la gente deposito sus esperanzas.
El rumor se hizo oficial en el mes de agosto, quedando en un acto de cruel injusticia.
Manuel y Ramón pensaron acudir a solicitarla. Tras el anuncio del gobierno las oficinas de los inems estaban repletas de personas, las colas salían por la esquinas y se escuchaban gritos a los funcionarios.
Seguro debe haber trampa Manuel en la propuesta del gobierno, de esos no te puedes fiar, solo quieren quedar bien ante la opinión pública y salvar el pellejo, solo le importa el fuerte, las empresas, el poder-
Ramón, será mejor que lo dejemos para otro día, de aquí no salimos hoy si nos metemos. Cuando estén más claras las cosas las cosas volvemos, seguro que ponen algún requisito para dar la paga, lo harán solo a unos pocos. Es un mundo de pocos, cuando estallo la crisis creada por unos pocos, les dieron para tapar a estos canallas financieros todo el dinero de nuestros impuestos. Carretillas de dinero volcaron en unos pocos, para ayudar a unos pocos empresarios y altos ejecutivos les entregaron toneladas de dinero, y ahora para salvar a los desgraciados que han creado siendo estos los que han contribuido a salvar con sus impuesto a estos pocos, también de los muchos pobres salvarán a unos pocos. Es un mundo de pocos.
Esta paga dirigida a un colectivo de millón y medio de personas fue restringida a menos de trecientas mil. La gente protesto en los bares, en las tabernas, sintió el odio acostumbrado al político, al empresario, a la vida, al destino, pero pese al reproche siguieron pidiendo a familiares, amigos. Resignados callaban como acostumbra el humilde. Unos pocos afectados con esa injusta ley se fueron a protestar solos. Por ser pocos y no estar apoyados por sindicatos, ni ninguna otra representación de ese estilo los cuales en su hipocresía se felicitaban por la medida. Se fueron a hacer justicia como solo sabe hacer el pueblo. Poco acostumbrados a exigir, y muertos de miedo ante los medios represivos del estado, tiraron varios huevos a la fachada del ministerio de trabajo y cortaron un par de calles para vengar su afronta.
Esta fue la justicia que aplicaron solo unos pocos, de los millones afectados indignados de ser los paganos de la famosa crisis.
Llego el día de la excursión a Ademuz. Acudió a la cita Ramón con un amigo interesado en el proyecto, un anciano llamado Álvaro, y una chica que había vivido en ecoaldeas llamada Judit.
-Bueno, vamos para allá- dijo Ramón tras presentar a Jacinta que no conocía Manuel, a Álvaro no hizo falta presentarlo por conocerlo.
- la verdad es que me han informado del proyecto y me parece fantástico. Yo he vivido mucho tiempo en ecoaldeas y estoy deseando formar parte de toda esta movida. Debemos volver al misticismo al mundo espiritual, rechazar todo lo científico. Fuera los coches, la electricidad, las maquinas, el progreso, volvamos a la naturaleza, al bosque, a la vida en común. Jacinta se exaltada enaltecida con su discurso, subiendo el ritmo casi sin respirar hasta acabar gritando.
-Bien dicho- le dijo Álvaro un anciano de cerca de 90 años. Su cara un tanto surcada por arrugas le imprimía carácter, reflejaba bondad, igual que vitalidad, para su edad estaba muy ágil siendo totalmente autónomo. En su personalidad pese a ser generoso y en cierta medida coherente con sus ideas, cosa extraña en estos tiempos, poseía el defecto de ser de fácil convencimiento. Cualquier persona que fuera contra la tecnología, las drogas, el estado, la acogía como el mayor de los amigos y le entregaba todo, dinero, casa, ropa. Siendo en algunas ocasiones estafado por sus buenas intenciones. Nunca llego a aprender la lección, una y otra vez le robaban sin que hiciera nada por evitarlo. Así vivía su fe en el ser humano, su creencia en la palabra, junto con la posibilidad de regeneración.
Jacinta era una chica de mediana edad, contaba con 45 años, rubia, poco atractiva. Tremendamente frustrada. El hecho de no haber tenido hijos le afectaba, al igual que ver a todas sus amigas casadas, con hijos, con casa. Para ella la vida ¿que fue, en que se convirtió? En nada. Todo lo que deseo se lo negó.
El amor, la energía principal del cosmos según sus palabras. Correspondido no lo conocía, no renunciaba a conocerlo, aunque manifestaba ansiedad por verse mayor y cada vez menos atractiva a los hombres. Jacinta fue vulnerable a la belleza, siempre se sintió fea, desgraciadamente porque en la indelicadeza del mundo se lo dijeron, pudo comprobarlo.
Amo locamente a un chico, iba todos los fines de semana a hacer el amor con ella. Tras el acto la dejaba en la cama con la falta de sus abrazos. Hasta que encontró una novia a su estilo, una vecina suya, de muy ven ver.
Ya no volvió ningún viernes a llamarle oculto desde le coche para a escondidas en el bosque darle su amor y dejarla en el abandonada y satisfecho.
A la nueva la paseaba por todas partes presumiendo de ella. La llevaba con sus amigos a los que Jacinta nunca conoció, incluso cuando la veía a Jacinta giraba la cabeza. En los trabajos a Jacinta tampoco le fue bien. Las pocas ganas de trabajar junto con su inconformismo y poca voluntad de hacer algo que le gustara le condujeron a un callejón sin salida. Tiraban fuerzas antagónicas en torno a ella. Su inconformismo justo y positivo, caía en la memez de los chacras. Su espíritu castigado por las emociones demasiado intensas de desamor y frustración social desemboco en la reivindicación del mundo espiritual. Intento trabajar, por presiones familiares y amenazas de sus padres hartos de mantenerla con más de 35 años en casa. Varias veces lo hizo en almacenes de naranjas, donde trabajaba 16 horas diarias a un ritmo agotable. Poco duraba en esos trabajos y trataba de evitarlos. Le estresaba pensar lo acontecido en ellos, pero en esa región levantina no había otra cosa.
Las compañeras, mujeres duras carentes de sentimientos, acostumbradas a trabajar como animales y a comportarse como animales. Una persona tan sensible y apenada, de creencias tan exotéricas era blanco perfecto para ser acosada. A través de Jacinta podían exorcizar el dolor y humillaciones reprimidas en sus corazones, tratándola como les trataron a ellas en algún punto de sus vidas.
Debieron sacarla del trabajo para ingresarla en un sanatorio unos días. Tal era el estrés y nivel de ansiedad causado por sus compañeras.
Tampoco se esforzó en formarse en alguna ocupación. Acobardada de la vida se refugio cada vez más en las hadas, los ángeles, la energía de la naturaleza y se perdió entre brujería blanca y la búsqueda de la paz interior.
–estamos en una revolución, pero es una revolución pacifica, sin sangre. Una revolución Individual. Yo he venido al mundo a enseñar el don de la paciencia-solía decir Jacinta con toda la razón sobre la perdida de la paciencia y la paz del mundo.
-Eso me preocupa- le replico Manuel-de esa revolución que viene individual. Reducida a un simple acto de conciencia, cuando el debate de la conciencia como el del alma ha sido superado; la revolución de verdad debiera aguardarnos. La de las gentes unida, la de los pueblos. La revolución y los revolucionarios están desapareciendo con esa conciencia derrotista individual. Eso de revolución a través de la conciencia es una memez.
-Tu que sabrás- contesto ofendida Jacinta- lo único que quieres es sangre, como ellos, eres un dictador, un fascista, vuestro único deseo es matar y matar. El mundo esta en un proceso…
-El proceso es el de siempre- respondía Manuel- una pobreza convertida en el genocidio de nuestras vidas. La solución: luchar para cambiarlo. Con la conciencia individual haces más fuertes a nuestros enemigos y con esa chorrada que han inventado de la paz social. ¿Paz social? nos están matando de hambre, explotando y esquilmando las riquezas naturales, mediatizando con sus programas de televisión. En poco tiempo serán nuestras mentes parte de su programación. Están diseñando el mundo donde vivimos. Eso si que es violencia. Los tratos a los inmigrantes, las pateras que dejan naufragar, las torturas en las comisarías, los despidos, la alineación, la extirpación de la personalidad, el culto al cuerpo, el individualismo. Eso si es violencia, las guerras que esta provocando, el hambre. Esa es la violencia ¿como quieres responderles, rezando? Ellos lo hacen con portaviones. Colocando policías en los bancos, en las fábricas para proteger a los ricos, tiene todo tipo de propaganda para darle la vuelta a la realidad y ¿que pretendes, rezar para que sean conscientes?
Jacinta girando la cabeza se puso a rezar dejando de hablarle. Para apaciguar las cosas Álvaro unos minutos después le hizo unas preguntas
-¿en que ecoaldeas has estado?
-Estuve en la de la Pesquera. Hay de muchos tipos y formas de ecoaldeas, en esa no tacábamos apenas el dinero. Teníamos una economía de subsistencia. Comíamos de lo que plantábamos, de vez en cuando hacíamos algo de artesanía tipo jabones naturales, algún que otro jersey o marroquinería y lo cambiamos por cosas que necesitáramos. Vivíamos en casa ocupadas reformadas por nosotros.
-Eso esta muy bien-dijo Manuel. ¿Sigues por allí?
- No, la verdad es que se disolvió debido a pequeñas discusiones. Sobre todo por temas de parejas y por la necesidad que pasábamos. De las 13 personas llegaron dos parejas, pero al poco tiempo esas parejas llegadas se disolvieron para irse con otros del grupo, hubo un poco de lío, nada grave pero si desagradable. El primer invierno fue muy duro, apenas teníamos para comer y siempre estábamos discutiendo. Las asambleas eran un follón hubo personas que no aguantaron y se fueron. Al necesitarnos todos e irse gente nos era imposible atender al ganado y las tierras, estas fueron siendo cada vez menos productivas, nosotros empezamos a pasar carencias. Al final no pude más y me fui, cuando lo hice quedaban 4 personas. Desconozco su final.
Álvaro cuyo sueño antes de morir tras haber pasado todas las injusticias del capitalismo era hacerlo de forma libre y en comunidad, dirigiéndose a Jacinta, conmovido imaginado la dureza de llevar a cabo esos principios de igualdad, equidad, libertad, moral, en un mundo donde escasean estos principios, le respondió:
-Es difícil en el mundo en el que nos movemos pese a tener tantas experiencias en Europa. de ciudades pueblos aldeas libres, siendo en la que estabas un intento por llegar al nivel de esa gente que vivían en libertad hace mil años. Muchas se formaron en la edad media, todos sus miembros eran iguales, hombre, mujeres, no dependían de ningún señor feudal. Las artes y oficios progresaban. En esa vida en comunidad y libertad esos afortunados seres humanos vivieron mucho mejor que nosotros. Lo que no comprendo es por qué no podemos materializarlo. Espero en este proyecto que intentamos hacer, sin ser tan ambicioso, por lo menos sea el principio para llegar a donde llegaron gentes, pueblos, de hace mil más de mil años.
Se hizo silencio. Llegaron a Ademuz. Les esperaban unas personas apoyados en unos coches. Estaba Melena al frente de la comitiva de bienvenida y la gente de Valencia, junto con el dueño de las tierras, Ernesto.
-Bien venidos-grita un Ernesto muy entusiasmado, hombre de expresión severa salido de otros tiempos. De aspecto del antiguo morador de estas tierra de aquellos conductores de merinos.
Corpulento como un oso, cubierta la cabeza de un pelo blanco y escaso peinado hacia atrás, nariz aguileña y frente despejada. Vestía como los hombre de campo, pantalón de pana y camisa blanca con cuadros azules de manga corta y una sandalias.
Al llegar se saludaron efusivamente todos en una ambiente jovial. Por un momento se creían con la posibilidad de dejar un mundo marcado por la codicia, el dolor, el sufrimiento para comenzar a caminar sobre un mundo de entendimientillo, concordia, fraternidad. Durante unos segundos Manuel y todos se sintieron felices. A los pocos minutos de llegar ellos, llego Raquel. Vestida para ir por el campo, con unos pantalones cortos que enseñaban sus enormes piernas rectas y delgadas.
Volvieron los abrazos y las muestras de cariño. El momento histórico para ese grupo empezaba con la señal de Ernesto de mover, empezaron a caminar.
Llegaron a la orilla del Turia, oscuro en sus aguas revueltas de color marrón por la cantidad de tierra que arrastraba. Las dos orillas estaban muy próximas, pero el caudal era incierto de adivinar su profundidad.
El calor era asfixiante a más de 35 grados y el agua tenía aspecto de peligrosa, ninguno se atrevió a bañarse.
Al llegar a unos paelleros donde un kiosco- bar se esforzaba en servir a unos clientes sin prisas. Sentados aguardaban a que un camarero con poco estrés les llevara los almuerzos, refrescos o cafés. Acompañaba la estampa campestre música tradicional de más de 40 años. Ernesto paro al grupo diciendo: ahora comeremos.
-Pero no íbamos primero a ver las tierras- pregunto una voz impaciente que rompía aquella paz.
-No, ahora comemos. Tu señalo a Ramón y a Raquel- ahí tenéis leña, esa esta comprada que la he pagado yo a los del kiosco, encender fuego que ahora iré a por la carne.
Todo el mundo obedeció las órdenes de Ernesto, fue a por la carne y a cambiarse.
Mientras Manuel cortaba leña y se la daba a Ramón que no se aclaraba a encender el fuego por estar un poco húmeda la leña. La gente de valencia se tumbo bajo un olmo y Melena acompaño a Ernesto cambiando con él muy serias impresiones a tenor de sus movimientos de cabeza. Al rato Manuel vio como avanzaban unos hombres, uno era Ernesto para meterse mejor en el personaje de hombre trabajador hecho a sí mismo se enfundo en un mono de trabajo atado como un franciscano con una cuerda. La paz duro poco.
-¿Qué no esta el fuego encendido, no sabéis ni encender fuego?- dijo Ernesto exasperado por la negligencia de estos.
-Es que esta la leña húmeda, a ver si tu lo haces mejor-le contesto Ramón furioso.
En un momento encendió Ernesto el fuego para rabia de los demás.
Veis como se hace- se jactaba satisfecho de su superioridad. Os digo esto porque yo he pasado a veces 3 y 4 meses en el monte, es como se aprende, el que no ha paso ese tiempo en el campo, no sabe nada.
Jacinta entre tanto empezó a cantar su oración de karma ya que era la hora.
-¿Qué le pasa a esa?-pregunto Ernesto.
-Nada que tiene que hacer sus ejercicios de meditación- comento Raquel rápidamente respondió sin conocer a Judit. Intuyo con la agudeza característica de Raquel de que se trataba. También ella era simpatizante de este tipo de corrientes tan frecuentes hoy en día. Ernesto desconocedor de estas moderneces, más orientado por su edad a la pedagogía dada por la guerra civil. Buen conocedor las hambres posteriores, la represión, las guerra de Ifni en la que intervino, el abandono del sajará occidental. Miraba perplejo a Jacinta. Después de su cuarto de hora de meditación empezó a bailar para todos. Los lugareños, por ser de costumbres y uso rudos, también estaban asombrados.
Empezaron la comida, teóricamente invitación del anfitrión Ernesto.
Comieron tras discutir Ernesto con sus atormentados huéspedes ya que varios eran herbívoros y se negaban a comer carne.
La única vegetariana que declaraba serlo y comió carne fue Jacinta.
-¿Pero tu no eres vegetariana? le pregunto Álvaro.
-Si, pero veras yo soy vegetariana desde hace 8 años, como carne solamente hoy. Después de tanto tiempo estoy por encima de todo eso, un vegetariano no siempre debe comer verduras, un día es un día. Hizo una oración bendiciendo la carne metida en el pan. La alzo sobre su cabeza a los cuatro puntos cardinales, tras el ritual, seriamente empezó a comer con la conciencia tranquila. Como estaba por encima de la dictadura del nominalismo de la palabra vegetariano, y tenia buen apatito, la longaniza más grande y jugosa la metió entre pan acompañada de carne magra. La devoro con ansia, casi se atraganta de los bocados tan rápidos, los chorretones de grasa se deslizaban por sus labios, se lavaba con las manos para no gastar contaminante papel e insultar a la naturaleza.
Los vegetarianos diferentes a Jacinta se negaron comer, irritaron todavía más a Ernesto. Al finalizar la comida, en un ambiente de poca paz pese a las oraciones a los espíritus del río de Jacinta, Álvaro y varios compañeros unidos en estas creencias. Tras ahuyentar los espíritus malignos con hierba buena ungida en agua seguía todo igual. Al finalizar la comida vino la sorpresa.
Ernesto se quito la gorra y la puso sobre la mesa.
-Aquí no se regala nada. ¿A cuanto salimos?
-¿No era gratis la comida? dijo un asistente.
-De eso nada, yo no regalo nada, ni la comida, ni las tierras ¿Qué os creéis?
Saco el ticket de la compra y dividió por los asistentes.
Melena para solucionar el cabreo de sus futuros socios añadió:
-Bueno, pues si tu cobras a los desempleados, yo no voy a ser menos, las botellas de vino que he traído e iba a regalar también las cobro, súmalas.
Los asistentes miraban asombrados viendo como se intercambiaban ticket e iba subiendo la cuenta.
Cuando lo calcularon sentenciaron al unísono:” son 14 euros por barba”
Pues yo no tengo nada- dijo un tal Luis.
-En el pueblo hay cajero, luego vas y me pagas- fue la respuesta de Ernesto.
Hubo dudas en la recaudación, les faltaba dinero. Volvieron a calcular e ir señalando y anotando quien no había pagado, pero aun así no salían las cuentas. Se equivocaron en la suma y la división, más gente se unió a la tarea del cálculo. Faltando unos euros y dejándolo por tarea imposible, marcharon a las tierras.
Se dirigieron a las famosas tierras sin un duro los asistentes y algunos ya con deudas.
Manuel rondaba a Raquel, le contaba sus esperanzas y anhelos. La voz de Raquel era dulce como su mirar.
Ernesto en uno de sus ataques de desconsideración, con un acento de desagrado por no ser gente como esperaba, reñía a los asistentes. La emprendió con los que se paraban a la sombra.
-¿Qué hacéis a la sombra? Venga desfilar que estamos cerca, e ir por el sol no calienta tanto, debéis acostumbraros al sol.
Sobre todo tú-decía Ernesto señalando a Raquel, el sol sobre su blanca y desnuda piel en hombros y parte de la espalda empezaba a castigársela estando a casi 40 grados. Ernesto recordando a lo mejor el desierto, o por propio despotismo tenia el antojo de que fueran por el sol.
-Pero bueno-le respondió- a que viene esa chorrada, usted no me dice a mí por donde tengo que ir. ¿Quién se cree que es?
Ernesto callo. Pararon en una fuente que daba a su finca a beber. Jacinta se tumbo. Ernesto al verla la amonesto.
-¿Pero que haces tumbada? ponte como las personas, haz el favor muchachita.
-Creo que se esta pasando, ya esta bien de mandar-le dijo cabreado ramón.
Ernesto volvió a callar para responder a la pregunta de Melena.
Entusiasmado miraba no lo que había, zarzales, aligas, ribazos llenos de malas hierbas. Melena con visión de futuro veía caballos y niños abrazándolos, cabras y cooperativistas pastando felices como los pastores de Jorge Manrique. Sin tener en cuenta que la granja por situarla en la ribera, el Ayuntamiento jamás le daría el proyecto de obra. A la primera inundación los caballos, las cabras, las vacas, las personas hubieran ido río abajo. Para animar a todos y dar un golpe de efecto con el que animar a la una tropa flaqueante de ánimos, Melena como hombre preparado en quien se podía confiar saco: el PROYECTO.
-Mira Ernesto, la última vez que estuve hice un proyecto de lo que será la granja escuela. En este árbol empiezan tus tierra, por aquí estará la empalizada, la haremos de arbusto naturales tipo cipreses para no maltratar nuestra madre tierra, aquí en el centro donde están los nogales irá la granja, ved todos como será, igualita a esta dibujada.
Era un dibujo infantil de una casita, se suponía la granja escuela, con un sol en lo alto del cielo. La casa de tejado a dos aguas con chimenea y una pequeña torre con pináculo del tipo de los relatos de cenicienta. Representaba con un trazo débil dentro de un trazo más grueso lo que serían las tierras de cultivo. En ellas se podía leer dentro de las fronteras del dibujo: cebada, a su lado trigo, una nueva frontera de carbonilla y avena, así con muchos cereales, frutales…Todo bajo un sol sonriente. Ese era el gran proyecto. Ernesto protesto.
-No, no, no, aquí donde pone remolacha no es mi finca, esta mal.
-No puede ser, el otro día me dijiste que era hasta el campo de manzanos, ves la línea llega hasta el campo de manzanos, si hasta lo he escrito, ves, campo de manzanos.
-Pues- respondía cabreado Ernesto- eso no es mi finca, no tiene esa forma, no puede ser, estas muy equivocado.
Melena sintiéndose observado por todos y pensando que podría perder su autoridad quedando en ridículo como un incapaz ¿ese será el que lleve el proyecto? Opinaba Melena que de él pensarían. Por ese motivo empleo su arma más terrífica y convincente: el chillido y los gesto nervioso- agresivos. Zarandeaba excitado el papel, lo elevaba por su cabeza, lo bajaba, se lo llevaba a los ojos, lo mostraba a los ojos de los demás, miraba el espacio real. Veis, Veis, los manzanos y señalaba en el papel donde ponía manzanos, sin poder sobre el grupo que entro en la discusión. Todo el mundo quería opinar y corregir si fuera pertinente el PROYECTO. Aprovecho para descansar Manuel al lado de Raquel, entablaron bajo un manzano una conversación intima. Manuel se enamoro de ella, acurrucados entre los sonidos de los cantos siux de Jacinta y Álvaro junto las discusiones por el plano; Raquel y Manuel hablaban con las manos entre lazadas acariciándose. Desde ese momento caminaron las siguientes horas juntos, hablando entre ellos, de vez en cuando debían repetirse la oración por interferir la voz aguda de Ernesto maldiciendo a alguien. Melena caminaba a su lado cabizbajo sintiendo una gran vergüenza, deseaba desaparecer de la mirada de todos. De haber podido pedir solicitar que la tierra se abriera y se lo tragara, lo habría hecho. ¿Cómo iba a ser el jefe? Ya pasará el día- pensaba.
Manuel las pobres expectativas puestas las daba ya por perdidas, menos la de estar con Raquel nada tenía sentido. No era la primera vez que le pasaban situaciones de este tipo. ¿Seria que no hay esperanza de salir de una humanidad tutelada por siniestros estados? En su vida conoció a gente de ecoaldeas anterior a Jacinta. Más o menos se parecían en personalidad. Incluso visito unos días una, y aunque en algunos aspectos estaban muy avanzados; por ejemplo trabajaban solo 4 horas diarias, el dinero era guardado en un fondo común y quien necesitara cogía lo necesario sin que jamás hubiera habido problemas de robo ya que todos eran muy conscientes de los demás. El amor que se profesaban, siempre se estaban abrazando. En algunos aspectos eran muy avanzados y conmovedor notar la armonía y felicidad entre ellos. Pero le molestaba a Manuel el miedo que experimentaban a cuestiones científicas de las que no se podía hablar, siendo tratadas de tabú para no romper la paz social, unos rituales espirituales sin ningún sentido para Manuel, algunos importados de tribus sin tradición con las nuestras las Iberas y Celtas, por ejemplo de Siux, Apaches. La que visito le fue grato y llego a casa lleno de esperanzas de haber estado con gente más pacifica conocido en su vida y la primera vez que conoció el colectivo y las grandes ventajas de la vida en colectivo que quitando fuera de esos espacios no se reproduce. Aun viviendo 6 millones o 12 millones de persona en un mismo espacio no tiene esa masa nada que ver con una vida colectiva, son una suma de individuos tutelados por un estado y completamente solos. Le causo un gran impacto, pero demasiado alejado de su forma de vida, no entendía a estos seres humanos, ni se veía capacitado para soportar el peso de la vida en común, era un aprendizaje en el que en cierta medida tendría que renunciar a él. Luego estaba la aceptación de sus costumbres en las que le sería muy difícil participar.
Gente de un ideal paralelo, pero con una línea más materialista, ideológica y de lucha frontal cuerpo contra cuerpo era lo que esperaba encontrar en sindicatos anarquistas pero carecían de un espíritu revolucionario, incluso estaban absorbidos por la revolución individualista-interiorista.
La cuestión era ¿ Por qué pasaba esto?
No renuncio a esas ideas de libertad, sobre todo en tiempos de crisis, donde fracasado el modelo capitalista, la razón les avalaba. ¿Por qué no poner en marcha trabajos sin patrones, trabajos en comunidad?
Aquello distaba mucho de sus intenciones, señal de cómo estaba la gente por las razones que fueran: la pedagogía única del individuo, el capitalismo, la tecnología… eran las asambleas. Sin jefes, todo el mundo soberano podía expresarse. Nadie lo hacia, siempre la llevaban dos que manejaban la voluntad de los demás, así los embarcaron en la tontería de la granja escuela. Estaba tan mal preparado el proyecto, del que carecían, que para creer en el se debía ser un crédulo o una persona sin voluntad, ni iniciativa. Eso es lo más abundante en este tipo de organizaciones, las razones es nuestra naturaleza propensa a ser sometida. Cuando más humillados más agradecidos, cuando más esclavizados más seguros nos sentimos.
Fueron a dar con Melena y Ernesto en esta asamblea, no tuvieron mucha dificultad, ni oposición en embarcar a la gente en esta idea irrealizable.
Mientra Manuel que caminaba como un autómata sin escuchar las discusiones de Ernesto y Melena, embriagado por el roce de la mano de Raquel. Ernesto continuaba su inagotable discurso:
-Veis esto, es mío y esto-les decía Ernesto.
Melena, para que todo el mundo volviera a confiar en el hombre práctico que era como ejemplo de su previsión ideo un plan para limpiar el inmenso solar de zarzales y aliagas.
-Aquí, a partir de mañana se queda un tío, o en unos días vendré con cabras, las cabras se comerán todo esto, esa será la forma de limpiarlo.
Estaba satisfecho de su intervención pública y de su autoridad sobre los asistentes, se quedo un poco decepcionado porque nadie aplaudiera.
Llegaron a una caseta de herramientas, una construcción de menos de 20 metros cuadrados, sin ventanas, con una puerta de hierro custodia de unas humildes herramientas de campo. Lo gracioso de la casita era el estar cubierta por una parra que la envolvía de esquina a esquina y un grifo a modo de fuente dando la bienvenida al visitante de tan poco visitado rincón del mundo.
-Es suya esta casa-pregunto Álvaro.
-No, es de mi vecino, yo ni regalo quisiera esto, a partir de aquí es de mi vecino pero esta tierra no velen nada, eso ni regalado.
Los campos señalados como malditos estaban cuidados, a diferencia de los de Ernesto, este los tenia en estado de abandono esperando un comprador con ganas de coger el arado para abrir la dura tierra sepultada por una corteza soldada por el sol y el desuso. Los campos de su vecino parecían un edén. Todo era comestible al hombre, lechugas, tomates, pimientos, vid, berenjenas, bachoqueta, manzanos, perales, cerezos… su fruto alimentarían aun pueblo, no a solo un rebaño de cabras.
Jacinta al ver un árbol grande y esbelto desato la furia de Ernesto. La moza de fácil sentir y emocionar al ver un enorme olmo fue corriendo a cargarse de su energía. Lo abrazo, Álvaro al ver ese acto de amor a la naturaleza tan bonito también fue, juntos empezaron a abrazar y a escuchar al árbol. Ernesto desesperado empezó a gritarles:
-Vámonos, hacer el favor de dejar el árbol, no tiene la más minima energía, ni nada, encima es de mi vecino. No es milenario, lo planto su abuelo que era un ladrón y tenia tratos con los maquis, ladrones, esa familia no es más que una familia de ladrones.
Jacinta y Álvaro llenos de energía obedecieron. Nadie hablaba de hacer la granja escuela, todo miraban los relojes con ganas de irse.
Llegaron al parking de nuevo desilusionado en parte pero sin ganas de abandonar el proyecto.
Seguiremos en contacto la semana que viene, haremos una reunión.
Manuel consiguió de Raquel la promesa de que irían de viaje a ver lugares que tenia interés de visitar.
En el coche discutieron de los acontecimientos Ramón, Álvaro, Jacinta y Manuel.
-¿Cuál es vuestra opinión? Pregunto Manuel.
-Yo la verdad, estoy un poco despagado-contesto ramón-pero claro hay es cuestión de verlo, igual puede hacerse.
-Ah-dijo Judit indignada y empezando a gritar- pues claro es factible hacerlo, eres energía negativa, si te ponen así en plan racional no se haría nada, yo he sentido una gran vibración, eso es buena señal. Hay que formar ya la cooperativa, pagarle a esta gente y empezar cuanto antes.
-Jacinta tiene razón-comento Álvaro- hay que hacer algo, no hace falta pensar tanto yo si son doscientos o trescientos euros mañana los saco del banco y se los doy a Melena. Esta gente puede estar algo perdida, pero intentan hacer algo.
-Yo no lo tengo tan claro- dijo Manuel- el proyecto es inviable con trescientos euros de 15 personas no se construye nada. Las cuadras, los caballos, los especialistas en educación, la viabilidad. Yo no digo de no realizarse este tipo de negocios, pero es para gente que conozca el oficio. Hacen un proyecto, se van al banco y piden el préstamo supongo una cosa de esta envergadura valdrá más de medio millón de euros, todos nosotros apenas podemos recoger más de 3000, con mucha suerte.
-Eres un gafe, empezó a amonestarle Jacinta, las personas que vais de racionales son los que habéis creado la crisis actual, por eso en las ecoaldeas no las queremos, noto que no tienes tu parte espiritual equilibrada, eres igual que los capitalistas. Si no quieres apuntarte peor para ti, sufrirás en las fabricas, allí sabrás lo que es bueno. Nosotros estaremos en sintonía con los espíritus y la tierra.
-Mira Jacinta-le dijo Manuel- aquí no todos somos de tus creencias, respeto el espíritu sin creer en el, pero eso es otro tema. No todos venimos de movimientos de ecoaldeas, algunos no hemos llegado hasta aquí leyendo ni a Jorge Bocay, ni a Buda, ni a Confucio. Sino a Bakunin, a Marx, somos materialistas, a mi no me vengas con rollos de si soy o no espiritual, o tengo mal lo chacras, seguramente como tantas otras cosas tendré mal. Aquí se trata de emanciparnos, de salir de la dictadura burguesa, de luchar por la vida, llegar al autoempleo dentro de nuestro enfoque donde el trabajo y la vida no tiene porque ser un infierno. Haciendo lo que ellos proponen estaríamos peor. Muchos compañeros y compañeras la crisis les ha puesto en una gran fragilidad económica y el dinero solicitado por esta gente lo necesitan para comer. Yo soy el primero necesitado y sinceramente no me fío. Todo han sido mentiras, la cesión de tierras se convierten en compradas, no sabemos si en ese lugar se puede construir, te recuerdo que es una rivera de río, y un sin fin de cosas, casi nada cuadra.
-No quiero oírte, cállate, traerás mala suerte.
-Suerte, pues fíate, ya ves que gran proyecto, el dibujo en un folio de una casita con un sol y nubes, si crees eso, tu veras.
Manuel sin ganas de discutir callo el resto del viaje desesperanzado sin saber cual era su sitio en el mundo.
Por un lado el enemigo burgués exigía su carne para sus fábricas.
Por otro lado los anarquistas hundidos en el individualismo, carentes de su propia ideología se habían empastado en una argamasa de otros colectivos que venían de residuos religiosos. Pululaban afiliados cristianos antiabortistas humillados ante dios. Los había buditas, practicantes de yoga, o de un mundo espiritual mitológico de hadas, ángeles…los había individualistas que trataban encontrar al colectivo, solo y solo si se veían reflejados en la coincidencia de sus ideas fusión, mezclaban Bakunin con Confucio, a los siux con Hegel , el colectivo con el individualismo, para relativizar la moral y los principios según conviniera. La conclusión era que el individualismo era el vencedor del ser humano entendido como animal social. La formulación Aristotélica debía reformularse. El ser humano es un ser individual.
Al llegar a casa Manuel volvió a la compañía de sus perros, a la desesperanza absoluta, si ya tenía pocas esperanzas, ahora ninguna.
Contemplo el silencio de las ausencias.
Esa tarde le dio por añorar a su familia, cosa extraña en él, duro un par de minutos.
Acostumbrado como gran parte de la población a vivir sin saber sus familiares. Manuel no los veía desde hacia más de 8 años. Se sentía orgulloso de ese dato, por eso le extraño el tener esos sentimientos. Al fin y al cabo la familia es el bien de unos pocos en detrimento de la humanidad. Le molestaba que muchas familias ayudaran a sus miembros, eso era muy malo para el mundo. Se estaba produciendo el hecho de familiares que desde hacia tiempo no sabían unos de otros, por la crisis se visitaban esperando sacar algo.
A ver en la visita si al primo le iba bien, y podía colocarle, o hacerle algún favor. Las familias a día de hoy para horror de la humanidad y agravar la crisis se seguían ayudando exclusivamente entre sus miembros, con su horrorosa injusticia.
Podía observarse en la crisis económica del 2009 familiares ayudándose entre sí con todo lo perjudicial que conlleva. Al hacerlo se ayudaba en detrimento de otro más necesitado. Igual pasaba en las empresas. Primos, sobrinos, tíos, cuñados, yernas…aun siendo menos cualificados que un desconocido era empleados por el familiar. Sumiendo en la pobreza a otro de distinto grupo sanguíneo.
Manuel nostálgico y a su vez asqueado del mundo necesito llamar a Raquel. Tuvo una conversación sin transcendencia, respiro al escuchar su voz, quedaron para el día siguiente dar un paseo.
Al colgar quedo todavía más sumido en un dolor interno, con un mal presentimiento. Se tumbo en la cama observando como por el pasillo jugaban Luna y Blaqui a perseguirse. Pensaba en Raquel, en la profunda atracción sentida hacia ella. Por experiencias pasadas recordaba lo cambiante de la naturaleza humana, y más de las mujeres. Presentía su inminente sufrimiento.
Sobre las mujeres siempre sintió curiosidad, pero era torpe para entenderlas. La naturaleza conservadora de estas, debido a su biología, por mucho que intento educarse y comprender, no pudo superar ciertos dilemas.
El mundo femenino lleno de sensualidad, deseo, fragilidad, emocionalidad. Siéndole atrayente, también encontraba en el algo repulsivo. La forma de ser de las mujeres era un misterio, y les temía.
Las tierras de Ademuz. La gente de la ecoaldea. Los perros. Amor.
En silencio sentado en el suelo a semioscuras Manuel acaricia a sus perros.
Luna le mira brillándole los ojos mientras escala por sus piernas para caer mecida en sus brazos. Sus ojos marrones oscuros parecían una balsa tranquila de chocolate. Brillantes resplandecen emocionada y reconfortada por las caricias.
No paraba monótona e inagotable de lamer los brazos de Manuel. En esa posición estaba abstraído pensando ¿cual era su sitio en el mundo?
Tras 29 años todavía no lo tenía claro.
Empezaba la vida a serle demasiado cansada, un oscuro círculo homeostático sin alcanzar nunca un estado optimo.
Las ilusiones pasaron no hacia todavía demasiado, dejando en su lugar un agujero negro de desesperanza al que iba.
Sus tres perros abandonados eran su principal vínculo afectivo, quizás por eso, por perros y por abandonados.
De perros y gatos a los que la gente daba su único y leal amor, el mundo se estaba llenando. Tras la renuncia por desesperación y depresión de muchas personas al hombre. ¿Qué les queda tras darle muerte a este?- El perro.
En Manuel su zoofilia no había llegado a este extremo de refugiarse en ellos y humanizarlos, aunque los quería y aprendía de ellos. Seguía viéndolos como seres de otra especie con su propia personalidad y peculiaridades propias de su naturaleza.
Su forma de vida, por converger con la suya, pudiendo denominarse de estilo perruno, hizo que estuvieran los cuatros muy avenidos. Más que un refugio emocional- afectivo, aquello era a veces una camada de tres perros y un homínido. Y en vez de ser como acostumbran los perros a ser hominizados, fue el homínido perrunizado.
Ellos no querían otra cosa que un plato de comida una vez al día, alguna que otra caricia, grandes paseos, tiempo libre para tumbados al sol convertirse en campo de aterrizaje para las moscas. Esa si era noble faena- pensaba Manuel.
En eso se debía trasformase la vida de las personas: En poco trabajo, ninguna ambición, paseos, largas horas bajo el sol durmiendo y quizás soñando, dormir, dormir, no más. Una de sus muchas preguntas no resueltas era como conseguir ese simple plato de comida. No deseaba como sus perros nada más, pero por la desventaja de ser hombre con sus cargas de ansiedad y cobardía que arrastra en su contrahecha naturaleza temía y se preocupaba, a diferencia de los canes, de carecer de yantar.
Más valía pasar necesidad racionando la comida desde el último trabajo y tener días de asueto, que trabajar de forma seguida aunque tuviera abundancia alimentaria al precio del sufrimiento de la carencia de libertad y el peligro para la vida que impone el burgués en sus galeras imperiales.
-Hare lo mínimo, no más de lo que necesite- se juro- seré como ellos.
Hasta ahora en la vida de Manuel su juramento lo había cumplido a mitad. Siempre que pudo huyo de las bárbaras cadenas del trabajo mecánico que impone el empresario a la carne humana, en base a las necesidades y miseria moral de los embrutecidos empleados de las fábricas de azulejos de Castellón.
Muchas veces le toco sacrificarse. Recordaba uno de los tantos trabajos humillantes hecho en ese infierno dentro de la vida, llamado por el funcionario vida laboral.
En una fábrica de Onda de azulejos trabajo hacia tres años, aguanto unos meses. Hasta que tuvo lo necesario para comprar arroz y patatas para bastante tiempo, y algo para combustible y luz, siendo estas sus únicas necesidades.
Lo contrato una empresa temporal donde personas sin cualificación, los llamados trabajadores de tercera, eran reclutadas para servir de carnaza en centros de trabajo. Allí trabajaba cambiándole los turnos: día, noche, tarde según conviniera a la producción fluctuante, o por puro capricho para ver los estragos de alterar los circadianos.
Un día trabajaba de noche, al día siguiente le decían:
eh tú, el de la temporal ven mañana por la tarde.
Si trabajaba por la tarde al día siguiente iba por la mañana.
Trabajaba seguidos 26 días, libraba 4 al mes, pero no consecutivos, algún martes o miércoles generalmente. La ilustre faena era como los horarios: llevadera.
Medio zombis se dedicaban a empaquetar azulejos recién salidos del horno abrasándose los dedos al romperse del calor, del trabajo, los guantes que les daban cuando los habían.
Tenían 5 segundos entre caja y caja para empaquetar más de 25 azulejos que pesaban bastante.
El derecho a media hora de descanso en un acuerdo sindical se lo quitaron. Muy satisfechos quedaron del trato dado a los trabajadores, tanto patronal y sindicatos. Todos salieron ganando gracias al dialogo y a la empatia que proporciona ponerse en el lugar del otro. El empresario ganaba por no parar las máquinas, los trabajadores cobrarían de su esfuerzo 5 euros al día más que sus compañeros de bombos, molinos, hornos al celebrar estos el descanso. A muchos hormeros el almuerzo se le atragantaba de haber perdido semejante oportunidad.
-Malditos sindicatos y gentuza inútil de las temporales- decían desde la ventana de los comedores donde se les podía ver trabajar a los e.t.ts cargando azulejos y soplándose en los dedos.
Estos les envidiaban tanto, que cuando los cargadores- empaquetadores de cajas levantaban la mano como les indico el capataz debían hacer para ir al lavabo, al no poder dejar” jamás” desatendida la máquina infatigable en su vomitera de azulejos. Estaban confinados en la salida del horno donde cocidos miles de azulejos salían para caer en sus manos. No acudía nadie a su llamada.
-Ese no es mi trabajo, a mi no me pagan por empaquetar azulejos- les contestaban riendo.
Los desgraciados estos, al rato de no ser atendidos por nadie, estando todo el mundo muy ocupado en sus sacras labores muy definidas, bajaban el brazo y seguían recogiendo azulejos para empaquetar.
Alguno que otro se orino encima, o con suerte lo hacia como podía bajo las cintas del horno rápidamente para que no cayeran demasiados azulejos al suelo y les gritaran humillándoles tratándoles de inútiles incontenciosos delante de todos. O el terrible despido por meones.
Repasando todos los trabajos sufridos y evaluando la gente que en ellos había conocido llego a una conclusión evidente: debía salir de todo eso. ¿Cómo?
Esa era la clave. No consumiendo gano tiempo en su condición de carne de cañón, pero era una solución temporal.
Manuel deseaba una vida como la de sus perros o la de los pájaros que volaban por encima de su casa. Mucho más libres que cualquier trabajador de Castellón. Esos animales bajaban del cielo y obtenían el grano necesario para alimentarles, no se lo entregaban a otro de su misma especie para convertir su regalo en servidumbre perpetua.
-Me he esclavizado a cambio de nada. He sufrido la afronta del opresor burgués en silencio, resignado. ¿Qué me ha obligo a estar obedeciendo contra mi voluntad sin dar rienda suelta a mi cólera con su sangre? Será mi naturaleza cobarde, mi debilidad. ¿Qué hubiera sacado haciendo justicia? La justicia la habría hecho el poderosos conmigo haciéndome pasar media vida en prisiones, y aun ganarían dinero conmigo haciendo hacer trabajos forzados. ¿Habrá alguna solución a toda esta violencia y barbarie? Parece todo el mundo interesado dejar las cosas así. Incluso los oradores del cambio firman acuerdos que nos llenan de ignonimia y estupor. Me alejan de ellos con su falta de moral y de principios. ¿Será su ideología un producto de su disonancia cognitiva? ni siquiera en su cinismo, les acarrea la más minima tensión moral sus mentiras. Vedlos con que naturalidad se comportan los hipócritas colocados en cualquier manifestación de poder, sindicatos, ong, o asociación a defender a los pobres; y los pobres ¡imbeciles! resignándose pacientemente a serlo, viendo estúpidamente como hablan de ellos sin hacer nada. Algunos de soportar tantos discursos, intrusiones mentales, y buenas intenciones hasta la rabia y el odio les han capado. Sus amados protectores, freno de las aspiraciones de los desposeídos, una vez han convencidos a estos de las bondades de la paz social y de aguantar la pobreza sin violencia.
No conduce a nada la sangre- gritan desde las tribunas.
Tras el discurso van a cobrar su talón, asegurando tranquilidad a los cuellos burgueses de su única pandemia posible, la Guillotina.
Para salir de esa situación Manuel buscaba gente de principios semejantes. Unidos entre todos podrían emanciparse, solo con el colectivo podría salir adelante, de forma individual estaban destinados inexorablemente a la esclavitud.
La pobreza moral y física de las fábricas: nido de gente viciosa, mala, cruel, codiciosa, alienada. Sucios, llenos de violencia contra todos, contra la vida, contra sí mismos, pero sumisos e influenciables al poder, en esos centros de internamiento o de trabajo pululaba la llamada clase trabajadora. Merecidamente tenían ganado su último peldaño en la existencia humana.
Para desilusión de Manuel entre los libertarios no le fue mucho mejor que entre los fascistas de las fábricas.
Reinaba la apatía y la resignación de saberse perdedores. Escollados y residuales, sin dar un enfoque vigoroso a la ideología del s XIX, o con la praxis poner en marcha proyectos colectivos y hacer frente al zarpazo dado por el capital a millones de heridas existencias. Sus miembros habían caído en la depresión del negativismos y del derrotismo, hasta esta palabra la transformaron para que significara lucha social.
El enemigo era un gigante que no paraba de crecer, en ellos las fuerzas menguaban por abandono en sus filas. Era una hidra el burgués: le cortas una cabeza y le salen dos. ¿Contra eso, como luchar? Algunos se preguntaban si no sería mejor aceptar el individualismo y empezar a hacer la revolución interior.
Los había que desertaban de sus filas o no ingresaban por tener pareceres diferentes mostrados en algún comentario de opinión sin mucha importancia pero elevado a motivo para irse o vivir sus principios de forma individualista. Esos eran los anarco- singel.
-¿He de ir yo con esos? para mi esos no son anarquista ni nada, yo no pienso como ellos, así que me voy, yo pensaré por mi y haré la revolución desde dentro de mí, yo soy mejor que ellos.
La discusión podía deberse a que un compañero se indignara por la incultura sindical de otro al no saber quien era Malatesta u Owen.
Los había que se iban por motivos más coherentes, donde la soberbia individualista del saber o los motivos emocionales de las discusiones no eran el componente del abandono, y si la falta de iniciativa.
Manuel, llegado a estos extremos en unos tiempos de relativismo incoherente, volvió a mirar a sus perros: luna, Blaqui, Boira.
Dependían en cierto modo de él y eso le aterraba. Pedían poco: un plato de arroz con algún hueso viejo, o una ligera ración de pienso imposible de empacharles.
-Si la crisis sigue así no se que será se vosotros- le decía a luna, mientras continuaba con el aseo de su brazo.
La observaba tratando de divinar a través de inferencias que vida pasada arrastraría ella y los otros.
Recogió a luna en una cuneta hacia un par de años.
Una calida primavera del mes de Abril, la brisa embriagadora llenaba de aromas el monte. La vida discurría marcada por el reloj biológico del deseo del celo en hombre y animales.
Aparco el coche Manuel para cargar agua de una fuente cuyas gotas manaban ya escasas, anunciando sequía en estas tierras deshidratadas. Aburrido de ver como no terminaba de llenarse las garrafas, mientras la lenta procesión caía se acerco atraído por el amarillo de la avena salvaje reseca y polvorienta a un bancal.
Escucho un lamento, se acerco, vio una sombra retorcerse de dolor.
Con más detenimiento exploro entre la hierba, y encontró una perrita jadeando medio inconsciente. De estampa cazadora, parecía una podenca andaluz. Tenía una piel cubierta de pelo corto, de hermosa figura con los colores de la más regia fauna silvestre. Blanco salpicado de manchas marrones. Su tamaño era pequeño, muy utilizado este animal sufrido y trabajador en la caza de la perdiz. El animal no se entero del observador ocupada en el dolor. Emitía un ligero gemido, apenas perceptible, lleno de resignación y dolor ya abandonada toda esperanza de salvación, siendo ese su sordo consuelo, su adiós sin contestación y sin importarle a un mundo silencioso.
Su cuerpo, más pequeño de su tamaño real, estaba como la uva cuando tras secarse se convierte en pasa, aun así era hermosa su heroica silueta.
La causa de sus desdicha, es la natural tras ser abandonada. Desconcertado el animal deambularía vagabundeando por la carreteras hasta que paso lo inevitable, un coche la atropello. Tras acariciar Manuel al animal, le miro con cara de extrañeza para volver a caer la cabeza al suelo y seguir gimiendo. Intento levantarlo para examinar las heridas, no podía caminar tenía las dos piernas traseras inútiles y el vientre inflamado como un enorme balón de futbol apunto de reventar, seguramente el coche debió impactarle o pasar por ese lugar de su cuerpo.
Manuel se fue rápido al agua, con una navaja corto una garrafa de plástico donde puso agua. Fue hacia el animal, lo reanimo y le dio de beber.
Se desesperaba por beber.
Manuel le quito el agua para que no le sentara mal, desconociendo cuantos días llevaría sin hacerlo. Su cuerpo inerte estaba lleno de pulgas y garrapatas. La estaban devorando viva. Al no poder rascarse para quitárselas por estar impedida de la patas de atrás, y tampoco tener la movilidad necesaria para salir de allí, estas hicieron de su cuerpo un banquete. Acudieron invitados a tan generoso menú todas las pulgas, ácaros, garrapatas del lugar. Por su cuerpo invadido hacían tal procesión, llegando a ser difícil distinguir que era perro, o que era conjunto de pulgas.
Manuel la recogió y la llevo a casa. Le volvió a dar de beber y algo de comer suave, luego la limpio de pulgas y garrapatas, al día siguiente fue al veterinario y la curaron.
Luna la llamo. Las muestras de gratitud de Luna por su resucitador eran observables en un abanico de muestras de cariño.
Blaqui se acerco a olfatear a Manuel en busca se su caricia, acerco su enorme cabeza de pastor alemán y recibió unos cariñosos golpecitos en su frente, una ligera caricia descendió hasta bajo de su barbilla mientras estiraba el cuello para que lo acariciaran en esa posición. Era extraño encontrar a un perro de tanto valor abandonado, pero ni los animales, ni las personas considerados bellos se libran de pesares. Manuel siempre hizo conjeturas acerca del destino de este animal. La que más le gustaba era la hipótesis de un divorcio y su venganza. Estos animales son caros de comprar. Blaqui era de un tamaño impresionante con sus más de 50 kilos y en altura con casi 1, 70, era un macho grande, sano, fuerte, regio en figura y carácter. De ladrido agudo que intimidaba. Un animal con estas característica para cuidar una finca son cotizados y requeridos. Manuel solía pensar en Blaqui convertido en regalo de alguna pareja, o al hijo de un joven matrimonio. Debieron de separarse, al hacerlo seguramente el varón decidió vengar su desamor como lo hizo.
Lo encontró Manuel paseando con Luna a medio kilómetro de un vertedero, oculto entre unos garroferos. Un aullido lastimero lanzo a Luna hacia la victima indefensa de alguna venganza. Manuel siguió a Luna.
Lo encontraron frente a ellos atado. Su pena consistía en morir de hambre, sed y soledad. No llevaría más de un par de días, se le notaba algo desgastado, pero fuerte. Era noble de carácter, les recibió con simpatía a sus dominios menores de un metro, lo que daba la cadena, justo para tumbarse y sin poder evitar hacerlo sobre sus excrementos. Inclino la pata delantera en señal de paz y amistad.
Al principio Manuel no podía creer ver a un animal semejante con ese destino. Lo observo, le dio la poca de agua que llevaba, la engullo de forma inmediata. Lo soltó y empozo a correr alrededor de ellos jugando con Luna. Manuel aprovecho para inspeccionar el lugar. Sin ninguna construcción alrededor, ni persona ¿Qué hacia en medio de la nada ese animal atado de esas maneras? ¿Quién, y por qué hizo eso? Sin aclararse en sus explicaciones, decidió volver a atarlo, para pasar al día siguiente, por si tenía dueño y mientras estaba trabajando lo hubiera atado, aunque por el lugar no se veía a nadie. Presintiendo que mañana el animal estaría en el mismo lugar, sin agua ni comida. Manuel llamo a una protectora animales del pueblo. La protectora de San Antonio.
Conocía a Adela una de las coordinadoras otorgándose el titulo de presidenta. Era funcionaria de hacienda de profesión, y casada con un alto ejecutivo. Pasaba su tiempo libre, por ser funcionaria abundante, delicada a la causa de los animales. Habitual de los periódicos locales y la televisión local, donde promocionaba la responsabilidad hacia los animales, comentaba sucintamente los éxito de la protectora junto con fotos muy tiernas del antes y después de recoger aun animal. Se mostraba perros, gatos, cacatúas y demás fauna rescatada.
Quedaron para ir a ver al perro, como el camino a recorrer era un poco largo y no se podía ir en coche, Adela delegó en Pepin un maestro jubilado de gran fortuna, poseedor de varias fincas del pueblo. Fueron Manuel, luna y Pepin.
El animal seguía igual, nada indicaba que nadie pasó a soltarle o a darle agua y comida.
Lo soltaron inmediatamente, dándole de beber y comer, que hizo de buena gana.
Bueno-dijo Pepin-parece abandonado. ¿Qué haremos con el? Yo la verdad es que no puedo tenerlo, estoy muy estresado ya que tengo uno pequeñito que recogí el otro día.
Llamare a Adela a ver que nos dice. Marco en su móvil, no con mucha precisión se podía escuchar la voz de Adela.
-Oye Adela, el animal esta aquí, es un pastor alemán magnifico, sin duda esta abandonado seguramente querían matarlo ¿Que hacemos con el? Yo no puedo tenerlo, tengo al pequeño Ivanhoe y mi mujer esta harta de perros.
-Ponme con Manuel- le dijo esta.
-Manuel, ¿a ti como te vendría mientras le encontramos un hogar tenerlo una temporada?
-Yo como sabes no tengo dinero apenas, preferiría que lo tuviera otro, pero si es imposible no voy a dejarlo en esas condiciones ¿Seguro de tantos como sois nadie puede tenerlo?
-Ya sabes como es la gente, y con la cantidad de perros que andan abandonados por el pueblo… si puedes tenerlo una temporadita nosotros te daríamos pienso, un veterinario lo miraría gratis, por medios tú no padezcas que tenemos de sobra.
Finalmente se lo quedo Manuel.
Adela y Pepin se pusieron otra medalla en su revista de perro salvado de una muerte atroz y dejaron que Manuel repartiera su poca comida con los perros. Las autoridades contentas con el voluntariado del pueblo evitaban de esta forma la ilegalidad en la que se encontraban de por ley deber de tener un servicio de protección y recogida de animales. Los animales deambulaban sueltos por todos los barrancos y casetas cercanas a la población, amen de por las carreteras. Los voluntarios poco propensos a ser subversivos y dóciles al poder, alguna vez algún díscolo aguijoneados por sed de justicia, protestaban ante las autoridades exigiendo alguna solución a tanta tragedia perruna. Amenazaban con denunciar la falta de interés y de infraestructuras obligadas a proporcionar el Ayuntamiento. Pero las autoridades, mayores conocedores del arte de la amenaza y del uso de la fuerza, acababan rápidamente anunciándoles que si les denunciaban estarían obligados a cumplir la ley, y lo harían con toda su sádica violencia realizando una perrera donde animal recogido, sería animal sacrificado. Los amantes de los animales callaban y aceptaban un chantaje que duraba años.
Observando la caricia a los otros dos perros llego la última a los brazos de Manuel buscando también atenciones. Era una perra muy vieja, tenia tantas mezclas que no se sabia lo que era, largo como uno salchicha pero lanudo. De las patas a la cabeza, no levantaba tres palmos. Hacia cuatro meses que la recogió. El veterinario cuando se la llevo Manuel le comento de la brevedad de su vida. Le faltaban la mayoría de dientes. Apenas veía, ni oía.
El animal no daba muchas molestias, con los otros no discutía, pasábase el día durmiendo. La despertaba Manuel a la hora de comer porque de lo contrario no se enteraba. Comía y se volvía a tumbar para dormir. No le gustaba salir de casa, se pasaba todo el día enroscada durmiendo. Boira fue el nombre que le puso. Era este animal vecino suyo, venía de Texas, barrio llamado así por recordar a la ciudad sin ley Norteamericana.
Este barrio se encontraba en las laderas de montañeta de San Antonio y Peña Creus. Formado por un conjunto de fincas destartaladas, uniformes, sin gusto. Cedidas por el estado a colectivos gitanos, donde al llegar lo primero que hicieron fue sacar el cobre para venderlo, el plomo de las tuberías de agua para lo mismo. Los pisos eran un autentico arca de Noe. Entre las numerosas familias en perfecta sintonía vivían subiendo y bajando escaleras: burros, pollos, patos, perros destartalados, que traía de sus antiguas moradas en los campamentos de los alrededores del pueblo.
Desfilaba por las calles sucias, llenas de aceras rotas y con las juntas negras de la porquería podrida, entre casas a medio pintar, con las fachas para restaurar, una tropa de 10 chiquillos de menos de doce años, semidesnudos desfilaban en calzoncillos entre las fincas. Sus padres les regalaron varias carabinas de aire comprimido pensando que la buena puntería sería cosa importante en su educación. Disponían de 4 carabinas se las pasaban en entre ellos. Primero disparaban a botes, cosa que les aburría, luego a la chapa de los coches, a las farolas, para después pasar a las lagartijas y pájaros causando con la buena puntería proporcionada por la práctica una gran baja en esta fauna. Probaron con la literatura, hicieron la representación de Guillermo tell, pero en vez de con ballesta y manzana, con rifle y una naranja.
Aburridos de estas prácticas decidieron hacer un juicio sumarísimo a una perrita. El animal ajeno a su destino iba contenta al lado de los gitanillos moviendo el rabo. Le pusieron un lazo y la llevaron a un algarrobo donde la ataron. Ella, toda pagada con la atención recibida les seguía alegre. Frente a ella se coloco el pelotón de fusilamiento, apuntaron e hicieron fuego. El animal empezó a ladrar despavorido, giro detrás del algarrobo pero no podía huir de las descargas ya que los gitanos giraban en torno a ella. Una anciana salio a su auxilio, pero estos chiquillos de sangre caliente excitados por el espectáculo no querían cesar la diversión, incluso una voz comento de cambiar al perro por la anciana. Al empezar a poblarse de gente y temiendo que viniera la policía se dispersaron, varios padre de las criaturas estando por allí increparon también a la anciana. La anciana rescato al animal, llamo a la protectora de San Antonio, pero como sus miembros estaban en un acto público con las autoridades no pudieron ir, la anciana volvió a dejar al dolorido animal en la calle.
Al cabo de los días volvieron a repetir la operación los gitanillos, nuevamente un vecino tras mucho rogar y amenazar con la policía consiguió liberar al animal. Huyo de allí subiendo despavorido a San Antonio donde Manuel la recogió y la curo.
Poco a poco oscureció del todo, y Manuel, Boira, Blaqui, Luna durmieron sin preocupaciones excepto Manuel.
Pasaron varios días de una monotonía aterradora, dando vueltas sin saber donde ir. Yendo y viniendo al paro en busca trabajo, a las fatídicas empresas temporales. En todos los sitios donde dejaba el curriculum le decían: Ya le llamaremos. Pero nadie llamaba.
Se escuchaba el rumor de que el estado tratando de evitar una sublevación daría a ese ejército de parados de casi millón y medio sin ningún tipo de cobertura social. Vividores de la caridad familiar o las amistades, una paga miserable, prácticamente alimentaria, evitando subversiones y la guillotina al burgués. Era esta la paga en la que la gente deposito sus esperanzas.
El rumor se hizo oficial en el mes de agosto, quedando en un acto de cruel injusticia.
Manuel y Ramón pensaron acudir a solicitarla. Tras el anuncio del gobierno las oficinas de los inems estaban repletas de personas, las colas salían por la esquinas y se escuchaban gritos a los funcionarios.
Seguro debe haber trampa Manuel en la propuesta del gobierno, de esos no te puedes fiar, solo quieren quedar bien ante la opinión pública y salvar el pellejo, solo le importa el fuerte, las empresas, el poder-
Ramón, será mejor que lo dejemos para otro día, de aquí no salimos hoy si nos metemos. Cuando estén más claras las cosas las cosas volvemos, seguro que ponen algún requisito para dar la paga, lo harán solo a unos pocos. Es un mundo de pocos, cuando estallo la crisis creada por unos pocos, les dieron para tapar a estos canallas financieros todo el dinero de nuestros impuestos. Carretillas de dinero volcaron en unos pocos, para ayudar a unos pocos empresarios y altos ejecutivos les entregaron toneladas de dinero, y ahora para salvar a los desgraciados que han creado siendo estos los que han contribuido a salvar con sus impuesto a estos pocos, también de los muchos pobres salvarán a unos pocos. Es un mundo de pocos.
Esta paga dirigida a un colectivo de millón y medio de personas fue restringida a menos de trecientas mil. La gente protesto en los bares, en las tabernas, sintió el odio acostumbrado al político, al empresario, a la vida, al destino, pero pese al reproche siguieron pidiendo a familiares, amigos. Resignados callaban como acostumbra el humilde. Unos pocos afectados con esa injusta ley se fueron a protestar solos. Por ser pocos y no estar apoyados por sindicatos, ni ninguna otra representación de ese estilo los cuales en su hipocresía se felicitaban por la medida. Se fueron a hacer justicia como solo sabe hacer el pueblo. Poco acostumbrados a exigir, y muertos de miedo ante los medios represivos del estado, tiraron varios huevos a la fachada del ministerio de trabajo y cortaron un par de calles para vengar su afronta.
Esta fue la justicia que aplicaron solo unos pocos, de los millones afectados indignados de ser los paganos de la famosa crisis.
Llego el día de la excursión a Ademuz. Acudió a la cita Ramón con un amigo interesado en el proyecto, un anciano llamado Álvaro, y una chica que había vivido en ecoaldeas llamada Judit.
-Bueno, vamos para allá- dijo Ramón tras presentar a Jacinta que no conocía Manuel, a Álvaro no hizo falta presentarlo por conocerlo.
- la verdad es que me han informado del proyecto y me parece fantástico. Yo he vivido mucho tiempo en ecoaldeas y estoy deseando formar parte de toda esta movida. Debemos volver al misticismo al mundo espiritual, rechazar todo lo científico. Fuera los coches, la electricidad, las maquinas, el progreso, volvamos a la naturaleza, al bosque, a la vida en común. Jacinta se exaltada enaltecida con su discurso, subiendo el ritmo casi sin respirar hasta acabar gritando.
-Bien dicho- le dijo Álvaro un anciano de cerca de 90 años. Su cara un tanto surcada por arrugas le imprimía carácter, reflejaba bondad, igual que vitalidad, para su edad estaba muy ágil siendo totalmente autónomo. En su personalidad pese a ser generoso y en cierta medida coherente con sus ideas, cosa extraña en estos tiempos, poseía el defecto de ser de fácil convencimiento. Cualquier persona que fuera contra la tecnología, las drogas, el estado, la acogía como el mayor de los amigos y le entregaba todo, dinero, casa, ropa. Siendo en algunas ocasiones estafado por sus buenas intenciones. Nunca llego a aprender la lección, una y otra vez le robaban sin que hiciera nada por evitarlo. Así vivía su fe en el ser humano, su creencia en la palabra, junto con la posibilidad de regeneración.
Jacinta era una chica de mediana edad, contaba con 45 años, rubia, poco atractiva. Tremendamente frustrada. El hecho de no haber tenido hijos le afectaba, al igual que ver a todas sus amigas casadas, con hijos, con casa. Para ella la vida ¿que fue, en que se convirtió? En nada. Todo lo que deseo se lo negó.
El amor, la energía principal del cosmos según sus palabras. Correspondido no lo conocía, no renunciaba a conocerlo, aunque manifestaba ansiedad por verse mayor y cada vez menos atractiva a los hombres. Jacinta fue vulnerable a la belleza, siempre se sintió fea, desgraciadamente porque en la indelicadeza del mundo se lo dijeron, pudo comprobarlo.
Amo locamente a un chico, iba todos los fines de semana a hacer el amor con ella. Tras el acto la dejaba en la cama con la falta de sus abrazos. Hasta que encontró una novia a su estilo, una vecina suya, de muy ven ver.
Ya no volvió ningún viernes a llamarle oculto desde le coche para a escondidas en el bosque darle su amor y dejarla en el abandonada y satisfecho.
A la nueva la paseaba por todas partes presumiendo de ella. La llevaba con sus amigos a los que Jacinta nunca conoció, incluso cuando la veía a Jacinta giraba la cabeza. En los trabajos a Jacinta tampoco le fue bien. Las pocas ganas de trabajar junto con su inconformismo y poca voluntad de hacer algo que le gustara le condujeron a un callejón sin salida. Tiraban fuerzas antagónicas en torno a ella. Su inconformismo justo y positivo, caía en la memez de los chacras. Su espíritu castigado por las emociones demasiado intensas de desamor y frustración social desemboco en la reivindicación del mundo espiritual. Intento trabajar, por presiones familiares y amenazas de sus padres hartos de mantenerla con más de 35 años en casa. Varias veces lo hizo en almacenes de naranjas, donde trabajaba 16 horas diarias a un ritmo agotable. Poco duraba en esos trabajos y trataba de evitarlos. Le estresaba pensar lo acontecido en ellos, pero en esa región levantina no había otra cosa.
Las compañeras, mujeres duras carentes de sentimientos, acostumbradas a trabajar como animales y a comportarse como animales. Una persona tan sensible y apenada, de creencias tan exotéricas era blanco perfecto para ser acosada. A través de Jacinta podían exorcizar el dolor y humillaciones reprimidas en sus corazones, tratándola como les trataron a ellas en algún punto de sus vidas.
Debieron sacarla del trabajo para ingresarla en un sanatorio unos días. Tal era el estrés y nivel de ansiedad causado por sus compañeras.
Tampoco se esforzó en formarse en alguna ocupación. Acobardada de la vida se refugio cada vez más en las hadas, los ángeles, la energía de la naturaleza y se perdió entre brujería blanca y la búsqueda de la paz interior.
–estamos en una revolución, pero es una revolución pacifica, sin sangre. Una revolución Individual. Yo he venido al mundo a enseñar el don de la paciencia-solía decir Jacinta con toda la razón sobre la perdida de la paciencia y la paz del mundo.
-Eso me preocupa- le replico Manuel-de esa revolución que viene individual. Reducida a un simple acto de conciencia, cuando el debate de la conciencia como el del alma ha sido superado; la revolución de verdad debiera aguardarnos. La de las gentes unida, la de los pueblos. La revolución y los revolucionarios están desapareciendo con esa conciencia derrotista individual. Eso de revolución a través de la conciencia es una memez.
-Tu que sabrás- contesto ofendida Jacinta- lo único que quieres es sangre, como ellos, eres un dictador, un fascista, vuestro único deseo es matar y matar. El mundo esta en un proceso…
-El proceso es el de siempre- respondía Manuel- una pobreza convertida en el genocidio de nuestras vidas. La solución: luchar para cambiarlo. Con la conciencia individual haces más fuertes a nuestros enemigos y con esa chorrada que han inventado de la paz social. ¿Paz social? nos están matando de hambre, explotando y esquilmando las riquezas naturales, mediatizando con sus programas de televisión. En poco tiempo serán nuestras mentes parte de su programación. Están diseñando el mundo donde vivimos. Eso si que es violencia. Los tratos a los inmigrantes, las pateras que dejan naufragar, las torturas en las comisarías, los despidos, la alineación, la extirpación de la personalidad, el culto al cuerpo, el individualismo. Eso si es violencia, las guerras que esta provocando, el hambre. Esa es la violencia ¿como quieres responderles, rezando? Ellos lo hacen con portaviones. Colocando policías en los bancos, en las fábricas para proteger a los ricos, tiene todo tipo de propaganda para darle la vuelta a la realidad y ¿que pretendes, rezar para que sean conscientes?
Jacinta girando la cabeza se puso a rezar dejando de hablarle. Para apaciguar las cosas Álvaro unos minutos después le hizo unas preguntas
-¿en que ecoaldeas has estado?
-Estuve en la de la Pesquera. Hay de muchos tipos y formas de ecoaldeas, en esa no tacábamos apenas el dinero. Teníamos una economía de subsistencia. Comíamos de lo que plantábamos, de vez en cuando hacíamos algo de artesanía tipo jabones naturales, algún que otro jersey o marroquinería y lo cambiamos por cosas que necesitáramos. Vivíamos en casa ocupadas reformadas por nosotros.
-Eso esta muy bien-dijo Manuel. ¿Sigues por allí?
- No, la verdad es que se disolvió debido a pequeñas discusiones. Sobre todo por temas de parejas y por la necesidad que pasábamos. De las 13 personas llegaron dos parejas, pero al poco tiempo esas parejas llegadas se disolvieron para irse con otros del grupo, hubo un poco de lío, nada grave pero si desagradable. El primer invierno fue muy duro, apenas teníamos para comer y siempre estábamos discutiendo. Las asambleas eran un follón hubo personas que no aguantaron y se fueron. Al necesitarnos todos e irse gente nos era imposible atender al ganado y las tierras, estas fueron siendo cada vez menos productivas, nosotros empezamos a pasar carencias. Al final no pude más y me fui, cuando lo hice quedaban 4 personas. Desconozco su final.
Álvaro cuyo sueño antes de morir tras haber pasado todas las injusticias del capitalismo era hacerlo de forma libre y en comunidad, dirigiéndose a Jacinta, conmovido imaginado la dureza de llevar a cabo esos principios de igualdad, equidad, libertad, moral, en un mundo donde escasean estos principios, le respondió:
-Es difícil en el mundo en el que nos movemos pese a tener tantas experiencias en Europa. de ciudades pueblos aldeas libres, siendo en la que estabas un intento por llegar al nivel de esa gente que vivían en libertad hace mil años. Muchas se formaron en la edad media, todos sus miembros eran iguales, hombre, mujeres, no dependían de ningún señor feudal. Las artes y oficios progresaban. En esa vida en comunidad y libertad esos afortunados seres humanos vivieron mucho mejor que nosotros. Lo que no comprendo es por qué no podemos materializarlo. Espero en este proyecto que intentamos hacer, sin ser tan ambicioso, por lo menos sea el principio para llegar a donde llegaron gentes, pueblos, de hace mil más de mil años.
Se hizo silencio. Llegaron a Ademuz. Les esperaban unas personas apoyados en unos coches. Estaba Melena al frente de la comitiva de bienvenida y la gente de Valencia, junto con el dueño de las tierras, Ernesto.
-Bien venidos-grita un Ernesto muy entusiasmado, hombre de expresión severa salido de otros tiempos. De aspecto del antiguo morador de estas tierra de aquellos conductores de merinos.
Corpulento como un oso, cubierta la cabeza de un pelo blanco y escaso peinado hacia atrás, nariz aguileña y frente despejada. Vestía como los hombre de campo, pantalón de pana y camisa blanca con cuadros azules de manga corta y una sandalias.
Al llegar se saludaron efusivamente todos en una ambiente jovial. Por un momento se creían con la posibilidad de dejar un mundo marcado por la codicia, el dolor, el sufrimiento para comenzar a caminar sobre un mundo de entendimientillo, concordia, fraternidad. Durante unos segundos Manuel y todos se sintieron felices. A los pocos minutos de llegar ellos, llego Raquel. Vestida para ir por el campo, con unos pantalones cortos que enseñaban sus enormes piernas rectas y delgadas.
Volvieron los abrazos y las muestras de cariño. El momento histórico para ese grupo empezaba con la señal de Ernesto de mover, empezaron a caminar.
Llegaron a la orilla del Turia, oscuro en sus aguas revueltas de color marrón por la cantidad de tierra que arrastraba. Las dos orillas estaban muy próximas, pero el caudal era incierto de adivinar su profundidad.
El calor era asfixiante a más de 35 grados y el agua tenía aspecto de peligrosa, ninguno se atrevió a bañarse.
Al llegar a unos paelleros donde un kiosco- bar se esforzaba en servir a unos clientes sin prisas. Sentados aguardaban a que un camarero con poco estrés les llevara los almuerzos, refrescos o cafés. Acompañaba la estampa campestre música tradicional de más de 40 años. Ernesto paro al grupo diciendo: ahora comeremos.
-Pero no íbamos primero a ver las tierras- pregunto una voz impaciente que rompía aquella paz.
-No, ahora comemos. Tu señalo a Ramón y a Raquel- ahí tenéis leña, esa esta comprada que la he pagado yo a los del kiosco, encender fuego que ahora iré a por la carne.
Todo el mundo obedeció las órdenes de Ernesto, fue a por la carne y a cambiarse.
Mientras Manuel cortaba leña y se la daba a Ramón que no se aclaraba a encender el fuego por estar un poco húmeda la leña. La gente de valencia se tumbo bajo un olmo y Melena acompaño a Ernesto cambiando con él muy serias impresiones a tenor de sus movimientos de cabeza. Al rato Manuel vio como avanzaban unos hombres, uno era Ernesto para meterse mejor en el personaje de hombre trabajador hecho a sí mismo se enfundo en un mono de trabajo atado como un franciscano con una cuerda. La paz duro poco.
-¿Qué no esta el fuego encendido, no sabéis ni encender fuego?- dijo Ernesto exasperado por la negligencia de estos.
-Es que esta la leña húmeda, a ver si tu lo haces mejor-le contesto Ramón furioso.
En un momento encendió Ernesto el fuego para rabia de los demás.
Veis como se hace- se jactaba satisfecho de su superioridad. Os digo esto porque yo he pasado a veces 3 y 4 meses en el monte, es como se aprende, el que no ha paso ese tiempo en el campo, no sabe nada.
Jacinta entre tanto empezó a cantar su oración de karma ya que era la hora.
-¿Qué le pasa a esa?-pregunto Ernesto.
-Nada que tiene que hacer sus ejercicios de meditación- comento Raquel rápidamente respondió sin conocer a Judit. Intuyo con la agudeza característica de Raquel de que se trataba. También ella era simpatizante de este tipo de corrientes tan frecuentes hoy en día. Ernesto desconocedor de estas moderneces, más orientado por su edad a la pedagogía dada por la guerra civil. Buen conocedor las hambres posteriores, la represión, las guerra de Ifni en la que intervino, el abandono del sajará occidental. Miraba perplejo a Jacinta. Después de su cuarto de hora de meditación empezó a bailar para todos. Los lugareños, por ser de costumbres y uso rudos, también estaban asombrados.
Empezaron la comida, teóricamente invitación del anfitrión Ernesto.
Comieron tras discutir Ernesto con sus atormentados huéspedes ya que varios eran herbívoros y se negaban a comer carne.
La única vegetariana que declaraba serlo y comió carne fue Jacinta.
-¿Pero tu no eres vegetariana? le pregunto Álvaro.
-Si, pero veras yo soy vegetariana desde hace 8 años, como carne solamente hoy. Después de tanto tiempo estoy por encima de todo eso, un vegetariano no siempre debe comer verduras, un día es un día. Hizo una oración bendiciendo la carne metida en el pan. La alzo sobre su cabeza a los cuatro puntos cardinales, tras el ritual, seriamente empezó a comer con la conciencia tranquila. Como estaba por encima de la dictadura del nominalismo de la palabra vegetariano, y tenia buen apatito, la longaniza más grande y jugosa la metió entre pan acompañada de carne magra. La devoro con ansia, casi se atraganta de los bocados tan rápidos, los chorretones de grasa se deslizaban por sus labios, se lavaba con las manos para no gastar contaminante papel e insultar a la naturaleza.
Los vegetarianos diferentes a Jacinta se negaron comer, irritaron todavía más a Ernesto. Al finalizar la comida, en un ambiente de poca paz pese a las oraciones a los espíritus del río de Jacinta, Álvaro y varios compañeros unidos en estas creencias. Tras ahuyentar los espíritus malignos con hierba buena ungida en agua seguía todo igual. Al finalizar la comida vino la sorpresa.
Ernesto se quito la gorra y la puso sobre la mesa.
-Aquí no se regala nada. ¿A cuanto salimos?
-¿No era gratis la comida? dijo un asistente.
-De eso nada, yo no regalo nada, ni la comida, ni las tierras ¿Qué os creéis?
Saco el ticket de la compra y dividió por los asistentes.
Melena para solucionar el cabreo de sus futuros socios añadió:
-Bueno, pues si tu cobras a los desempleados, yo no voy a ser menos, las botellas de vino que he traído e iba a regalar también las cobro, súmalas.
Los asistentes miraban asombrados viendo como se intercambiaban ticket e iba subiendo la cuenta.
Cuando lo calcularon sentenciaron al unísono:” son 14 euros por barba”
Pues yo no tengo nada- dijo un tal Luis.
-En el pueblo hay cajero, luego vas y me pagas- fue la respuesta de Ernesto.
Hubo dudas en la recaudación, les faltaba dinero. Volvieron a calcular e ir señalando y anotando quien no había pagado, pero aun así no salían las cuentas. Se equivocaron en la suma y la división, más gente se unió a la tarea del cálculo. Faltando unos euros y dejándolo por tarea imposible, marcharon a las tierras.
Se dirigieron a las famosas tierras sin un duro los asistentes y algunos ya con deudas.
Manuel rondaba a Raquel, le contaba sus esperanzas y anhelos. La voz de Raquel era dulce como su mirar.
Ernesto en uno de sus ataques de desconsideración, con un acento de desagrado por no ser gente como esperaba, reñía a los asistentes. La emprendió con los que se paraban a la sombra.
-¿Qué hacéis a la sombra? Venga desfilar que estamos cerca, e ir por el sol no calienta tanto, debéis acostumbraros al sol.
Sobre todo tú-decía Ernesto señalando a Raquel, el sol sobre su blanca y desnuda piel en hombros y parte de la espalda empezaba a castigársela estando a casi 40 grados. Ernesto recordando a lo mejor el desierto, o por propio despotismo tenia el antojo de que fueran por el sol.
-Pero bueno-le respondió- a que viene esa chorrada, usted no me dice a mí por donde tengo que ir. ¿Quién se cree que es?
Ernesto callo. Pararon en una fuente que daba a su finca a beber. Jacinta se tumbo. Ernesto al verla la amonesto.
-¿Pero que haces tumbada? ponte como las personas, haz el favor muchachita.
-Creo que se esta pasando, ya esta bien de mandar-le dijo cabreado ramón.
Ernesto volvió a callar para responder a la pregunta de Melena.
Entusiasmado miraba no lo que había, zarzales, aligas, ribazos llenos de malas hierbas. Melena con visión de futuro veía caballos y niños abrazándolos, cabras y cooperativistas pastando felices como los pastores de Jorge Manrique. Sin tener en cuenta que la granja por situarla en la ribera, el Ayuntamiento jamás le daría el proyecto de obra. A la primera inundación los caballos, las cabras, las vacas, las personas hubieran ido río abajo. Para animar a todos y dar un golpe de efecto con el que animar a la una tropa flaqueante de ánimos, Melena como hombre preparado en quien se podía confiar saco: el PROYECTO.
-Mira Ernesto, la última vez que estuve hice un proyecto de lo que será la granja escuela. En este árbol empiezan tus tierra, por aquí estará la empalizada, la haremos de arbusto naturales tipo cipreses para no maltratar nuestra madre tierra, aquí en el centro donde están los nogales irá la granja, ved todos como será, igualita a esta dibujada.
Era un dibujo infantil de una casita, se suponía la granja escuela, con un sol en lo alto del cielo. La casa de tejado a dos aguas con chimenea y una pequeña torre con pináculo del tipo de los relatos de cenicienta. Representaba con un trazo débil dentro de un trazo más grueso lo que serían las tierras de cultivo. En ellas se podía leer dentro de las fronteras del dibujo: cebada, a su lado trigo, una nueva frontera de carbonilla y avena, así con muchos cereales, frutales…Todo bajo un sol sonriente. Ese era el gran proyecto. Ernesto protesto.
-No, no, no, aquí donde pone remolacha no es mi finca, esta mal.
-No puede ser, el otro día me dijiste que era hasta el campo de manzanos, ves la línea llega hasta el campo de manzanos, si hasta lo he escrito, ves, campo de manzanos.
-Pues- respondía cabreado Ernesto- eso no es mi finca, no tiene esa forma, no puede ser, estas muy equivocado.
Melena sintiéndose observado por todos y pensando que podría perder su autoridad quedando en ridículo como un incapaz ¿ese será el que lleve el proyecto? Opinaba Melena que de él pensarían. Por ese motivo empleo su arma más terrífica y convincente: el chillido y los gesto nervioso- agresivos. Zarandeaba excitado el papel, lo elevaba por su cabeza, lo bajaba, se lo llevaba a los ojos, lo mostraba a los ojos de los demás, miraba el espacio real. Veis, Veis, los manzanos y señalaba en el papel donde ponía manzanos, sin poder sobre el grupo que entro en la discusión. Todo el mundo quería opinar y corregir si fuera pertinente el PROYECTO. Aprovecho para descansar Manuel al lado de Raquel, entablaron bajo un manzano una conversación intima. Manuel se enamoro de ella, acurrucados entre los sonidos de los cantos siux de Jacinta y Álvaro junto las discusiones por el plano; Raquel y Manuel hablaban con las manos entre lazadas acariciándose. Desde ese momento caminaron las siguientes horas juntos, hablando entre ellos, de vez en cuando debían repetirse la oración por interferir la voz aguda de Ernesto maldiciendo a alguien. Melena caminaba a su lado cabizbajo sintiendo una gran vergüenza, deseaba desaparecer de la mirada de todos. De haber podido pedir solicitar que la tierra se abriera y se lo tragara, lo habría hecho. ¿Cómo iba a ser el jefe? Ya pasará el día- pensaba.
Manuel las pobres expectativas puestas las daba ya por perdidas, menos la de estar con Raquel nada tenía sentido. No era la primera vez que le pasaban situaciones de este tipo. ¿Seria que no hay esperanza de salir de una humanidad tutelada por siniestros estados? En su vida conoció a gente de ecoaldeas anterior a Jacinta. Más o menos se parecían en personalidad. Incluso visito unos días una, y aunque en algunos aspectos estaban muy avanzados; por ejemplo trabajaban solo 4 horas diarias, el dinero era guardado en un fondo común y quien necesitara cogía lo necesario sin que jamás hubiera habido problemas de robo ya que todos eran muy conscientes de los demás. El amor que se profesaban, siempre se estaban abrazando. En algunos aspectos eran muy avanzados y conmovedor notar la armonía y felicidad entre ellos. Pero le molestaba a Manuel el miedo que experimentaban a cuestiones científicas de las que no se podía hablar, siendo tratadas de tabú para no romper la paz social, unos rituales espirituales sin ningún sentido para Manuel, algunos importados de tribus sin tradición con las nuestras las Iberas y Celtas, por ejemplo de Siux, Apaches. La que visito le fue grato y llego a casa lleno de esperanzas de haber estado con gente más pacifica conocido en su vida y la primera vez que conoció el colectivo y las grandes ventajas de la vida en colectivo que quitando fuera de esos espacios no se reproduce. Aun viviendo 6 millones o 12 millones de persona en un mismo espacio no tiene esa masa nada que ver con una vida colectiva, son una suma de individuos tutelados por un estado y completamente solos. Le causo un gran impacto, pero demasiado alejado de su forma de vida, no entendía a estos seres humanos, ni se veía capacitado para soportar el peso de la vida en común, era un aprendizaje en el que en cierta medida tendría que renunciar a él. Luego estaba la aceptación de sus costumbres en las que le sería muy difícil participar.
Gente de un ideal paralelo, pero con una línea más materialista, ideológica y de lucha frontal cuerpo contra cuerpo era lo que esperaba encontrar en sindicatos anarquistas pero carecían de un espíritu revolucionario, incluso estaban absorbidos por la revolución individualista-interiorista.
La cuestión era ¿ Por qué pasaba esto?
No renuncio a esas ideas de libertad, sobre todo en tiempos de crisis, donde fracasado el modelo capitalista, la razón les avalaba. ¿Por qué no poner en marcha trabajos sin patrones, trabajos en comunidad?
Aquello distaba mucho de sus intenciones, señal de cómo estaba la gente por las razones que fueran: la pedagogía única del individuo, el capitalismo, la tecnología… eran las asambleas. Sin jefes, todo el mundo soberano podía expresarse. Nadie lo hacia, siempre la llevaban dos que manejaban la voluntad de los demás, así los embarcaron en la tontería de la granja escuela. Estaba tan mal preparado el proyecto, del que carecían, que para creer en el se debía ser un crédulo o una persona sin voluntad, ni iniciativa. Eso es lo más abundante en este tipo de organizaciones, las razones es nuestra naturaleza propensa a ser sometida. Cuando más humillados más agradecidos, cuando más esclavizados más seguros nos sentimos.
Fueron a dar con Melena y Ernesto en esta asamblea, no tuvieron mucha dificultad, ni oposición en embarcar a la gente en esta idea irrealizable.
Mientra Manuel que caminaba como un autómata sin escuchar las discusiones de Ernesto y Melena, embriagado por el roce de la mano de Raquel. Ernesto continuaba su inagotable discurso:
-Veis esto, es mío y esto-les decía Ernesto.
Melena, para que todo el mundo volviera a confiar en el hombre práctico que era como ejemplo de su previsión ideo un plan para limpiar el inmenso solar de zarzales y aliagas.
-Aquí, a partir de mañana se queda un tío, o en unos días vendré con cabras, las cabras se comerán todo esto, esa será la forma de limpiarlo.
Estaba satisfecho de su intervención pública y de su autoridad sobre los asistentes, se quedo un poco decepcionado porque nadie aplaudiera.
Llegaron a una caseta de herramientas, una construcción de menos de 20 metros cuadrados, sin ventanas, con una puerta de hierro custodia de unas humildes herramientas de campo. Lo gracioso de la casita era el estar cubierta por una parra que la envolvía de esquina a esquina y un grifo a modo de fuente dando la bienvenida al visitante de tan poco visitado rincón del mundo.
-Es suya esta casa-pregunto Álvaro.
-No, es de mi vecino, yo ni regalo quisiera esto, a partir de aquí es de mi vecino pero esta tierra no velen nada, eso ni regalado.
Los campos señalados como malditos estaban cuidados, a diferencia de los de Ernesto, este los tenia en estado de abandono esperando un comprador con ganas de coger el arado para abrir la dura tierra sepultada por una corteza soldada por el sol y el desuso. Los campos de su vecino parecían un edén. Todo era comestible al hombre, lechugas, tomates, pimientos, vid, berenjenas, bachoqueta, manzanos, perales, cerezos… su fruto alimentarían aun pueblo, no a solo un rebaño de cabras.
Jacinta al ver un árbol grande y esbelto desato la furia de Ernesto. La moza de fácil sentir y emocionar al ver un enorme olmo fue corriendo a cargarse de su energía. Lo abrazo, Álvaro al ver ese acto de amor a la naturaleza tan bonito también fue, juntos empezaron a abrazar y a escuchar al árbol. Ernesto desesperado empezó a gritarles:
-Vámonos, hacer el favor de dejar el árbol, no tiene la más minima energía, ni nada, encima es de mi vecino. No es milenario, lo planto su abuelo que era un ladrón y tenia tratos con los maquis, ladrones, esa familia no es más que una familia de ladrones.
Jacinta y Álvaro llenos de energía obedecieron. Nadie hablaba de hacer la granja escuela, todo miraban los relojes con ganas de irse.
Llegaron al parking de nuevo desilusionado en parte pero sin ganas de abandonar el proyecto.
Seguiremos en contacto la semana que viene, haremos una reunión.
Manuel consiguió de Raquel la promesa de que irían de viaje a ver lugares que tenia interés de visitar.
En el coche discutieron de los acontecimientos Ramón, Álvaro, Jacinta y Manuel.
-¿Cuál es vuestra opinión? Pregunto Manuel.
-Yo la verdad, estoy un poco despagado-contesto ramón-pero claro hay es cuestión de verlo, igual puede hacerse.
-Ah-dijo Judit indignada y empezando a gritar- pues claro es factible hacerlo, eres energía negativa, si te ponen así en plan racional no se haría nada, yo he sentido una gran vibración, eso es buena señal. Hay que formar ya la cooperativa, pagarle a esta gente y empezar cuanto antes.
-Jacinta tiene razón-comento Álvaro- hay que hacer algo, no hace falta pensar tanto yo si son doscientos o trescientos euros mañana los saco del banco y se los doy a Melena. Esta gente puede estar algo perdida, pero intentan hacer algo.
-Yo no lo tengo tan claro- dijo Manuel- el proyecto es inviable con trescientos euros de 15 personas no se construye nada. Las cuadras, los caballos, los especialistas en educación, la viabilidad. Yo no digo de no realizarse este tipo de negocios, pero es para gente que conozca el oficio. Hacen un proyecto, se van al banco y piden el préstamo supongo una cosa de esta envergadura valdrá más de medio millón de euros, todos nosotros apenas podemos recoger más de 3000, con mucha suerte.
-Eres un gafe, empezó a amonestarle Jacinta, las personas que vais de racionales son los que habéis creado la crisis actual, por eso en las ecoaldeas no las queremos, noto que no tienes tu parte espiritual equilibrada, eres igual que los capitalistas. Si no quieres apuntarte peor para ti, sufrirás en las fabricas, allí sabrás lo que es bueno. Nosotros estaremos en sintonía con los espíritus y la tierra.
-Mira Jacinta-le dijo Manuel- aquí no todos somos de tus creencias, respeto el espíritu sin creer en el, pero eso es otro tema. No todos venimos de movimientos de ecoaldeas, algunos no hemos llegado hasta aquí leyendo ni a Jorge Bocay, ni a Buda, ni a Confucio. Sino a Bakunin, a Marx, somos materialistas, a mi no me vengas con rollos de si soy o no espiritual, o tengo mal lo chacras, seguramente como tantas otras cosas tendré mal. Aquí se trata de emanciparnos, de salir de la dictadura burguesa, de luchar por la vida, llegar al autoempleo dentro de nuestro enfoque donde el trabajo y la vida no tiene porque ser un infierno. Haciendo lo que ellos proponen estaríamos peor. Muchos compañeros y compañeras la crisis les ha puesto en una gran fragilidad económica y el dinero solicitado por esta gente lo necesitan para comer. Yo soy el primero necesitado y sinceramente no me fío. Todo han sido mentiras, la cesión de tierras se convierten en compradas, no sabemos si en ese lugar se puede construir, te recuerdo que es una rivera de río, y un sin fin de cosas, casi nada cuadra.
-No quiero oírte, cállate, traerás mala suerte.
-Suerte, pues fíate, ya ves que gran proyecto, el dibujo en un folio de una casita con un sol y nubes, si crees eso, tu veras.
Manuel sin ganas de discutir callo el resto del viaje desesperanzado sin saber cual era su sitio en el mundo.
Por un lado el enemigo burgués exigía su carne para sus fábricas.
Por otro lado los anarquistas hundidos en el individualismo, carentes de su propia ideología se habían empastado en una argamasa de otros colectivos que venían de residuos religiosos. Pululaban afiliados cristianos antiabortistas humillados ante dios. Los había buditas, practicantes de yoga, o de un mundo espiritual mitológico de hadas, ángeles…los había individualistas que trataban encontrar al colectivo, solo y solo si se veían reflejados en la coincidencia de sus ideas fusión, mezclaban Bakunin con Confucio, a los siux con Hegel , el colectivo con el individualismo, para relativizar la moral y los principios según conviniera. La conclusión era que el individualismo era el vencedor del ser humano entendido como animal social. La formulación Aristotélica debía reformularse. El ser humano es un ser individual.
Al llegar a casa Manuel volvió a la compañía de sus perros, a la desesperanza absoluta, si ya tenía pocas esperanzas, ahora ninguna.
Contemplo el silencio de las ausencias.
Esa tarde le dio por añorar a su familia, cosa extraña en él, duro un par de minutos.
Acostumbrado como gran parte de la población a vivir sin saber sus familiares. Manuel no los veía desde hacia más de 8 años. Se sentía orgulloso de ese dato, por eso le extraño el tener esos sentimientos. Al fin y al cabo la familia es el bien de unos pocos en detrimento de la humanidad. Le molestaba que muchas familias ayudaran a sus miembros, eso era muy malo para el mundo. Se estaba produciendo el hecho de familiares que desde hacia tiempo no sabían unos de otros, por la crisis se visitaban esperando sacar algo.
A ver en la visita si al primo le iba bien, y podía colocarle, o hacerle algún favor. Las familias a día de hoy para horror de la humanidad y agravar la crisis se seguían ayudando exclusivamente entre sus miembros, con su horrorosa injusticia.
Podía observarse en la crisis económica del 2009 familiares ayudándose entre sí con todo lo perjudicial que conlleva. Al hacerlo se ayudaba en detrimento de otro más necesitado. Igual pasaba en las empresas. Primos, sobrinos, tíos, cuñados, yernas…aun siendo menos cualificados que un desconocido era empleados por el familiar. Sumiendo en la pobreza a otro de distinto grupo sanguíneo.
Manuel nostálgico y a su vez asqueado del mundo necesito llamar a Raquel. Tuvo una conversación sin transcendencia, respiro al escuchar su voz, quedaron para el día siguiente dar un paseo.
Al colgar quedo todavía más sumido en un dolor interno, con un mal presentimiento. Se tumbo en la cama observando como por el pasillo jugaban Luna y Blaqui a perseguirse. Pensaba en Raquel, en la profunda atracción sentida hacia ella. Por experiencias pasadas recordaba lo cambiante de la naturaleza humana, y más de las mujeres. Presentía su inminente sufrimiento.
Sobre las mujeres siempre sintió curiosidad, pero era torpe para entenderlas. La naturaleza conservadora de estas, debido a su biología, por mucho que intento educarse y comprender, no pudo superar ciertos dilemas.
El mundo femenino lleno de sensualidad, deseo, fragilidad, emocionalidad. Siéndole atrayente, también encontraba en el algo repulsivo. La forma de ser de las mujeres era un misterio, y les temía.
capitulo IVCapitulo II.
Capitulo II.
Raquel. San Antonio. Los algarroberos. De hombres y perros.
Manuel al salir de la asamblea estaba firmemente decidido a conocer a la chica de Murcia. Poseía una gran sensualidad, produciéndole una gran atracción irresistible.
Sus formas eran armónicas, vestía elegante, aun ligera de ropa debido al calor de un tórrido agosto a orillas del mediterráneo. Tenía la gracia de poseer una nariz perfecta, fina del tipo de las italianas, una larga melena ondulada rubia le imprima la fuerza de mujer temperamental y pasional. Su mirada de ojos verdes era penetrante, y a su aspecto de mujer mediterránea le sumaba exotismo y misterio.
Mientras ella se dirigía a apuntarse a la invitación, a la vez lo hizo Manuel para hablarle.
-¿Iras también a la excursión?
-si la verdad es que me parece interesante el proyecto. Le dijo mirándolo con una mirada alegre y simpática.
Manuel era un chico alto y corpulento, de piel oscura, ojos grandes redondos de color marrón, de constitución bien formada, sin ningún rasgo especial que lo distinguiera. Su aspecto era el común en estas orillas.
Vestía de forma muy humilde. Acostumbraba a ponerse lo primero que encontraba sin asegurar si estaba limpio o no. A veces salía con la camisa o los pantalones con alguna que otra mancha. Era descuidado, el pelo largo le caía desordenado ya que no lo peinaba, enredándose en caracoles. Al igual que su barba. Afeitándose una vez a la semana, al sexto día ya parecía un barbudo dándole más edad de la que realmente tenia.
-Para mi seria un sueño-continuaba diciéndole Raquel- salir de los trabajos que he hecho hasta ahora.
-¿Dónde trabajabas?-le pregunto Manuel.
- He tenido muchos. El último en una residencia de ancianos, debía hacer jornadas de 14 horas. Estaba en recepción, realizaba las altas de las entradas de los residentes, información a los familiares de la habitación o el estado de su allegado, recibir llamadas y cosas por el estilo. El horario era larguísimo, incluidos sábados y domingo. Libraba un día entre semana, y no siempre. La verdad es que lo deje. El ambiente era insoportable. Trataban muy mal a los trabajadores, por ejemplo las 14 horas de jornada no podía ni sentarme. Se les antojo por un capricho cruel, o una estética siniestra, mala para la salud que así fuera, e impusieron por el poder que tenían sobre los trabajadores esa norma. Ni un triste taburete nos dieron en meses. No se a santo tanta tortura, era innecesario. Me empezaban a salir varices de estar en esa postura ¡ni que fuéramos mulas! Esa era la forma de tratarnos.
-Son unos salvajes esta gente-dijo Manuel, también recordaba los malos tratos pasados.
-Por eso estoy muy ilusiona de salir del sistema, de trabajar pero de hacerlo de una forma que no he hecho hasta ahora nunca, con dignidad y seguridad.
-Yo también espero que nos salga todo bien, aunque opino debiéramos organizar las cosas mejor, más cerebralmente.
-A mi la verdad es que también los veo algo perdido, pero trato de ser optimista, por lo menos intentan hacer algo.
-¿Cómo te llamas?
-Raquel.
-Yo Manuel. Bueno Raquel, disculpa me hacen señas Ramón, debo irme he venido con él. Nos vemos.
-Es guapa-le dijo Ramón al salir.
-Si, es muy guapa, la verdad es que me he apuntado por ella.
-¿Qué no crees en lo de la granja?
-Pues no, no lo notas van totalmente perdidos, no tiene nada, allí no veras más que un montón de zarzales donde perdió cristo el gorro, y las fantasías dementes de unos ilusos que no harán nada, no tiene medios ¿que puede valer hacer las instalaciones? lo menos medio millón de euros ¿Dónde vivirá la gente mientras las hacen? Y la parida de la arcilla del río. Se necesita una fortuna para hacer eso, hay que pedir un crédito al banco, hacer un proyecto y entonces se haría. Si a esta gente les dice que necesitan medio millón se asustan, se asuntan por 300 euros. Además es que no tiene nada pensado. El banco no les dará nada, carecen de respaldos, de proyecto, a mi me parece que están chiflados, y eso es poco aval.
No, si visto así tienes razón, pero por lo menos esa gente intenta hacer, debemos darles una oportunidad.
Lo que hacen y nada es lo mismo. Peor que no hacer nada, ya que la gente deposita en ellos sus ilusiones y saldrán mal, hundiéndolos a un más en la miseria moral. Las cosas no se hacen así. Bueno vámonos.
Ramón dejo a Manuel en su casa.
Vivía Manuel en el paraje de San Antonio, un conjunto de casas ilegales y destartaladas sobre una colina llena de ribazos. Hechos estos para conseguir algo de terreno fértil y poder cultivar cultivo sufrido como algarrobo, la olivera, almendro, higuera y poco más podía soportar la extrema sequedad de esas yermas tierras. Fue trabajo de titanes la construcción de ribazos, perdidos su construcción en los confines de los tiempos.
Su decadencia llego con el invento de las máquinas, y la desaparición de las ganaderías. Los algarrobos se dejaron de cuidar y los ribazos de abandono caían.
La colina separada del pueblo a un par de kilómetros estaba coronada por una blanca ermita dedicada a San Antonio Porquet, el patrón de los animales.
Mejor no se podía haber elegido el nombre, ni la consagración.
Necesitan de piedad y recuerdo los desdichados animales que allí vivían y morían. Una vez al año, los 19 de eneros eran bautizadas monótonamente las bestias. El pueblo festejaba el evento del defensor de los animales, comiendo animales.
Los cerdos y cabras que no eran bendecidos por el padre, eran devorados en las hogueras, igual que los conejos y gallinas con la que hacían las paellas. Era día de comer en el campo acompañados por el ruido de las campanas repicando frenéticamente, de los cohetes y los gemidos de los animales histéricos de tanto ajetreo.
Como todo acto popular en estos lugares, eran escandalosas y ridículas las posturas de los asistentes.
Etologicamente se hubieran comparado con los pavos. Las pavas iban con sus mejores galas para encelar, los pavos se pavoneaban con camisa blanca y chulería desmedida, prueba de la salud reproductiva de sus genes. Su voz, la más importante de todas se manifestaba en sus estridentes gritos.
Era molesto escuchar el ruido de los asistentes, como de las explosiones provocadas por los artificios pirotécnicos.
Los perros, los gatos, los caballos… eran ungidos con agua bendita, y estos benditos ganaban la redención a sus miserias terrenales, que no eran pocas. Les daban a los animalitos una medalla del santo que colgaban sobre sus collares. Al llegar el ocaso el Santo quedaba en silencio y entre la basura.
Vivian por allí muchos de los amados de San Antonio.
Se contaba con una gran fauna gatuna, perruna, patuna, cabruna. De gallináceos andaban bien servidos, alegraba el arca dos ponis y un burro. Amen de todos los indígenas que podrían sumarse a este bestiario.
En San Antonio por cada persona había cinco canes.
No tenían una vida fácil los lugareños de ese páramo maldito, los animales padecían las desventuras de sus dueños, que los redujeron a estado de esclavitud y barbarie.
En los pequeños corrales hechos en las partes traseras de las viviendas, construidos de ladrillo de panal sin revestir, encontraba alojamiento gratuito abejas y avistas.
Dependiendo del grado de locura, alcoholismo o deficiencia mental de sus propietarios. Los perros: o vivían afinados en esos corrales, o en patios en las entradas a las casetas, arquitectura tipo cortijo andaluz, patria de donde venían muchos. En algunas casas se podían censar 12 o 13 perros en 15 metros cuadrados, o la misma cantidad, en el mismo espacio, pero encima enjaulados. La mayoría eran perros de caza. Tras las rejas se les podía ver sus cuerpos escuálidos de las hambres pasadas hasta el casi limite de la inanición. Según sus cuidadores para ser mejores cazadores, y por necesitar de poco comer estos animales. De tan poco necesitarlo, no solo no se les notaba las costillas, sino que de su fina piel carente de grasa alguna estaban a punto de asomar. Eran perros sanguinarios, sufridos, masoquistas. Sueltos trabajaban para sus amos en vez de abandonarles, dándoles de sus certeras colmilladas conejos, jabalíes, perdices, devoradas con necesidad sus cautivadores. Caíales a ellos algún chusco de pan duro, doble ración de agua en precio a sus fatigas y heridas.
A parte de estos solían desfilar por las casas pequeños perros ratoneros repletos de pulgas y suciedad. Estos, por ser consentidos de las mujeres, eunucos perrunos guardianes del harén, les dieron mejor vida, alguna que otra caricia y mayor libertad. Pasaban sus ociosas horas dando vueltas por la casa buscando algo de gasto, pero aun obtenían poco por haber poco. Gran parte de su alimentación era de la basura y carroña que encontraban.
Conforme se subía por el calvario de San Antonio, paralelo a este moderno camino, caída en desgracia y en el olvido, semisepultada por escombro, se encontraba a la antigua calzada árabe. Llamada por los nativos de los romanos, para no mezclar su sangre con la sus hacedores y reconocer que aparte su gloriosos antepasados los Augustos, los trajanos, los Constantinos y los Pedros II, Fernandos de Aragón, también la había de paganos moros y moras de la moreria.
Conforme se ascendía buscando el cielo, el viajero no se desprendía de las casetuchas, proliferando más y más .Destarladas, salpicando el paisaje, construidas de forma improvisadas, sin gracia ni sentido del gusto. Desorientadas en su posición unas daban la espalda a la otra, algunas estaba frente a frente desafiándose.
La mayoría eran rectangulares como cajas de zapatos, de paredes finas que hacían un esfuerzo de equilibro en su lucha titánica contra la gravedad.
Las terraza planas, con pendientes recogían el agua de la lluvia, allí igual que no llegaba la esperanza, tampoco lo hacían las tuberías, ni acequias, ni acueductos, ni cualquier conducción de agua, dependían de los aljibes como los pájaros de los charcos.
Entre la rocas grises amontonadas sobre la zanjas, brotando de tierra seca, moribunda y polvorienta, de la sombra de su costado nacía sin brío, reseco el romero, el tomillo, la zarza-mora, la madre selva, y de entre el pedregal, el rey de todos ellos, el regio algarrobo. En este paisaje sonaba el aterrador sonido homicida de perro salvaje.
Eran estos animales destartalados, famélicos y sanguinarios, tan fieros que al paso de alguien se alzaban del suelo revoloteando a su alrededor sorprendidas del movimiento un enjambre de negras moscas. En su excitación asesina ladraban al viandante para acabar mordiéndose salvajemente entre ellos. Los chillidos agudos al caminante, graves del dolor de la dentellada, se clavaban en el cerebro. Caía de sus fauces abiertas, de entre su marfil blanquecino custodiado por cuatro largos colmillos como cuchillos, largas salpicaduras de baba y saliva esparcidas por el aire en su atronador aviso.
Las casas se hicieron hacia más de treinta años, sin permiso ni autorización, a lo burro, con hacha en mano talaron los algarrobos. Donde tan robustos y sufridos árboles tuvieron vida, alzaron sus casetas victoriosos. Ahora se estaba en expensa de la sentencia de las autoridades, si dictaban derribo o no.
Los fundadores de las viviendas era gente jubilada o a punto de estarlo.
La mayoría las había vendido o alquilaba tras serle imposible la vida entre sus semejantes. Odios vecinales por un quítame a mi unas pajas. La mitad no se hablaba con la otra mitad. Era lugar para la crónica negra hispana. Un puerto hurraco extendido en más las de 40 casetas. Donde las peleas entre otros motivos por las lindes, las supuestas intrusiones de terrenos de un vecino sobre otro. Las envidias de la prosperidad personal, o cualquier acontecimiento feliz, eran motivo para declarar públicamente sus odios y afán de venganza. No vivían el rencor en silencio para sus fueros, lo sacaban a la luz.
Aguardaban la ocasión de expresar tan sentido odio, que casi siempre se presentaba por ser todos personas intranquilas.
Tomas el salao, barrendero municipal de profesión, en ocasiones chatarrero. Persona fondona, no muy alto, de mirada salvaje y voz muy aguda casi ronca, de movimientos tranquilos, parecía un perezoso no solo en los movimientos sino en la pelambrera. Persona muy sufrida al trabajo, de afición principal a los bares, por tal de no parar por casa con su mujer. En toda la semana no la veía más que al irse a dormir. Disfrutando según él una relación perfecta. Era tal su devoción a estos lugares, que cuando su hija tuvo un accidente del que casi muere, quedando la chiquilla con 5 años coja de por vida, tras sufrir el atropello por un conductor borracho. En vez de pasar las horas consolándola. Por agobiarle tremendamente el hospital, lugar de recogimiento, silencio, sin poca estimulación, ni follones, pasaba la preocupación por el futuro físico de su hija en un bar de borrachos llamado la Alegría de la Huerta. La tensión emocional del accidente le llevo a pelearse con varios parroquianos. Todos se lo perdonaron.
Comentaban en los corrillos:
-Es que esta sufriendo mucho por su hija, tener paciencia, pobre hombre, no, si suerte en la vida no ha tenido. Todo les pasa a ellos. Toma Tomasin, tomate otra quinta que yo invito.
Tomas conmovido lo agradecía.
Al Salao, como todas las desgracias le pasaban a él, tras recuperarse su hija tuvo en San Antonio un roce con el Ripa. Hombre no menos fiero que una hiena.
Oportunista de la vida, había ejercido todo tipo de oficios, uno de ellos bastante pintoresco. El de sanador, un día mientras dormía, como Sir Isaac Newton pero este bajo un algarrobo, le cayó una algarroba, despertó teniendo claro como quitarse las hambres. Descubrió los poderes de sus manos para curar. Este amante de la falange se convirtió en naturista. Corrió el rumor de sus curaciones, personas con cáncer, con leucemia, con tiroides, discapacitados, esquizofrénicos e idiotas de todo tipo hacían cola para que sus manos les sanaran sus tullidos cuerpos, a cambio deban una generosa voluntad. Como el cojo siguió siendo cojo, el imbecil siguió siendo imbecil, tras hacer algo de caja lo dejo para ser obrero. Pero el dolor de espalda de dicho oficio conspiro contra su voluntad, amen de no poder sanarse por no llegar sus benditas manos a sus propias vértebras, desencajadas del esfuerzo. Probo con la fontanería pero náufrago en una fosa séptica. El lo tenía claro toda su decadencia venia de la muerte de Franco, con él había seguridad, trabajo y oportunidades. Finalmente otro falangista dueño de una flota de camiones de hormigón lo coloco. Ripa, hombre de mediana altura, cuerpo poco cuidado, de melena escasa, tripa cervecera, hablaba siempre gritando. Parecía como los perros de san Antonio, se expresaba a ladrido limpio, enseñando las fauces de forma amenazadora. Sus hijos eran un manejo de nervios como él, siempre los andaba zarandeando, excepto al mayor al que temía .Este había cumplido prisión por pagarle una paliza en la que casi le mata a su amada mujer, de la que estaba locamente enamorado. Tenía aun dos hijos más jóvenes. Aunque cada uno tenía más de 27 años, eran como chiquillos al estar siempre atemorizados. Carecían de voluntad de vivir, sin su tiránico padre en un par de horas morirían. Acostumbrados a la mala vida como los perros. A todas estas bestias cunado más se les pega más dependen de uno. Sus hijos eran un cero a la izquierda. Tenían una visión de la vida donde el hombre era malo por naturaleza y quería matarles. Los horrores contados por su padre del que nunca se desprendían los sumía en una espiral de terror paralizante. Su única protección era su padre, le tenían pánico, pero se encontraban a su vez protegidos de la violencia por su violencia.
Como con la hormigonera tenia un sueldo aceptable, un trabajo cómodo de vagabundear para arriba y para abajo, decidió comprarse un coche familiar.
A tomar el salao fue a enseñárselo corriendo, le sentó mal tanta pretensión al salao.
-¿Has visto que coche me he comprado? esto es un coche no el trasto que tu tienes.
-Eso no lo quisiera yo ni regado, es un trasto, seguro que te han timado, el motor ese no vale nada. El mío es alemán.
-Pero viejo. Este corre muchísimo, tiene dentro una manada de caballos salvajes, es de los mejores del pueblo.
-Bueno, ya veremos lo que te dura.
-Es que te molesta o que- decía disfrutando de la expresión de envidia que no podía ocultar el salao que siempre le había tirado en cara que el tenia coche y el otro no.
-A mi tu coche plim, como tu vida, me importa muy poco.
-Pues no lo parece.
Para festejar el acontecimiento decidió hacer un parking en un terreno a medio camino entre su casa y la de Tomas. Subió la hormigonera una oscura noche y empezó a hormigonar ribazos. Allí hizo su parking.
El salao que tenia ganas de jaleo tuvo la ocasión, y bajo corriendo cuando vio su coche ahí plantado.
-Ese aparcamiento que has hecho ahí no lo puedes hacer, no es tuya esa tierra, la compre yo.
-¿Por qué? ¿Por que tú lo digas?
Esa tierra me pertenece, se la compre al tío Pere.
Eso es mentira, se la compre yo al señor Silvestre. Esto es mío, sal de mi propiedad o te mato. Sal, te lo ordeno, o te llevo al puesto.
- El que te llevaré al puesto seré yo. Te llevare al puesto, te llevare al sitio, llamare a los policeros.
-Pues llámalos y hablaremos de todos los vertidos del aceite del coche que hiciste la semana pasada en la montaña. Te vi, tengo testigos. Y del robo de la motosierra del tío Trabucio.
-Te juro que esto no queda así, de alguna forma he de vengarme y llevarte al sitio.
-Porqué no lo arreglamos entre nosotros.
Empezaron a pegarse. La pelea acabo en tablas, los dos tuvieron que ser asistidos en el hospital por diferentes contusiones no muy graves. Y como no quisieron que interviniera el juez, declararon se produjo todo de diversas caídas.
Al salir del hospital el salao aun vendado aparco en el parking del Ripa.
El Ripa le rompió a pedradas las lunas del coche. Bajaron los familiares de unos y otros, hablaron las navajas. Nadie murió hubo milagrosamente, solo hubo un par de heridos. Finalmente el salao vendió la casa a unos gitanos.
Peleas había habido bastantes, así que para evitarlas generalmente vendían las casas a inmigrantes que eran los únicos interesados, junto a la gente de la vida.
La mayoría de nuevos pobladores eran personas de Europa del este que huyendo de los conflictos, las hambres y alguno que otro de la policía de su país, aterrizaron por allí y establecieron su territorio. Lo mismo pasaba con los antiguos constructores de las milenarias acequias y calzadas. De África volvían a encontrarse con su ancestral patria. Los inmigrantes entendieron pronto las costumbres locales, vivían la vida desde el yo. El egoísmo de esta gente hubiera alagado a Hobbes y a Sade. Si podían hacer algo para molestar a su vecino, lo hacían con diligencia y presteza. Unos a otros se acusaban de racistas y egoístas. Si unos lo eran, los otros más.
En la crisis del 2009 los nuevos moradores: gitanos, rumanos, parias del país, estaban pasando necesidad. Ninguno trabajaba, el paro era del cien por cien. Los motivos la crisis y también el ser gente de no gustarles mucho eso de estar encerrada y con horarios. En Agosto se les otorgo una gran oportunidad conocida de la gente golfa del terreno, como Jesús el loco.
Hombre tétricos, taciturno, caminaba con la miraba baja y recelosa. De aspecto nauseabundo, con una panza horrible, cabezón, bajito. A Parte de estar loco, es que tenía el aspecto. Fue desterrado del barrio obrero-marginal de Texas, nacido este suburbio para meter a todos los andaluces, albaceteños, toledanos que vinieron a trabajar a la fabrica de Segarra.
El motivo del destierro fue pegarle una paliza a un niño de 9 años. Los vecinos tras intentar lincharlo, pues era gente fina en la aplicación de la justicia, reunieron firmas para tirarlo y lo consiguieron. El loco buscaba como un animal desesperado una guarida, eran días difíciles para el y su familia. En sus pesquisas para encontrar vivienda no pudiendo volver a la suya por ser linchado, obligaba a que se las vendieran.
-Tu tienes que vendérmela, debes hacerlo o te manto.
Tuvo suerte y encontró a un propietario motivado para hacerlo, el señor Morcillo que viéndose envuelto en varias enemistades se la vendió de buen grado. Se gasto en un año el dinero en beres, mujeres públicas y actividades derivadas. Luego dicen que se arrepintió de venderla tan barata. Siempre comentaba esa anécdota arrepentido de la mala venta, se sentía burlado por el loco. Todos reían en la alegría de la huerta a sus pesares, dando gritos de viva el loco, o loco pero no tonto.
Por un precio módico el loco tuvo su caseta. Se mudo con su mujer tras salir esta del psiquiátrico. Se prometieron empezar una nueva vida alejados de un mundo que no les entendía ¿Por qué es tan cruel la gente? se interrogaban sin llegar a ninguna conclusión.
La mayoría de la gente de la montañeta vivía de la ayuda familiar del estado, de los servicios sociales, la caridad, la recogida de algarroba, almendra y el robo de cobre.
El loco con su mirada locuna marco el terreno que consideraba suyo de algarrobos.
Este fue su catastro.
La crisis que merco los trapicheos de estas gente obligaba más que nunca coger algarrobas y en mayor cantidad.
Una mañana de Agosto el loco bajo a coger algarrobas acompañado de su hijo de 15 años para instruirle en la supervivencia.
Encontró a Felipe, un hombre de más de setenta años que también estaba cogiendo. Felipe era persona inteligente y en algún momento buena, pero eso quedo en los principios de la formación de su personalidad hacía más de 60 años. Las peleas con los hombres, las desgracias personales, las dificultades para salir adelante se la quitaron.
Le gustaba la cultura, aunque nunca había podido estudiar, cosa de la que estaba muy arrepentido y frustrado. Conoció la guerra civil en Jaén, por Despeñaperros. Estaba aun traumatizado de haber visto fusilar a su tío.
Jugaba con sus amigos cuando escucharon en un pequeño bosque a unos hombres uniformados y armados, que llevaban a otros que iban de paisano.
Los chiquillos los siguieron a bastante distancia, en silencio los espiaban intrigados con aquello. Les recordaban a los juegos a los que jugaban. Ahora iban a ver como jugaban los mayores. Llegaron a una masia abandonada. Colocaron a los prisioneros contra la pared, los soldados cargaron los fusiles y abrieron fuego.
Se escucho la terrible deflagración y cayeron. Luego un oficial saco un revolver y a cada cuerpo le pegaba un tiro en la sien. Se escucharon varios gritos alguno no debería haber muerto en la primera descarga. Los soldados se fueron de allí.
Ellos aterrorizados, pero con curiosidad bajaron. Felipe vio a su tío, tenía los ojos abierto igual que la boca, estaba inerte en el suelo.
Felipe fue albañil, casi todas las casetas del lugar tenían su firma. Su matrimonio fue fructífero con 8 hijos. De uno de ellos no se desprendía, los demás hacían su vida. Este de naturaleza bonachona tenía un leve retraso y era epiléptico. El lo tenía en su custodia, no le dejaba alejarse de él. Por no dejarlo, ni lo hacia en un centro de día, con psicólogos y otros compañeros de enfermedad donde podría tener un trabajo a su medida, apoyos emocionales y sociales, clases especiales. En definitiva un mayor grado de autonomía, o total. En su suspicacia con la gente pensaba que se lo pervertirían y no cuidarían como dios manda, pensaba que se lo matarían. Así que el chiquillo cercano a los 40 años no se separaba de él. Felipe en sus recelos vivía con gran pesar, augurando un final terrible para su hijo. Estaba convencido que su muerte iría aparejada a la de la indefensa criatura. Estaba tan convencido en la maldad humana, que dada por cierto sus pensamientos y que ninguno de sus 7 hermanos que daban muestras de quererlo lo cuidaría, abandonándolo en alguna institución, o si les reportaba perjuicio económico en la calle.
-La gente es que somos mala- le decía cuando veía a Manuel al que apreciaba, igual que Manuel a él.
Ese día para ayudar un poco a su hijo Felipe bajo por la mañana acompañado de su inseparable hijo a coger algarrobas. Siendo conocedor el dueño de esa recogida, les otorgo durante años el permiso de usufructo a Felipe y su hijo.
Estaban cogiéndolas cuando de unos ribazos de arriba se descolgó el loco con su hijo blandiendo una vara.
-Estos árboles son míos, esa algarroba es mía, con que largo de aquí u os mato-les dijo el loco.
-No señor- le dijo Felipe- de estos árboles y los de esos bancales tengo yo el permiso del amo Ventura. Son para que mi chiquillo que tiene una paguita muy escasa y ahorre un poco. Hay muchos árboles, ve por Garrut, esta lleno y no lo frecuenta nadie.
-No, no estos son míos, largo o os pego- dacia cada vez más violento blandiendo la vara y pegándose en el pecho, parecía un gorila a punto de atacar.
-Me caguen dios, si fuera más joven te mataba, canalla, si hay muchos árboles.
No, no, estos son míos, este es mi territorio, iros o os mato a varadas- le contestaba el loco blandiendo la vara.
-Canalla, más que canalla, quédatelos. Mira, me voy por qué no quiero problemas.
Felipe abandono el lugar con su hijo, temblaban los dos de miedo.
- Es que la gente somos mala, no paraba de decir.
Manuel veía pasar todos los días las furgonetas cargadas de algarrobas. No sabia si coger o no, esperaba evitarlo buscando empleo en los servicios para ese fin, pero la crisis era tan fuerte que no había nada. Los empresarios estaban golpeando a los trabajadores de forma obscena, estos callaban. Buscaba también alternativas en asambleas de parados, pero eran un desastre aun mayor. Los trabajos marginales como la algarroba tampoco anunciaban nada bueno. Dudaba se si dar el paso o no. Incluso planeo donde ir. Para evitar tener problemas de conciencia busco el la oficina virtual catastral partidas de parcelas de algarrobos. Averiguó el nombre de los propietarios, si estaban en uso o abandono. Encontró enormes montañas compradas por importantes empresas que iban a invertir para hacer vertederos pero se echaron atrás quedando perdidas todas las tierras. Allí había pensado trabajar. No se podía acceder en coche padecería mucho arrastrando los sacos durante varios kilómetros, pero la necesidad de hacer algo le apremiaba, el plan no estaba mal, aunque tenía un mal presentimiento.
Finalmente se decidió a ir, le comento el plan a un amigo llamado Rodrigo. El muchacho lo estaba pasando mal, buscaba trabajo como la mayoría pero no encontraba, hacia más de un año que vivía sin ningún tipo de ayuda. Su madre le ayudaba en lo que podía aunque tampoco iba muy bien, pasaba bastantes estrecheces. No encontraba forma de ganarse la vida por mucha voluntad que pusiera. Su curriculum tampoco le permitía mucho más que peón, el aceptaría agradecido, pero ni de eso encontraba. Era aun joven para soportar esfuerzo, acaba de cumplir 28 años, pareciendo mucho más joven, poseía aun cara de mancebo, de rasgos finos casi afeminados, delicado en su maneras, no parecía un cogedor de algarrobas.
Al amecer salieron, tras caminar durante horas, empezaron a coger el fruto del árbol. Obtuvieron en 4 horas a más de 35 grados más de 90 kilos, fueron sacándolas poco a poco, sobre zarzales, entre aligas, con más de 40 kilos a las espaldas.
Ocultaron los fardos cerca de un camino. Rodrigo fue por su coche, Manuel aguardo. Al cabo de una hora volvió. Los cargaron.
Fueron a la cooperativa, pero ese día estaba cerrada. En la puerta aguardaban a los dueños furgonetas destartalas, chatarra ambulante que se caía a pedazos.
Iban vestidos esas gentes con harapos, era una procesión de la miseria. Dos mujeres hablaban entre si acaloradas, vestían como pordioseras, de piel cobriza lo poco que enseñaban resplandecía como el aceite de oliva. De riguroso negro raído de tan viejo, con unas faldas caídas hasta los tobillos, para asomar unos pies desnudos encallecidos siendo jóvenes eran ancianas.
-¿has visto que gente? le pregunto Manuel.
-Que esperabas ver, Manuel le respondió Rodrigo ¿gente con corbata? pareces tonto.
-No, ya, pero es que tiene una pinta que asusta- respondió.
Esperaron media hora larga enfrente de estos.
¿Vamos?- le pregunto Rodrigo.
-Si creo que será lo mejor, me escama esperar tanto.
Hola que tal. Les dijeron al unísono Rodrigo y Manuel.
-Hola amigos- le dijo un chico con acento rumano.
-Sabéis si abren-le pregunto Manuel.
-No lo sabemos ¿tenéis teléfono móvil? nos han dado un señor el teléfono del corredor pero no tenemos saldo en los móviles.
- No, no tenemos.
-Lleváis dinero, dadnos un euro y llamaremos.
-Lo siento, estamos como vosotros no tenemos nada- Dijo Rodrigo, aunque si llevaban algo de dinero y móviles no se fiaban de que se lo devolvieran después.
-Agua y comida tenéis, hace un día que no he comido.
-Pues no, no llevamos nada, pero mira, en aquel parque hay una fuente, el agua esta fresca, yo acabo de beber en ella-le dijo Rodrigo.
Ninguno se movió a la fuente. Volvió el silencio, las gitanas habían dejado de discutir para escuchar a los nuevos visitantes.
-Sabéis por que esta cerrado-pregunto el rumano a Manuel este no dejaba de mirarle su brazo. Le sorprendió el tatuaje del rumano era un puñal del que caían gotas de sangre. El puñal era exageradamente grande. Ocupaba todo el brazo, de muy mal gusto el dibujo, una exaltación brutal de la violencia. Su rostro no estaba exento de misma.
Poseía una única ceja ya que las dos estaban unidas, asomaba una gran cicatriz sobre ella acabada en el parpado. De piel más oscura que un gitano, frente encogida y la cabeza grande y plana. Galton lo hubiera descrito como enfermo mental o psicópata. Parecía un ser brutal, capaz del más insano crimen. El tatuaje era de un grosor enorme, con lo que se intuía que se lo haría con aguja y tinta sobre la herida, de esos que se hacen en las prisiones.
-Seguramente estará cerrado- cayó Manuel- por ser en el pueblo las fiestas grandes de Agosto.
-Nosotros nos vamos ¿no? Dijo mirando a Manuel, Rodrigo.
-Si contesto este, creo que es eso, serán las fiestas, venir pasado mañana que habrán terminado.
Acompaño Rodrigo a Manuel y cada uno se fue por su lado.
Al entrar en su casa vio Manuel como su vecino abría la cortinilla de la ventana para espiarle.
Julián el pollero, aficionado a espiar a los vecinos.
Tras estar durante años en la fábrica de Segarra estuvo de encargo en una granja de pollos. Incluso le ofreció a Manuel trabajar allí cinco años atrás. Ahora se acababa de jubilar, distrayéndose espiando a la gente, gusto adquirido de haber sido capataz.
Allí se padece un poco- le decía cuando intentaba colocarle- cobrar no se cobra mucho, hagas las horas que hagas pagan siempre igual, 800 euros por 14 o 15 horas. El olor es insoportable, eso es lo peor, uno no se acostumbra. Hay que pasarse el día recogiendo animales muertos, soportar las picaduras, algunos se tiran al cuello, sepáralos entre sí en las peleas, luego hay que coger huevos. Faenas de albañilería como reparar jaulas. Últimamente andamos escasos de personal, la gente no vele nada, se ha hecho señorita. Ya hay cuatro que se han cortado los dedos con la radial, para mi que lo hacen adrede siempre es el chiquitín que no sirve pa na, y por dedo cortado 100 euros al mes, la baja de un par de semanas, la gente con tal de no trabajar. Son muy listos yo quitaría esa paga por amputaciones, ya veríais co si yo mandara, la quitará. No habría tanto lesionao. Son todos unos vagos. No valen pa na. Se quitaba el palillo de entre los dientes para bajar la mano acentuando más sus palabras con este ademán, hecho esto volvía e a colocar el palillo con el entre los dientes y a escarbar entre ellos.
Manuel, no acepto la oferta.
-No gracias Julián, de momento estoy buscando de lo mío.
-De lo tuyo ¿Que es lo tuyo? Haber, dime, lo tuyo, lo tuyo, tu lo que no quieres es trabajá.
Manuel se las arreglaba bien para concluir de forma educada esas conversaciones. La verdad es que le molestaba su vecino, era chulo, ordinario, violento, donde una persona así trabajará debía ser un ambiente bestial.
Recordaba del pollero, al segundo o tercer mes de mudarse de la capital a San Antonio Manuel, un espectáculo horrible protagonizado por su vecino.
Estaba en casa cuando escucho como un perro ladraba como si le matarán. Alaridos de dolor retumbaban de una forma insoportable de aguantar con indiferencia. Tan tremendos eran que varios vecinos alarmados de tan sobrecogedor y lastimeros chillidos salieron a ver que pasaba. Guiados por ellos acudieron a casa de Julián. Llamaron y salio con una llana de obra en la mano llena de sangre.
-¿Qué pasa por aquí, estáis bien?- le preguntaron casi todos al unísono.
-Nada- les dijo con toda naturalidad lleno de sangre la ropa, la frente que se mezclaba con el sudor producido por el esfuerzo físico.
Los alaridos del perro descendieron, pero aun así el pobre animal seguía gimiendo.
-Es que una persona me ha dicho que a este animal- les indico el pollero abriendo la puerta para que todos pudieran presenciar el espectáculo- que hay que cortarle el rabo y las orejas, se las estoy cortando con la llana, ya que no tengo otra cosa, llevo más de una hora y todavía no se suelta el rabo y las orejas.
El animal estaba atado con una cadena. Entre sus patas se formo un charco con la sangre, las orines del animal y un olor hormonal muy fuerte de alguna glándula que execraba dolor y miedo. Se podría decir que apestaba a dolor y miedo.
Tenía el rabo pelado de los golpes recibidos con la llana. Una oreja ya estaba medio cortada. El perro de tamaño medio, parecía un podenco, tenia aspecto de manso, soporto semejante tortura sin revolverse a morder a su amo. El animal temblaba y no paraba de gemir, sus ojos le brillaban mirando a todo el mundo. Parecía pedir compasión, aunque también tenia la mirada pánico y extrañamente, de dulzura y compasión. Era terrible el ver a esa criatura, que no paraban de ser observada en silencio por todos, en tan humillante e indigna situación
Nadie dijo nada, no pudieron ni reaccionar. A Manuel le invadió un sudor frío, los colores se volvieron de un blanco intenso, inconsciente al sonio, a la conversación que se estaba produciendo, nadie reparo en Manuel, durante unos segundos sin caer a plomo al suelo milagrosamente permaneció en pie inconsciente. A él debió parecerle un siglo, fueron segundos. Poco a poco le reapareció el color de la piel. El calor volvió a sus articulaciones.
Le dijeron vámonos, como un autómata siguió a todos ya que estaba medio inconsciente
se metió en su casa. Los gemidos fueron mitigándose poco a poco.
Julián ahora jubilado se dedicaba a espiar, era de los pocos que no tenía perro.
No le presto atención Manuel por estar acostumbrado a estos lances.
Al cabo de un par de días volvieron a quedar su amigo Rodrigo y él. Fueron de nuevo a la cooperativa. No había las colas del otro día.
-Buenos días-les atendió un empleado.
-Venimos porque tenemos unos cuantos kilos de garrofa.
Es suya esta garrofa –le pregunto el trabajador, supusieron que esa seria la pregunta protocolaria que tenían que hacer para asegurarse que no era robada, bajo una especie de palabra de honor entre la gente necesitada y golfa. Darle un poco de legalidad a esa situación. El trabajador formulo la preguntas sin mirarles, estaba mirando una furgoneta que conocía y se dirigía hacia ellos. Era la de unos yonquis a los que hacia un par de semanas trataron de vender garrofa, le contaron al empleado que cuando iban les paro la guardia civil. Les pidió documentación del vehículo, por no tener les multaron, de la garrofa paso lo mismo, les llevaron a un descampado les hicieron tirar la garrofa y les dieron una paliza para explicarles que en ese pueblo no les querían.
-Si es nuestra-le dijo Manuel- yo tengo un terreno.
Llegaron los yonquis.
-Esta vez no nos ha parado la guardia civil- decían entre sí y a todos contentos de haber llegados sanos y a salvos-Los hemos burlado.
El trabajador que no hacia a su buena fortuna seguía atendiendo a Manuel y Rodrigo.
-Bien- les dijo monótonamente este trabajador de aspecto de fraile-Pesarla allí si os conviene. Os informo: la pagamos a 0,10 el kilo.
-Si eso es una miseria, hemos tardado horas en recogerla. le contesto Rodrigo.
- Es un robo- Le dijo Manuel.
Es lo que hay, aquí la compramos así, si no os conviene ya os estáis largando y en silencio.
-¿Qué hacemos? Le pregunto Manuel
Véndela y dejemos esto. Buscaremos otra cosa.
Les dieron 9 euros de sus 90 kilos que repartieron, y se despidieron dándose la mano.
-No padezcas- dijo Rodrigo a Manuel- ya encontraremos otra cosa.
- Dudo de que encontremos nada más que miseria y pobreza.
-Queda lo de la asamblea hay mucha gente, seguro que uno u otro hacen algo-le respondió. Irás a lo de la excursión Manuel.
-¿Cómo lo sabes, tu no estuviste en la asamblea?
-Me lo dijo Ramón.
-si iré es dentro de unos días.
- Yo no puedo me informas, vale Manuel, si van a hacer algo me lo cuentas que yo me sumo.
Vale, bien- le dijo Manuel; y se volvieron a despedir.
Raquel. San Antonio. Los algarroberos. De hombres y perros.
Manuel al salir de la asamblea estaba firmemente decidido a conocer a la chica de Murcia. Poseía una gran sensualidad, produciéndole una gran atracción irresistible.
Sus formas eran armónicas, vestía elegante, aun ligera de ropa debido al calor de un tórrido agosto a orillas del mediterráneo. Tenía la gracia de poseer una nariz perfecta, fina del tipo de las italianas, una larga melena ondulada rubia le imprima la fuerza de mujer temperamental y pasional. Su mirada de ojos verdes era penetrante, y a su aspecto de mujer mediterránea le sumaba exotismo y misterio.
Mientras ella se dirigía a apuntarse a la invitación, a la vez lo hizo Manuel para hablarle.
-¿Iras también a la excursión?
-si la verdad es que me parece interesante el proyecto. Le dijo mirándolo con una mirada alegre y simpática.
Manuel era un chico alto y corpulento, de piel oscura, ojos grandes redondos de color marrón, de constitución bien formada, sin ningún rasgo especial que lo distinguiera. Su aspecto era el común en estas orillas.
Vestía de forma muy humilde. Acostumbraba a ponerse lo primero que encontraba sin asegurar si estaba limpio o no. A veces salía con la camisa o los pantalones con alguna que otra mancha. Era descuidado, el pelo largo le caía desordenado ya que no lo peinaba, enredándose en caracoles. Al igual que su barba. Afeitándose una vez a la semana, al sexto día ya parecía un barbudo dándole más edad de la que realmente tenia.
-Para mi seria un sueño-continuaba diciéndole Raquel- salir de los trabajos que he hecho hasta ahora.
-¿Dónde trabajabas?-le pregunto Manuel.
- He tenido muchos. El último en una residencia de ancianos, debía hacer jornadas de 14 horas. Estaba en recepción, realizaba las altas de las entradas de los residentes, información a los familiares de la habitación o el estado de su allegado, recibir llamadas y cosas por el estilo. El horario era larguísimo, incluidos sábados y domingo. Libraba un día entre semana, y no siempre. La verdad es que lo deje. El ambiente era insoportable. Trataban muy mal a los trabajadores, por ejemplo las 14 horas de jornada no podía ni sentarme. Se les antojo por un capricho cruel, o una estética siniestra, mala para la salud que así fuera, e impusieron por el poder que tenían sobre los trabajadores esa norma. Ni un triste taburete nos dieron en meses. No se a santo tanta tortura, era innecesario. Me empezaban a salir varices de estar en esa postura ¡ni que fuéramos mulas! Esa era la forma de tratarnos.
-Son unos salvajes esta gente-dijo Manuel, también recordaba los malos tratos pasados.
-Por eso estoy muy ilusiona de salir del sistema, de trabajar pero de hacerlo de una forma que no he hecho hasta ahora nunca, con dignidad y seguridad.
-Yo también espero que nos salga todo bien, aunque opino debiéramos organizar las cosas mejor, más cerebralmente.
-A mi la verdad es que también los veo algo perdido, pero trato de ser optimista, por lo menos intentan hacer algo.
-¿Cómo te llamas?
-Raquel.
-Yo Manuel. Bueno Raquel, disculpa me hacen señas Ramón, debo irme he venido con él. Nos vemos.
-Es guapa-le dijo Ramón al salir.
-Si, es muy guapa, la verdad es que me he apuntado por ella.
-¿Qué no crees en lo de la granja?
-Pues no, no lo notas van totalmente perdidos, no tiene nada, allí no veras más que un montón de zarzales donde perdió cristo el gorro, y las fantasías dementes de unos ilusos que no harán nada, no tiene medios ¿que puede valer hacer las instalaciones? lo menos medio millón de euros ¿Dónde vivirá la gente mientras las hacen? Y la parida de la arcilla del río. Se necesita una fortuna para hacer eso, hay que pedir un crédito al banco, hacer un proyecto y entonces se haría. Si a esta gente les dice que necesitan medio millón se asustan, se asuntan por 300 euros. Además es que no tiene nada pensado. El banco no les dará nada, carecen de respaldos, de proyecto, a mi me parece que están chiflados, y eso es poco aval.
No, si visto así tienes razón, pero por lo menos esa gente intenta hacer, debemos darles una oportunidad.
Lo que hacen y nada es lo mismo. Peor que no hacer nada, ya que la gente deposita en ellos sus ilusiones y saldrán mal, hundiéndolos a un más en la miseria moral. Las cosas no se hacen así. Bueno vámonos.
Ramón dejo a Manuel en su casa.
Vivía Manuel en el paraje de San Antonio, un conjunto de casas ilegales y destartaladas sobre una colina llena de ribazos. Hechos estos para conseguir algo de terreno fértil y poder cultivar cultivo sufrido como algarrobo, la olivera, almendro, higuera y poco más podía soportar la extrema sequedad de esas yermas tierras. Fue trabajo de titanes la construcción de ribazos, perdidos su construcción en los confines de los tiempos.
Su decadencia llego con el invento de las máquinas, y la desaparición de las ganaderías. Los algarrobos se dejaron de cuidar y los ribazos de abandono caían.
La colina separada del pueblo a un par de kilómetros estaba coronada por una blanca ermita dedicada a San Antonio Porquet, el patrón de los animales.
Mejor no se podía haber elegido el nombre, ni la consagración.
Necesitan de piedad y recuerdo los desdichados animales que allí vivían y morían. Una vez al año, los 19 de eneros eran bautizadas monótonamente las bestias. El pueblo festejaba el evento del defensor de los animales, comiendo animales.
Los cerdos y cabras que no eran bendecidos por el padre, eran devorados en las hogueras, igual que los conejos y gallinas con la que hacían las paellas. Era día de comer en el campo acompañados por el ruido de las campanas repicando frenéticamente, de los cohetes y los gemidos de los animales histéricos de tanto ajetreo.
Como todo acto popular en estos lugares, eran escandalosas y ridículas las posturas de los asistentes.
Etologicamente se hubieran comparado con los pavos. Las pavas iban con sus mejores galas para encelar, los pavos se pavoneaban con camisa blanca y chulería desmedida, prueba de la salud reproductiva de sus genes. Su voz, la más importante de todas se manifestaba en sus estridentes gritos.
Era molesto escuchar el ruido de los asistentes, como de las explosiones provocadas por los artificios pirotécnicos.
Los perros, los gatos, los caballos… eran ungidos con agua bendita, y estos benditos ganaban la redención a sus miserias terrenales, que no eran pocas. Les daban a los animalitos una medalla del santo que colgaban sobre sus collares. Al llegar el ocaso el Santo quedaba en silencio y entre la basura.
Vivian por allí muchos de los amados de San Antonio.
Se contaba con una gran fauna gatuna, perruna, patuna, cabruna. De gallináceos andaban bien servidos, alegraba el arca dos ponis y un burro. Amen de todos los indígenas que podrían sumarse a este bestiario.
En San Antonio por cada persona había cinco canes.
No tenían una vida fácil los lugareños de ese páramo maldito, los animales padecían las desventuras de sus dueños, que los redujeron a estado de esclavitud y barbarie.
En los pequeños corrales hechos en las partes traseras de las viviendas, construidos de ladrillo de panal sin revestir, encontraba alojamiento gratuito abejas y avistas.
Dependiendo del grado de locura, alcoholismo o deficiencia mental de sus propietarios. Los perros: o vivían afinados en esos corrales, o en patios en las entradas a las casetas, arquitectura tipo cortijo andaluz, patria de donde venían muchos. En algunas casas se podían censar 12 o 13 perros en 15 metros cuadrados, o la misma cantidad, en el mismo espacio, pero encima enjaulados. La mayoría eran perros de caza. Tras las rejas se les podía ver sus cuerpos escuálidos de las hambres pasadas hasta el casi limite de la inanición. Según sus cuidadores para ser mejores cazadores, y por necesitar de poco comer estos animales. De tan poco necesitarlo, no solo no se les notaba las costillas, sino que de su fina piel carente de grasa alguna estaban a punto de asomar. Eran perros sanguinarios, sufridos, masoquistas. Sueltos trabajaban para sus amos en vez de abandonarles, dándoles de sus certeras colmilladas conejos, jabalíes, perdices, devoradas con necesidad sus cautivadores. Caíales a ellos algún chusco de pan duro, doble ración de agua en precio a sus fatigas y heridas.
A parte de estos solían desfilar por las casas pequeños perros ratoneros repletos de pulgas y suciedad. Estos, por ser consentidos de las mujeres, eunucos perrunos guardianes del harén, les dieron mejor vida, alguna que otra caricia y mayor libertad. Pasaban sus ociosas horas dando vueltas por la casa buscando algo de gasto, pero aun obtenían poco por haber poco. Gran parte de su alimentación era de la basura y carroña que encontraban.
Conforme se subía por el calvario de San Antonio, paralelo a este moderno camino, caída en desgracia y en el olvido, semisepultada por escombro, se encontraba a la antigua calzada árabe. Llamada por los nativos de los romanos, para no mezclar su sangre con la sus hacedores y reconocer que aparte su gloriosos antepasados los Augustos, los trajanos, los Constantinos y los Pedros II, Fernandos de Aragón, también la había de paganos moros y moras de la moreria.
Conforme se ascendía buscando el cielo, el viajero no se desprendía de las casetuchas, proliferando más y más .Destarladas, salpicando el paisaje, construidas de forma improvisadas, sin gracia ni sentido del gusto. Desorientadas en su posición unas daban la espalda a la otra, algunas estaba frente a frente desafiándose.
La mayoría eran rectangulares como cajas de zapatos, de paredes finas que hacían un esfuerzo de equilibro en su lucha titánica contra la gravedad.
Las terraza planas, con pendientes recogían el agua de la lluvia, allí igual que no llegaba la esperanza, tampoco lo hacían las tuberías, ni acequias, ni acueductos, ni cualquier conducción de agua, dependían de los aljibes como los pájaros de los charcos.
Entre la rocas grises amontonadas sobre la zanjas, brotando de tierra seca, moribunda y polvorienta, de la sombra de su costado nacía sin brío, reseco el romero, el tomillo, la zarza-mora, la madre selva, y de entre el pedregal, el rey de todos ellos, el regio algarrobo. En este paisaje sonaba el aterrador sonido homicida de perro salvaje.
Eran estos animales destartalados, famélicos y sanguinarios, tan fieros que al paso de alguien se alzaban del suelo revoloteando a su alrededor sorprendidas del movimiento un enjambre de negras moscas. En su excitación asesina ladraban al viandante para acabar mordiéndose salvajemente entre ellos. Los chillidos agudos al caminante, graves del dolor de la dentellada, se clavaban en el cerebro. Caía de sus fauces abiertas, de entre su marfil blanquecino custodiado por cuatro largos colmillos como cuchillos, largas salpicaduras de baba y saliva esparcidas por el aire en su atronador aviso.
Las casas se hicieron hacia más de treinta años, sin permiso ni autorización, a lo burro, con hacha en mano talaron los algarrobos. Donde tan robustos y sufridos árboles tuvieron vida, alzaron sus casetas victoriosos. Ahora se estaba en expensa de la sentencia de las autoridades, si dictaban derribo o no.
Los fundadores de las viviendas era gente jubilada o a punto de estarlo.
La mayoría las había vendido o alquilaba tras serle imposible la vida entre sus semejantes. Odios vecinales por un quítame a mi unas pajas. La mitad no se hablaba con la otra mitad. Era lugar para la crónica negra hispana. Un puerto hurraco extendido en más las de 40 casetas. Donde las peleas entre otros motivos por las lindes, las supuestas intrusiones de terrenos de un vecino sobre otro. Las envidias de la prosperidad personal, o cualquier acontecimiento feliz, eran motivo para declarar públicamente sus odios y afán de venganza. No vivían el rencor en silencio para sus fueros, lo sacaban a la luz.
Aguardaban la ocasión de expresar tan sentido odio, que casi siempre se presentaba por ser todos personas intranquilas.
Tomas el salao, barrendero municipal de profesión, en ocasiones chatarrero. Persona fondona, no muy alto, de mirada salvaje y voz muy aguda casi ronca, de movimientos tranquilos, parecía un perezoso no solo en los movimientos sino en la pelambrera. Persona muy sufrida al trabajo, de afición principal a los bares, por tal de no parar por casa con su mujer. En toda la semana no la veía más que al irse a dormir. Disfrutando según él una relación perfecta. Era tal su devoción a estos lugares, que cuando su hija tuvo un accidente del que casi muere, quedando la chiquilla con 5 años coja de por vida, tras sufrir el atropello por un conductor borracho. En vez de pasar las horas consolándola. Por agobiarle tremendamente el hospital, lugar de recogimiento, silencio, sin poca estimulación, ni follones, pasaba la preocupación por el futuro físico de su hija en un bar de borrachos llamado la Alegría de la Huerta. La tensión emocional del accidente le llevo a pelearse con varios parroquianos. Todos se lo perdonaron.
Comentaban en los corrillos:
-Es que esta sufriendo mucho por su hija, tener paciencia, pobre hombre, no, si suerte en la vida no ha tenido. Todo les pasa a ellos. Toma Tomasin, tomate otra quinta que yo invito.
Tomas conmovido lo agradecía.
Al Salao, como todas las desgracias le pasaban a él, tras recuperarse su hija tuvo en San Antonio un roce con el Ripa. Hombre no menos fiero que una hiena.
Oportunista de la vida, había ejercido todo tipo de oficios, uno de ellos bastante pintoresco. El de sanador, un día mientras dormía, como Sir Isaac Newton pero este bajo un algarrobo, le cayó una algarroba, despertó teniendo claro como quitarse las hambres. Descubrió los poderes de sus manos para curar. Este amante de la falange se convirtió en naturista. Corrió el rumor de sus curaciones, personas con cáncer, con leucemia, con tiroides, discapacitados, esquizofrénicos e idiotas de todo tipo hacían cola para que sus manos les sanaran sus tullidos cuerpos, a cambio deban una generosa voluntad. Como el cojo siguió siendo cojo, el imbecil siguió siendo imbecil, tras hacer algo de caja lo dejo para ser obrero. Pero el dolor de espalda de dicho oficio conspiro contra su voluntad, amen de no poder sanarse por no llegar sus benditas manos a sus propias vértebras, desencajadas del esfuerzo. Probo con la fontanería pero náufrago en una fosa séptica. El lo tenía claro toda su decadencia venia de la muerte de Franco, con él había seguridad, trabajo y oportunidades. Finalmente otro falangista dueño de una flota de camiones de hormigón lo coloco. Ripa, hombre de mediana altura, cuerpo poco cuidado, de melena escasa, tripa cervecera, hablaba siempre gritando. Parecía como los perros de san Antonio, se expresaba a ladrido limpio, enseñando las fauces de forma amenazadora. Sus hijos eran un manejo de nervios como él, siempre los andaba zarandeando, excepto al mayor al que temía .Este había cumplido prisión por pagarle una paliza en la que casi le mata a su amada mujer, de la que estaba locamente enamorado. Tenía aun dos hijos más jóvenes. Aunque cada uno tenía más de 27 años, eran como chiquillos al estar siempre atemorizados. Carecían de voluntad de vivir, sin su tiránico padre en un par de horas morirían. Acostumbrados a la mala vida como los perros. A todas estas bestias cunado más se les pega más dependen de uno. Sus hijos eran un cero a la izquierda. Tenían una visión de la vida donde el hombre era malo por naturaleza y quería matarles. Los horrores contados por su padre del que nunca se desprendían los sumía en una espiral de terror paralizante. Su única protección era su padre, le tenían pánico, pero se encontraban a su vez protegidos de la violencia por su violencia.
Como con la hormigonera tenia un sueldo aceptable, un trabajo cómodo de vagabundear para arriba y para abajo, decidió comprarse un coche familiar.
A tomar el salao fue a enseñárselo corriendo, le sentó mal tanta pretensión al salao.
-¿Has visto que coche me he comprado? esto es un coche no el trasto que tu tienes.
-Eso no lo quisiera yo ni regado, es un trasto, seguro que te han timado, el motor ese no vale nada. El mío es alemán.
-Pero viejo. Este corre muchísimo, tiene dentro una manada de caballos salvajes, es de los mejores del pueblo.
-Bueno, ya veremos lo que te dura.
-Es que te molesta o que- decía disfrutando de la expresión de envidia que no podía ocultar el salao que siempre le había tirado en cara que el tenia coche y el otro no.
-A mi tu coche plim, como tu vida, me importa muy poco.
-Pues no lo parece.
Para festejar el acontecimiento decidió hacer un parking en un terreno a medio camino entre su casa y la de Tomas. Subió la hormigonera una oscura noche y empezó a hormigonar ribazos. Allí hizo su parking.
El salao que tenia ganas de jaleo tuvo la ocasión, y bajo corriendo cuando vio su coche ahí plantado.
-Ese aparcamiento que has hecho ahí no lo puedes hacer, no es tuya esa tierra, la compre yo.
-¿Por qué? ¿Por que tú lo digas?
Esa tierra me pertenece, se la compre al tío Pere.
Eso es mentira, se la compre yo al señor Silvestre. Esto es mío, sal de mi propiedad o te mato. Sal, te lo ordeno, o te llevo al puesto.
- El que te llevaré al puesto seré yo. Te llevare al puesto, te llevare al sitio, llamare a los policeros.
-Pues llámalos y hablaremos de todos los vertidos del aceite del coche que hiciste la semana pasada en la montaña. Te vi, tengo testigos. Y del robo de la motosierra del tío Trabucio.
-Te juro que esto no queda así, de alguna forma he de vengarme y llevarte al sitio.
-Porqué no lo arreglamos entre nosotros.
Empezaron a pegarse. La pelea acabo en tablas, los dos tuvieron que ser asistidos en el hospital por diferentes contusiones no muy graves. Y como no quisieron que interviniera el juez, declararon se produjo todo de diversas caídas.
Al salir del hospital el salao aun vendado aparco en el parking del Ripa.
El Ripa le rompió a pedradas las lunas del coche. Bajaron los familiares de unos y otros, hablaron las navajas. Nadie murió hubo milagrosamente, solo hubo un par de heridos. Finalmente el salao vendió la casa a unos gitanos.
Peleas había habido bastantes, así que para evitarlas generalmente vendían las casas a inmigrantes que eran los únicos interesados, junto a la gente de la vida.
La mayoría de nuevos pobladores eran personas de Europa del este que huyendo de los conflictos, las hambres y alguno que otro de la policía de su país, aterrizaron por allí y establecieron su territorio. Lo mismo pasaba con los antiguos constructores de las milenarias acequias y calzadas. De África volvían a encontrarse con su ancestral patria. Los inmigrantes entendieron pronto las costumbres locales, vivían la vida desde el yo. El egoísmo de esta gente hubiera alagado a Hobbes y a Sade. Si podían hacer algo para molestar a su vecino, lo hacían con diligencia y presteza. Unos a otros se acusaban de racistas y egoístas. Si unos lo eran, los otros más.
En la crisis del 2009 los nuevos moradores: gitanos, rumanos, parias del país, estaban pasando necesidad. Ninguno trabajaba, el paro era del cien por cien. Los motivos la crisis y también el ser gente de no gustarles mucho eso de estar encerrada y con horarios. En Agosto se les otorgo una gran oportunidad conocida de la gente golfa del terreno, como Jesús el loco.
Hombre tétricos, taciturno, caminaba con la miraba baja y recelosa. De aspecto nauseabundo, con una panza horrible, cabezón, bajito. A Parte de estar loco, es que tenía el aspecto. Fue desterrado del barrio obrero-marginal de Texas, nacido este suburbio para meter a todos los andaluces, albaceteños, toledanos que vinieron a trabajar a la fabrica de Segarra.
El motivo del destierro fue pegarle una paliza a un niño de 9 años. Los vecinos tras intentar lincharlo, pues era gente fina en la aplicación de la justicia, reunieron firmas para tirarlo y lo consiguieron. El loco buscaba como un animal desesperado una guarida, eran días difíciles para el y su familia. En sus pesquisas para encontrar vivienda no pudiendo volver a la suya por ser linchado, obligaba a que se las vendieran.
-Tu tienes que vendérmela, debes hacerlo o te manto.
Tuvo suerte y encontró a un propietario motivado para hacerlo, el señor Morcillo que viéndose envuelto en varias enemistades se la vendió de buen grado. Se gasto en un año el dinero en beres, mujeres públicas y actividades derivadas. Luego dicen que se arrepintió de venderla tan barata. Siempre comentaba esa anécdota arrepentido de la mala venta, se sentía burlado por el loco. Todos reían en la alegría de la huerta a sus pesares, dando gritos de viva el loco, o loco pero no tonto.
Por un precio módico el loco tuvo su caseta. Se mudo con su mujer tras salir esta del psiquiátrico. Se prometieron empezar una nueva vida alejados de un mundo que no les entendía ¿Por qué es tan cruel la gente? se interrogaban sin llegar a ninguna conclusión.
La mayoría de la gente de la montañeta vivía de la ayuda familiar del estado, de los servicios sociales, la caridad, la recogida de algarroba, almendra y el robo de cobre.
El loco con su mirada locuna marco el terreno que consideraba suyo de algarrobos.
Este fue su catastro.
La crisis que merco los trapicheos de estas gente obligaba más que nunca coger algarrobas y en mayor cantidad.
Una mañana de Agosto el loco bajo a coger algarrobas acompañado de su hijo de 15 años para instruirle en la supervivencia.
Encontró a Felipe, un hombre de más de setenta años que también estaba cogiendo. Felipe era persona inteligente y en algún momento buena, pero eso quedo en los principios de la formación de su personalidad hacía más de 60 años. Las peleas con los hombres, las desgracias personales, las dificultades para salir adelante se la quitaron.
Le gustaba la cultura, aunque nunca había podido estudiar, cosa de la que estaba muy arrepentido y frustrado. Conoció la guerra civil en Jaén, por Despeñaperros. Estaba aun traumatizado de haber visto fusilar a su tío.
Jugaba con sus amigos cuando escucharon en un pequeño bosque a unos hombres uniformados y armados, que llevaban a otros que iban de paisano.
Los chiquillos los siguieron a bastante distancia, en silencio los espiaban intrigados con aquello. Les recordaban a los juegos a los que jugaban. Ahora iban a ver como jugaban los mayores. Llegaron a una masia abandonada. Colocaron a los prisioneros contra la pared, los soldados cargaron los fusiles y abrieron fuego.
Se escucho la terrible deflagración y cayeron. Luego un oficial saco un revolver y a cada cuerpo le pegaba un tiro en la sien. Se escucharon varios gritos alguno no debería haber muerto en la primera descarga. Los soldados se fueron de allí.
Ellos aterrorizados, pero con curiosidad bajaron. Felipe vio a su tío, tenía los ojos abierto igual que la boca, estaba inerte en el suelo.
Felipe fue albañil, casi todas las casetas del lugar tenían su firma. Su matrimonio fue fructífero con 8 hijos. De uno de ellos no se desprendía, los demás hacían su vida. Este de naturaleza bonachona tenía un leve retraso y era epiléptico. El lo tenía en su custodia, no le dejaba alejarse de él. Por no dejarlo, ni lo hacia en un centro de día, con psicólogos y otros compañeros de enfermedad donde podría tener un trabajo a su medida, apoyos emocionales y sociales, clases especiales. En definitiva un mayor grado de autonomía, o total. En su suspicacia con la gente pensaba que se lo pervertirían y no cuidarían como dios manda, pensaba que se lo matarían. Así que el chiquillo cercano a los 40 años no se separaba de él. Felipe en sus recelos vivía con gran pesar, augurando un final terrible para su hijo. Estaba convencido que su muerte iría aparejada a la de la indefensa criatura. Estaba tan convencido en la maldad humana, que dada por cierto sus pensamientos y que ninguno de sus 7 hermanos que daban muestras de quererlo lo cuidaría, abandonándolo en alguna institución, o si les reportaba perjuicio económico en la calle.
-La gente es que somos mala- le decía cuando veía a Manuel al que apreciaba, igual que Manuel a él.
Ese día para ayudar un poco a su hijo Felipe bajo por la mañana acompañado de su inseparable hijo a coger algarrobas. Siendo conocedor el dueño de esa recogida, les otorgo durante años el permiso de usufructo a Felipe y su hijo.
Estaban cogiéndolas cuando de unos ribazos de arriba se descolgó el loco con su hijo blandiendo una vara.
-Estos árboles son míos, esa algarroba es mía, con que largo de aquí u os mato-les dijo el loco.
-No señor- le dijo Felipe- de estos árboles y los de esos bancales tengo yo el permiso del amo Ventura. Son para que mi chiquillo que tiene una paguita muy escasa y ahorre un poco. Hay muchos árboles, ve por Garrut, esta lleno y no lo frecuenta nadie.
-No, no estos son míos, largo o os pego- dacia cada vez más violento blandiendo la vara y pegándose en el pecho, parecía un gorila a punto de atacar.
-Me caguen dios, si fuera más joven te mataba, canalla, si hay muchos árboles.
No, no, estos son míos, este es mi territorio, iros o os mato a varadas- le contestaba el loco blandiendo la vara.
-Canalla, más que canalla, quédatelos. Mira, me voy por qué no quiero problemas.
Felipe abandono el lugar con su hijo, temblaban los dos de miedo.
- Es que la gente somos mala, no paraba de decir.
Manuel veía pasar todos los días las furgonetas cargadas de algarrobas. No sabia si coger o no, esperaba evitarlo buscando empleo en los servicios para ese fin, pero la crisis era tan fuerte que no había nada. Los empresarios estaban golpeando a los trabajadores de forma obscena, estos callaban. Buscaba también alternativas en asambleas de parados, pero eran un desastre aun mayor. Los trabajos marginales como la algarroba tampoco anunciaban nada bueno. Dudaba se si dar el paso o no. Incluso planeo donde ir. Para evitar tener problemas de conciencia busco el la oficina virtual catastral partidas de parcelas de algarrobos. Averiguó el nombre de los propietarios, si estaban en uso o abandono. Encontró enormes montañas compradas por importantes empresas que iban a invertir para hacer vertederos pero se echaron atrás quedando perdidas todas las tierras. Allí había pensado trabajar. No se podía acceder en coche padecería mucho arrastrando los sacos durante varios kilómetros, pero la necesidad de hacer algo le apremiaba, el plan no estaba mal, aunque tenía un mal presentimiento.
Finalmente se decidió a ir, le comento el plan a un amigo llamado Rodrigo. El muchacho lo estaba pasando mal, buscaba trabajo como la mayoría pero no encontraba, hacia más de un año que vivía sin ningún tipo de ayuda. Su madre le ayudaba en lo que podía aunque tampoco iba muy bien, pasaba bastantes estrecheces. No encontraba forma de ganarse la vida por mucha voluntad que pusiera. Su curriculum tampoco le permitía mucho más que peón, el aceptaría agradecido, pero ni de eso encontraba. Era aun joven para soportar esfuerzo, acaba de cumplir 28 años, pareciendo mucho más joven, poseía aun cara de mancebo, de rasgos finos casi afeminados, delicado en su maneras, no parecía un cogedor de algarrobas.
Al amecer salieron, tras caminar durante horas, empezaron a coger el fruto del árbol. Obtuvieron en 4 horas a más de 35 grados más de 90 kilos, fueron sacándolas poco a poco, sobre zarzales, entre aligas, con más de 40 kilos a las espaldas.
Ocultaron los fardos cerca de un camino. Rodrigo fue por su coche, Manuel aguardo. Al cabo de una hora volvió. Los cargaron.
Fueron a la cooperativa, pero ese día estaba cerrada. En la puerta aguardaban a los dueños furgonetas destartalas, chatarra ambulante que se caía a pedazos.
Iban vestidos esas gentes con harapos, era una procesión de la miseria. Dos mujeres hablaban entre si acaloradas, vestían como pordioseras, de piel cobriza lo poco que enseñaban resplandecía como el aceite de oliva. De riguroso negro raído de tan viejo, con unas faldas caídas hasta los tobillos, para asomar unos pies desnudos encallecidos siendo jóvenes eran ancianas.
-¿has visto que gente? le pregunto Manuel.
-Que esperabas ver, Manuel le respondió Rodrigo ¿gente con corbata? pareces tonto.
-No, ya, pero es que tiene una pinta que asusta- respondió.
Esperaron media hora larga enfrente de estos.
¿Vamos?- le pregunto Rodrigo.
-Si creo que será lo mejor, me escama esperar tanto.
Hola que tal. Les dijeron al unísono Rodrigo y Manuel.
-Hola amigos- le dijo un chico con acento rumano.
-Sabéis si abren-le pregunto Manuel.
-No lo sabemos ¿tenéis teléfono móvil? nos han dado un señor el teléfono del corredor pero no tenemos saldo en los móviles.
- No, no tenemos.
-Lleváis dinero, dadnos un euro y llamaremos.
-Lo siento, estamos como vosotros no tenemos nada- Dijo Rodrigo, aunque si llevaban algo de dinero y móviles no se fiaban de que se lo devolvieran después.
-Agua y comida tenéis, hace un día que no he comido.
-Pues no, no llevamos nada, pero mira, en aquel parque hay una fuente, el agua esta fresca, yo acabo de beber en ella-le dijo Rodrigo.
Ninguno se movió a la fuente. Volvió el silencio, las gitanas habían dejado de discutir para escuchar a los nuevos visitantes.
-Sabéis por que esta cerrado-pregunto el rumano a Manuel este no dejaba de mirarle su brazo. Le sorprendió el tatuaje del rumano era un puñal del que caían gotas de sangre. El puñal era exageradamente grande. Ocupaba todo el brazo, de muy mal gusto el dibujo, una exaltación brutal de la violencia. Su rostro no estaba exento de misma.
Poseía una única ceja ya que las dos estaban unidas, asomaba una gran cicatriz sobre ella acabada en el parpado. De piel más oscura que un gitano, frente encogida y la cabeza grande y plana. Galton lo hubiera descrito como enfermo mental o psicópata. Parecía un ser brutal, capaz del más insano crimen. El tatuaje era de un grosor enorme, con lo que se intuía que se lo haría con aguja y tinta sobre la herida, de esos que se hacen en las prisiones.
-Seguramente estará cerrado- cayó Manuel- por ser en el pueblo las fiestas grandes de Agosto.
-Nosotros nos vamos ¿no? Dijo mirando a Manuel, Rodrigo.
-Si contesto este, creo que es eso, serán las fiestas, venir pasado mañana que habrán terminado.
Acompaño Rodrigo a Manuel y cada uno se fue por su lado.
Al entrar en su casa vio Manuel como su vecino abría la cortinilla de la ventana para espiarle.
Julián el pollero, aficionado a espiar a los vecinos.
Tras estar durante años en la fábrica de Segarra estuvo de encargo en una granja de pollos. Incluso le ofreció a Manuel trabajar allí cinco años atrás. Ahora se acababa de jubilar, distrayéndose espiando a la gente, gusto adquirido de haber sido capataz.
Allí se padece un poco- le decía cuando intentaba colocarle- cobrar no se cobra mucho, hagas las horas que hagas pagan siempre igual, 800 euros por 14 o 15 horas. El olor es insoportable, eso es lo peor, uno no se acostumbra. Hay que pasarse el día recogiendo animales muertos, soportar las picaduras, algunos se tiran al cuello, sepáralos entre sí en las peleas, luego hay que coger huevos. Faenas de albañilería como reparar jaulas. Últimamente andamos escasos de personal, la gente no vele nada, se ha hecho señorita. Ya hay cuatro que se han cortado los dedos con la radial, para mi que lo hacen adrede siempre es el chiquitín que no sirve pa na, y por dedo cortado 100 euros al mes, la baja de un par de semanas, la gente con tal de no trabajar. Son muy listos yo quitaría esa paga por amputaciones, ya veríais co si yo mandara, la quitará. No habría tanto lesionao. Son todos unos vagos. No valen pa na. Se quitaba el palillo de entre los dientes para bajar la mano acentuando más sus palabras con este ademán, hecho esto volvía e a colocar el palillo con el entre los dientes y a escarbar entre ellos.
Manuel, no acepto la oferta.
-No gracias Julián, de momento estoy buscando de lo mío.
-De lo tuyo ¿Que es lo tuyo? Haber, dime, lo tuyo, lo tuyo, tu lo que no quieres es trabajá.
Manuel se las arreglaba bien para concluir de forma educada esas conversaciones. La verdad es que le molestaba su vecino, era chulo, ordinario, violento, donde una persona así trabajará debía ser un ambiente bestial.
Recordaba del pollero, al segundo o tercer mes de mudarse de la capital a San Antonio Manuel, un espectáculo horrible protagonizado por su vecino.
Estaba en casa cuando escucho como un perro ladraba como si le matarán. Alaridos de dolor retumbaban de una forma insoportable de aguantar con indiferencia. Tan tremendos eran que varios vecinos alarmados de tan sobrecogedor y lastimeros chillidos salieron a ver que pasaba. Guiados por ellos acudieron a casa de Julián. Llamaron y salio con una llana de obra en la mano llena de sangre.
-¿Qué pasa por aquí, estáis bien?- le preguntaron casi todos al unísono.
-Nada- les dijo con toda naturalidad lleno de sangre la ropa, la frente que se mezclaba con el sudor producido por el esfuerzo físico.
Los alaridos del perro descendieron, pero aun así el pobre animal seguía gimiendo.
-Es que una persona me ha dicho que a este animal- les indico el pollero abriendo la puerta para que todos pudieran presenciar el espectáculo- que hay que cortarle el rabo y las orejas, se las estoy cortando con la llana, ya que no tengo otra cosa, llevo más de una hora y todavía no se suelta el rabo y las orejas.
El animal estaba atado con una cadena. Entre sus patas se formo un charco con la sangre, las orines del animal y un olor hormonal muy fuerte de alguna glándula que execraba dolor y miedo. Se podría decir que apestaba a dolor y miedo.
Tenía el rabo pelado de los golpes recibidos con la llana. Una oreja ya estaba medio cortada. El perro de tamaño medio, parecía un podenco, tenia aspecto de manso, soporto semejante tortura sin revolverse a morder a su amo. El animal temblaba y no paraba de gemir, sus ojos le brillaban mirando a todo el mundo. Parecía pedir compasión, aunque también tenia la mirada pánico y extrañamente, de dulzura y compasión. Era terrible el ver a esa criatura, que no paraban de ser observada en silencio por todos, en tan humillante e indigna situación
Nadie dijo nada, no pudieron ni reaccionar. A Manuel le invadió un sudor frío, los colores se volvieron de un blanco intenso, inconsciente al sonio, a la conversación que se estaba produciendo, nadie reparo en Manuel, durante unos segundos sin caer a plomo al suelo milagrosamente permaneció en pie inconsciente. A él debió parecerle un siglo, fueron segundos. Poco a poco le reapareció el color de la piel. El calor volvió a sus articulaciones.
Le dijeron vámonos, como un autómata siguió a todos ya que estaba medio inconsciente
se metió en su casa. Los gemidos fueron mitigándose poco a poco.
Julián ahora jubilado se dedicaba a espiar, era de los pocos que no tenía perro.
No le presto atención Manuel por estar acostumbrado a estos lances.
Al cabo de un par de días volvieron a quedar su amigo Rodrigo y él. Fueron de nuevo a la cooperativa. No había las colas del otro día.
-Buenos días-les atendió un empleado.
-Venimos porque tenemos unos cuantos kilos de garrofa.
Es suya esta garrofa –le pregunto el trabajador, supusieron que esa seria la pregunta protocolaria que tenían que hacer para asegurarse que no era robada, bajo una especie de palabra de honor entre la gente necesitada y golfa. Darle un poco de legalidad a esa situación. El trabajador formulo la preguntas sin mirarles, estaba mirando una furgoneta que conocía y se dirigía hacia ellos. Era la de unos yonquis a los que hacia un par de semanas trataron de vender garrofa, le contaron al empleado que cuando iban les paro la guardia civil. Les pidió documentación del vehículo, por no tener les multaron, de la garrofa paso lo mismo, les llevaron a un descampado les hicieron tirar la garrofa y les dieron una paliza para explicarles que en ese pueblo no les querían.
-Si es nuestra-le dijo Manuel- yo tengo un terreno.
Llegaron los yonquis.
-Esta vez no nos ha parado la guardia civil- decían entre sí y a todos contentos de haber llegados sanos y a salvos-Los hemos burlado.
El trabajador que no hacia a su buena fortuna seguía atendiendo a Manuel y Rodrigo.
-Bien- les dijo monótonamente este trabajador de aspecto de fraile-Pesarla allí si os conviene. Os informo: la pagamos a 0,10 el kilo.
-Si eso es una miseria, hemos tardado horas en recogerla. le contesto Rodrigo.
- Es un robo- Le dijo Manuel.
Es lo que hay, aquí la compramos así, si no os conviene ya os estáis largando y en silencio.
-¿Qué hacemos? Le pregunto Manuel
Véndela y dejemos esto. Buscaremos otra cosa.
Les dieron 9 euros de sus 90 kilos que repartieron, y se despidieron dándose la mano.
-No padezcas- dijo Rodrigo a Manuel- ya encontraremos otra cosa.
- Dudo de que encontremos nada más que miseria y pobreza.
-Queda lo de la asamblea hay mucha gente, seguro que uno u otro hacen algo-le respondió. Irás a lo de la excursión Manuel.
-¿Cómo lo sabes, tu no estuviste en la asamblea?
-Me lo dijo Ramón.
-si iré es dentro de unos días.
- Yo no puedo me informas, vale Manuel, si van a hacer algo me lo cuentas que yo me sumo.
Vale, bien- le dijo Manuel; y se volvieron a despedir.
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